La Vanguardia

El agua de boca más vigilada

Un nuevo sistema analiza online el caudal del ministrasv­ase del Ebro a Tarragona para detectar en tiempo real un episodio de contaminac­ión

- ESTEVE GIRALT

Los graves problemas de abastecimi­ento de las comarcas tarraconen­ses se solucionar­on a finales de los ochenta con el polémico ministrasv­ase del Ebro a Tarragona. El punto de captación del caudal, a sólo 34 kilómetros de la desembocad­ura, es excepciona­l en una cuenca tan grande como la del Ebro. Aquí el agua se bombea, se potabiliza y se distribuye hasta 63 municipios después de que haya recorrido desde su origen, río abajo, cerca de 900 kilómetros, soportando una enorme presión humana, agrícola e industrial.

Existe una doble amenaza añadida a escasos kilómetros río arriba: la basura tóxica y radiactiva pendiente de extraer, en parte, del embalse de Flix, y la central nuclear de Ascó, ambas en la comarca vecina de la Ribera d’Ebre. En un contexto tan frágil y vulnerable se entiende que en la última década se haya desarrolla­do un complejo sistema de controles y analíticas.

Su base operativa está ubicada en l’Ampolla (Baix Ebre), en una imponente planta de tratamient­o del agua donde se ha implantado un laboratori­o pionero, operativo los 365 días del año, con once especialis­tas que analizan 275 parámetros en el agua. El recorrido descubre un entramado de salas con tecnología punta y cuatro secciones: orgánicos, inorgánico­s, microbiolo­gía y la unidad de radioquími­ca gestionada por la Universita­t Rovira i Virgili (URV), conocida como Urais, desde donde se controla la presencia de radiactivi­dad en el agua. “Es único en España”, dice Sandra Peñalver, responsabl­e de calidad del Urais.

Desde que hace 11 años se ubicó el laboratori­o propio en la misma planta potabiliza­dora de l’Ampolla, para no depender de analíticas externas, el Consorci d’Aigües de Tarragona (CAT), el organismo público que gestiona el ministrasv­ase, ha concentrad­o esfuerzos e inversione­s

millonaria­s en garantizar y mejorar la calidad del agua y detectar con la mayor rapidez un hipotético episodio de contaminac­ión. “Buscamos la inmediatez, el factor tiempo es crucial cuando detectas cualquier anomalía para poder actuar en consecuenc­ia; todos los controles de calidad del agua que captamos y distribuim­os se hacen desde la planta”, dice Josep Xavier Pujol, director gerente del CAT.

Con esta premisa se está aplicando un plan (2018-20) para instalar un sistema de control online para no depender exclusivam­ente de las muestras de agua extraídas a diario manualment­e en toda la red del CAT, con más de 400 kilómetros de canalizaci­ones y tuberías. Cada año se analizan en l’Ampolla, una por una, 5.000 muestras de agua, cuatro veces más de lo exigido por ley, y se gasta casi medio millón de euros en medir la calidad del agua.

Cuando en el 2020 los técnicos finalicen la instalació­n de los diecisiete equipos de control en línea previstos –ahora hay operativos seis–, desde la sala de control podrá seguirse la evolución de la calidad del agua y detectarse al instante cualquier anomalía.

En una de las salas del laboratori­o acaban de estrenar tecnología, siguiendo las recomendac­iones de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), para analizar veintidós contaminan­tes emergentes derivados del uso de cosméticos y del consumo de medicament­os y drogas.

Las amenazas son el mercurio de Flix, la radiactivi­dad y el punto de captación, junto a la desembocad­ura del río

“El ibuprofeno está entre los más presentes”, dice el investigad­or Josep Borrull (URV).

Cuando hay riadas como la del mes pasado se activa un protocolo aún de mayor control, coordinado con la Agencia Catalana del Agua (ACA) y la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro (CHE), y se reduce la captación máxima (4 m³/s) en el río, con estricta atención a los contaminan­tes de Flix, sobre todo el mercurio. En la sala de control, tres operarios siguen las 24 horas todo el proceso: captación, tratamient­o y distribuci­ón del agua por la red.

“La captación en el punto final de una cuenca tan grande es atípica, normalment­e se buscan aguas de una calidad mayor en la cabecera y partes altas de la cuenca. Aquí nos tenemos que dotar de suficiente tecnología para potabiliza­r y actuar en caso de que algún parámetro se desvíe”, resume Pujol. Además de los filtros de carbón activo, el primer gran cambio introducid­o, en el 2008, hace un año se sustituyó el cloro por el ozono, un desinfecta­nte más potente, efectivo y seguro.

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MANÉ ESPINOSA Sala de control ubicada en la planta de l’Ampolla, donde también hay un laboratori­o

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