Torra y el opio de la república
Me sorprendió Quim Torra el sábado: he aquí un hombre leído. La mala noticia es que parecía un personaje encerrado en su mundo, su obra y sus convicciones, de los que no buscan tanto la luz en las lecturas como más munición. Supongo que nos pasa a todos con las obsesiones.
Leer y viajar son sólo dos aficiones. No vacunan contra nada. Hay quien visita países exóticos para confirmar sus prejuicios, estilo “son pobres, pero felices”. También se puede leer mucho y no enterarse de nada.
Dos de los mantras de este procesismo ilustrado de Quim Torra atentan contra el sentido común: ofrecer diálogo al Gobierno mientras uno desarrolla una república; trabajar por ampliar la base soberanista y al mismo tiempo despreciar a los ciudadanos que pretendes atraer. Resulta desconcertante, dicho en son de paz.
No fue el único orador el sábado que apeló a fer república. Es indudable que la república existe en el corazón de muchos catalanes, pero convendremos que la astracanada del 27 de octubre invita al realismo: caras de funeral en las escalinatas del Parlament, cuatro gatos en Sant Jaume esperando la izada de la estelada y pies en polvorosa de los dirigentes que habían proclamado la buena nueva. Sorprende que con semejante parto haya tanto empeño en fer república... Nació muerta, y los muertos no suelen resucitar.
El segundo mantra también tiene tela. El soberanismo ha necesitado casi dos años para sincerarse con los resultados de las elecciones de septiembre del 2015: falta músculo, base social y apoyos dentro de Catalunya para lanzarse a un desafío al Estado ante la mirada de la comunidad internacional (no es de extrañar ahora el desembarco de juristas, abogados y leguleyos europeos con el objetivo –como aquel farsante Nobel de la Paz tunecino– de hacer creer a la parroquia en milagros: lo que la Europa política nos ha negado nos lo dará la Europa judicial).
I a fer bullir l’olla!
Sin prisas, aquel 47,4% de votos fue un éxito. Con las prisas, el éxito se ha convertido en fracaso porque desde entonces sólo han enconado al resto de los catalanes y han reforzado nuestro escepticismo. No está nada mal la ideología tuitera de Quim Torra. Ya podemos imaginar el trato que dispensaría su república a españoles, discrepantes, taurinos y a los no simpatizantes del FC Barcelona...
Lo único tangible en esta república virtual es que, pase lo que pase, hay un peaje: la muchachada de la CUP siempre decide in extremis. Hace tropecientos años, la selección española de fútbol no fue a un Mundial por el lanzamiento de una moneda al aire. Así decide la CUP el rumbo y las presidencias de la fantasmal república, cuyas cualidades pregonadas en el Parlament recuerdan a los anuncios radiofónicos de Justo Molinero: feminista, tecnológica, pacifista, transparente, incorruptible, montserratina...
La república existe en muchos corazones, pero nació muerta el 27-0, y los muertos no suelen resucitar