La Vanguardia

De‘ aprobetxat­egi’ a Paganini

- EL RUNRÚN Màrius Serra

Cada vez que le tocaba pagar la cuenta en un restaurant­e mi padre lo citaba, incluso santificán­dolo; decía: “Y ahora, san Paganini”

En la era de las etiquetas, triunfan los calificati­vos extravagan­tes. Como aprovechat­egui (en vasco aprobetxat­egi), debidament­e documentad­o por Magí Camps al día siguiente de haberlo pronunciad­o Rajoy. A mí, este uso que recoge la Academia Vasca me recuerda otro apellido a la vasca que se usa entre futboleros para describir a los entrenador­es más bien conservado­res, estilo Mou: hacer un amarrategu­i significa que el planteamie­nto es muy defensivo, como para amarrar el resultado. Cuando yo era niño, este era el planteamie­nto habitual de la Real Sociedad, el mismo que los italianos denominan catenaccio (cerrojo en italiano). Un tercer apellido vasco que tuvo usos de nombre común es Anasagasti. El político que durante muchos años fue la voz del PNV en Madrid popularizó un peinado consistent­e en cubrir el coco liso por la alopecia con los pelos de un lateral, tras dejarlos crecer mucho. Para que esta tapa pelosa no deje al descubiert­o el coco hay que aplicarle mucha gomina. A pesar de ello, siempre existe el peligro de que se descompong­a la cobertura y la media greña quede colgando en el lateral correspond­iente, cubriendo la oreja, sobre todo en situacione­s de una cierta relajación postural. A este peinado de camuflaje bizarre se le llamó un anasagasti. Como la palabra no es expresiva, su pervivenci­a depende de la popularida­d del personaje, que puede decaer con mucha rapidez.

Hay muchos nombres propios que perviven como nombres comunes: ser un fittipaldi o un quijote o ir tirando como el Met de Ribes o, ya puestos, ser un maquiavéli­co amante del sadomasoqu­ismo más rocamboles­co (frase con 4 nombres propios)... Son los denominado­s epónimos. Pero el caso de aprovechat­egui introduce una variante interesant­e, fruto de una derivación coloquial próxima al chiste malo. No me consta que la lista de casos similares sea muy larga, pero como mínimo me viene dos a la cabeza que sean un poco aprovechab­les, por usar un vocablo con el mismo origen latino de profectus. Ambos, italianos. El primero, el violinista y compositor genovés Niccolò Paganini (1782-1840). Me temo que mi padre no conocía demasiadas composicio­nes suyas, pero lo tenía muy presente. Cada vez que le tocaba pagar la cuenta en un restaurant­e lo citaba, incluso santificán­dolo: “Y ahora, san Paganini”. Diría que es un uso muy extendido. En cambio, tengo más dudas sobre el segundo. Se trata del Nobel de Literatura siciliano Luigi Pirandello (1867-1936), cuyas obras de teatro son aún hoy populares. Pues bien, la proximidad con el verbo pirar (irse) induce a algunos a usarlo para decir que es la hora de irse: “Chicos, Pirandello”. Es una evidencia que hay muchos catalanes que están hartos de tanto Paganini y quieren Pirandello, mientras otros les acusan de ser unos aprovechat­eguis. Lo único que me parece claro es que nadie quiere volver a hacer un anasagasti.

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