El sexo triste
En la construcción del amor romántico la idea del sexo es gozosa y alegre, la culminación del encuentro. Un descorche de burbujas de placer. No incluye lágrimas ahogadas, ni sensación de extrañeza, vacío, suciedad o frustración. En cambio, no siempre es feliz; bien puede remover fantasmas, agrandar complejos o envilecer a los amantes. Un sexo mecánico, sórdido, egoísta, violento y forzado, sí, todo eso puede caber en su práctica. Porque la falta de verdadera educación sexual sigue causando inmensos desgarros cuando se obvian el deseo y la correspondencia.
Según los últimos datos del Ministerio del Interior, ya no se cometen tres violaciones al día sino cuatro –y no cada ocho horas, como escribía hace unos días, sino cada seis–. A pesar de que España se halla a la cola de las denuncias en Europa, estas han aumentado un 28 por ciento en el primer trimestre. Es el resultado de una corriente imparable. Mujeres y hombres alentados por la intensidad de las protestas de un movimiento transversal e intergeneracional instan a los gobernantes a actuar con presupuestos y voluntad política. Pero cualquier medida será infértil si no se invierte en educación
Los ‘incel’ –se habla ya de “movimiento misógino”– consideran a las mujeres puro objeto de uso
en igualdad, incluida la sexual.
Una sexualidad anómala suele esconder roturas interiores. Por exceso y por defecto. En el mismo mundo que habitan depredadores sin culpa ni miedo existen otro tipo de tarados que se hacen llamar incel. Son célibes, y no voluntariamente. Tienen grabado a fuego el rechazo de aquellas que no quisieron darles atención ni cariño. Los incel –se habla ya de “movimiento misógino”– consideran a las mujeres puro objeto de uso. Se han autoconvencido de que nunca serán elegidos y se desahogan en foros o comunidades donde sólo reina el odio contra su enemigo número uno: las mujeres.
Alek Minassian, el chaval de 25 años que mató a diez personas en una céntrica calle de la pacífica y multicultural Toronto hace unos días, se declaraba incel. Seguía las enseñanzas del mártir del movimiento, Elliot Rodger, que se cargó a seis personas en el campus de la Universidad de California y dejó un vídeo en el que sentaba las bases de su rudimentaria doctrina. También declaraba ser el chico perfecto. Tenía 22 años, era virgen, ni siquiera había besado a una chica. “En el día del castigo voy a entrar en la residencia de chicas más importante de la UCSB y masacraré a cada una de las putas rubias, mimadas y pretenciosas que me encuentre. A todas esas chicas a las que tanto he deseado”. Freud consideraba la sexualidad del individuo su ADN existencial y sostuvo que, de la represión a la desinhibición, todo pasa por la cabeza y por el pasado. Sexo y porno figuran entre las palabras más googleadas por los jóvenes hoy, cuando la educación sexual parece administrada por internet, sin filtro ni rigor. Y la dimisión de las instituciones implicadas no supone sino una infinita barra libre para sexualidades mal resueltas.