El agua de boca más vigilada
Un nuevo sistema analiza online el caudal del ministrasvase del Ebro a Tarragona para detectar en tiempo real un episodio de contaminación
Los graves problemas de abastecimiento de las comarcas tarraconenses se solucionaron a finales de los ochenta con el polémico ministrasvase del Ebro a Tarragona. El punto de captación del caudal, a sólo 34 kilómetros de la desembocadura, es excepcional en una cuenca tan grande como la del Ebro. Aquí el agua se bombea, se potabiliza y se distribuye hasta 63 municipios después de que haya recorrido desde su origen, río abajo, cerca de 900 kilómetros, soportando una enorme presión humana, agrícola e industrial.
Existe una doble amenaza añadida a escasos kilómetros río arriba: la basura tóxica y radiactiva pendiente de extraer, en parte, del embalse de Flix, y la central nuclear de Ascó, ambas en la comarca vecina de la Ribera d’Ebre. En un contexto tan frágil y vulnerable se entiende que en la última década se haya desarrollado un complejo sistema de controles y analíticas.
Su base operativa está ubicada en l’Ampolla (Baix Ebre), en una imponente planta de tratamiento del agua donde se ha implantado un laboratorio pionero, operativo los 365 días del año, con once especialistas que analizan 275 parámetros en el agua. El recorrido descubre un entramado de salas con tecnología punta y cuatro secciones: orgánicos, inorgánicos, microbiología y la unidad de radioquímica gestionada por la Universitat Rovira i Virgili (URV), conocida como Urais, desde donde se controla la presencia de radiactividad en el agua. “Es único en España”, dice Sandra Peñalver, responsable de calidad del Urais.
Desde que hace 11 años se ubicó el laboratorio propio en la misma planta potabilizadora de l’Ampolla, para no depender de analíticas externas, el Consorci d’Aigües de Tarragona (CAT), el organismo público que gestiona el ministrasvase, ha concentrado esfuerzos e inversiones
millonarias en garantizar y mejorar la calidad del agua y detectar con la mayor rapidez un hipotético episodio de contaminación. “Buscamos la inmediatez, el factor tiempo es crucial cuando detectas cualquier anomalía para poder actuar en consecuencia; todos los controles de calidad del agua que captamos y distribuimos se hacen desde la planta”, dice Josep Xavier Pujol, director gerente del CAT.
Con esta premisa se está aplicando un plan (2018-20) para instalar un sistema de control online para no depender exclusivamente de las muestras de agua extraídas a diario manualmente en toda la red del CAT, con más de 400 kilómetros de canalizaciones y tuberías. Cada año se analizan en l’Ampolla, una por una, 5.000 muestras de agua, cuatro veces más de lo exigido por ley, y se gasta casi medio millón de euros en medir la calidad del agua.
Cuando en el 2020 los técnicos finalicen la instalación de los diecisiete equipos de control en línea previstos –ahora hay operativos seis–, desde la sala de control podrá seguirse la evolución de la calidad del agua y detectarse al instante cualquier anomalía.
En una de las salas del laboratorio acaban de estrenar tecnología, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para analizar veintidós contaminantes emergentes derivados del uso de cosméticos y del consumo de medicamentos y drogas.
Las amenazas son el mercurio de Flix, la radiactividad y el punto de captación, junto a la desembocadura del río
“El ibuprofeno está entre los más presentes”, dice el investigador Josep Borrull (URV).
Cuando hay riadas como la del mes pasado se activa un protocolo aún de mayor control, coordinado con la Agencia Catalana del Agua (ACA) y la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), y se reduce la captación máxima (4 m³/s) en el río, con estricta atención a los contaminantes de Flix, sobre todo el mercurio. En la sala de control, tres operarios siguen las 24 horas todo el proceso: captación, tratamiento y distribución del agua por la red.
“La captación en el punto final de una cuenca tan grande es atípica, normalmente se buscan aguas de una calidad mayor en la cabecera y partes altas de la cuenca. Aquí nos tenemos que dotar de suficiente tecnología para potabilizar y actuar en caso de que algún parámetro se desvíe”, resume Pujol. Además de los filtros de carbón activo, el primer gran cambio introducido, en el 2008, hace un año se sustituyó el cloro por el ozono, un desinfectante más potente, efectivo y seguro.