¿Vuelta a empezar?
Quién recuerda los primeros años del procés y las masivas manifestaciones por el Onze de Setembre? Catalunya quería aportar una lección de convivencia construyendo grandes mayorías democráticas. Muchos acudimos. Derecho a decidir sí, y al menos con el 60% de los votos, decían. Después, a medida que todo se envaraba y ni siquiera se llegaba a la barrera del 50%, el discurso cambió. Con una pírrica mayoría parlamentaria se podía derogar el Estatut, hacer la ley del Referéndum (que exigían mayorías cualificadas de acuerdo con las normas catalanas) y proclamar y desproclamar la república. El resultado ha sido la degradación de nuestras instituciones que tanto nos ha costado recuperar, y que responden a una larga trayectoria histórica patrimonio de todos, también de los que han muerto por ellas. Pero no valen nada; son “autonomismo”, una autodestructiva descalificación. A Companys lo fusilaron por ser presidente de la Generalitat; autonómica, of course. ¿Hay que hacer tabla rasa del autogobierno en nombre de una independencia unilateral fracasada, rotundamente fracasada? “¡Porqué no nos han dejado!”. ¿Y qué pensaban? ¿No sabíamos todos de la oposición del Estado, como cualquier otro de Europa que se enfrente a un proceso unilateral? “Referéndum o referéndum”, decía Puigdemont y nos llevaron contra el muro. “¡Es que no quieren pactar!”. Como sí hizo el Reino Unido. ¡Por supuesto! Más de 25 años después de que el Partido Nacionalista Escocés lo llevara en su programa. Aquí lo querían en 18 meses.
Y ahora han tardado cinco meses en hacer un gobierno bajo el discurso de la legitimidad de Puigdemont, a pesar de la parálisis del 155 y las personas en la cárcel: si aceptaron las elecciones del 155, debían acatar lo que significaba. No vale aceptar el 155 para unas cosas, y negarlo para otras. Cuando Puigdemont se presentó, aceptaba que ya no era presidente. Tenía una alternativa coherente con la legitimidad: el boicot electoral, pero ay, era necesario el comedero, y esta vía significaba perder la capacidad de decidir sobre miles de puestos de trabajo, millones de euros, y el control de TV3 y Catalunya Ràdio.
Basta de vetar en el Parlament comisiones para esclarecer el presunto seguimiento de periodistas y políticos, de apoyar la violencia de los CDR, ya está bien de liquidar el legado de la Generalitat y degradar las instituciones. No esperéis más y rectificad. Por el bien de todos, también el vuestro.