Decepción eurovisiva
Amaia y Alfred asumen su flojo resultado con un “no pasa nada” tras la final más vista en España en diez años
Tres conclusiones pueden sacarse del festival de Eurovisión celebrado anteanoche en Lisboa, en el que se alzó con la victoria la israelí Netta con su feminista pop electrónico lleno de cacareos, mientras los novios de España, Amaia y Alfred, cosechaban un triste vigésimo tercer puesto, pese a las altas expectativas generadas. Las conclusiones vendrían a ser estas: España no logra quedar bien ni cuando lo intenta; en Eurovisión cabe cualquier estilo musical (como demostró el propio Salvador Sobral con su triunfo en el 2017 con la balada Amar pelos dois) pero mejor aderezarlo con campanillas; y la geopolítica, que en esta edición nos había dado un respiro, regresará el año que viene al trasladarse el concurso a Oriente Medio.
Ayer, día laborable en Israel, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, hizo el baile de la gallina con los brazos al estilo Netta –el corto vídeo de ese momento circula por internet– al entrar al Consejo de Ministros, en el que anunció que el siguiente festival se hará en Jerusalén. Aunque la ciudad ya ha albergado dos citas eurovisivas (en 1979 y en 1999, tras dos de sus tres victorias anteriores a la de Netta), para Netanyahu organizar allí Eurovisión subrayará a Jerusalén como capital de Israel, estatus que le reconoció Donald Trump el pasado diciembre, una decisión de gran impacto internacional por cuanto Palestina también reivindica Jerusalén como su capital. Anteanoche, el primer ministro telefoneó a Netta y la llamó “la mayor embajadora” de Israel.
Esa noche en Lisboa, Amaia y Alfred comentaron con periodistas españoles su flojo resultado (puesto número 23 de 26, y sólo 61 puntos), por debajo incluso de lo pronosticado por las casas de apuestas. Amaia fue tan franca como de costumbre: “Jo, pues es un poco mierda, la verdad, pero no pasa nada”. Y Alfred añadió: “Pero el puesto, ya lo decíamos antes, daba igual”. De su actuación –solos bajo las luces– no lamentaron nada. “La verdad es que nos hemos quedado muy contentos con la actuación que hemos hecho; es verdad, no lo decimos por decir”, zanjó Amaia.
Se les preguntó si repetirían en Eurovisión, y ella respondió velozmente que no. “No porque no me haya gustado, porque me lo he pasado muy bien; pero creo que es algo que se vive una vez en la vida”, aclaró Amaia. Ahora, al dejar atrás OperaciónTriunfo y Eurovisión, y como ya habían anunciado, ambos comenzarán sus carreras musicales por separado.
Si la parca cosecha en puntos de Tu canción ha sido decepcionante para los aficionados españoles, los resultados de audiencia demostraron que Eurovisión es, para TVE, una transmisión muy provechosa. Según los datos difundidos ayer por la cadena pública, en total 7,17 millones de telespectadores vieron la final de esta 63ª edición del festival de Eurovisión, que fue así la más vista desde el 2008 (ese fue el año de Rodolfo Chikilicuatre). La gala tuvo una cuota de pantalla del 43,5%, también la cifra más alta en diez años, aunque igualando el dato del 2012 (fue el año de Pastora Soler con Quédate conmigo).
Amaia y Alfred felicitaron a a Netta por su victoria, pero no se mostraron jubilosos. Alfred dijo que él se fija más en su propio trabajo, y Amaia opinó que “la canción está bien”, pero confesó que no era una de sus favoritas.
Netta Barzilai, de 25 años, una cantante que por su sobrepeso se halla en las antípodas de la típica diva pop, criticó las exigencias de perfección que rodean al cuerpo femenino. “Me celebro a mí misma independientemente de mi talla, de cómo es mi pelo, de cómo es mi voz; tengo que ser yo misma, escucharme a mí misma”, afirmó ante cientos de periodistas de todo el mundo en la habitual rueda de prensa nocturna del vencedor.
La canción Toy mezcla estilos y ritmos de modo espasmódico, con aires medioorientales y de k-pop surcoreano, para mandar un mensaje de afirmación femenina y de rechazo al acoso. De hecho, el baile gallináceo evoca a quienes, cobardes como aves de corral, abusan de otras personas. En su actuación, la chillona escenografía incluyó filas de típicos gatos orientales que mueven el brazo.
En la noche del sábado al domingo, miles de israelíes, sobre todo en Jerusalén y Tel Aviv, se echaron a la calle para celebrar el éxito de Netta, cuyo regreso se espera hoy, informa AP. En escena el sábado, con el trofeo en la mano, ella había dicho emocionada a la audiencia: “Gracias por aceptar las diferencias, gracias por celebrar la diversidad”. Luego dijo que amaba a su país, y citó a Jerusalén como ciudad anfitriona el año próximo.
Salvador Sobral acababa de entregarle el preciado micrófono de cristal que desde el 2008 es el trofeo oficial de Eurovisión, una entrega fugaz la del portugués. La situación era comprometida: Sobral, que el año pasado al recoger su trofeo criticó “los fuegos artificiales” en la música, y que en una reciente entrevista dijo que Toy le parecía “una canción horrible”, debía entregar el galardón a alguien a quien él no habría premiado jamás. Lo hizo a toda prisa, y se escabulló; no resultó una escena bonita de ver.
La geopolítica regresa a Eurovisión: el triunfo de Netta llevará el festival a Jerusalén, ciudad disputada