Chaissac, un vanguardista en el olvido
Retrospectiva en Marc Domènech de este pintor que se anticipó a Dubuffet
En una carta a Raymond Queneau fechada en 1944, Gaston Chaissac escribía esto: “Crees que falta frescura y originalidad en las obras de demasiados pintores. En todo ser humano hay seguramente la madera de un gran artista, pero los educadores destruyen cuidadosamente todo eso. Y así es como se aleja uno de la verdad”.
Chaissac (Avallon, 1910-La-Roche-sur-Yonn, 1964) es uno de los artistas de vanguardia más originales y más libres que ha habido, pero es un desconocido incluso para muchos profesionales del arte. En el siglo XXI, sin embargo, y tras un cierto olvido internacional, su obra está siendo reivindicada por museos y galerías de distintos países, especialmente a partir de la retrospectiva que se celebró en la Galerie Nationale du Jeu de Paume (París) en el año 2000. El comisario de aquella, Daniel Abadie, es el autor de los textos del libro que acompaña su actual exposición barcelonesa. La muestra Gaston Chaissac. Y a d’la joie, que presenta la galería Marc Domènech, significa en el contexto catalán y español un verdadero rescate. La obra de Chaissac no había sido objeto de una exposición individual en nuestro país desde aquella primera muestra de la galería Adrià, de Barcelona, en 1971, que contó con un texto de presentación de Joan Perucho.
Chaissac era una persona culta, que hubiera podido presentarse como el pionero de un renovado surrealismo expresionista. Pero prefirió definir su obra como “pintura rústica moderna”. En sus pinturas, dibujos, esculturas y collages se expresaba con espontaneidad desenfadada, antisolemne, irreverente y salvaje en el mejor sentido de la palabra, con una actitud digna de una infancia no domada o de un animal no dañino. Y de este modo permanecía en su excéntrica verdad personal, que incluía el desorden, la necesidad de inocencia y de juego imprevisible, la alegría de ser libre y la tristeza de estar solo y en precario.
No tuvo éxito profesional, fue un zapatero pobre, sufrió depresiones, su muerte fue prematura y hasta su posteridad ha sido durante años precaria. Cuatro meses antes de morir, Chaissac sentía que se le consideraba como un “pobre gilipollas indefenso” y añadía: “Mi imaginación satírica no es un espantajo suficiente. Ni siquiera tengo la satisfacción de ser un mecanismo serio”. Pero su éxito artístico es evidente para cualquiera que pueda conectar con su obra, que a veces es materialmente muy pobre –una escoba como soporte de un divertido retrato– , pero siempre es extraordinaria y rica en libertad expresiva, libertad que es también vital y contagiosa.
Entre los años cuarenta y sesenta del siglo XX fue un artista influyente, sobre todo en el contexto francés. Influyó especialmente a Jean Dubuffet, pero la constelación de afinidades de Chaissac es mucho más amplia. Hacia el pasado sintoniza con las obras más libertarias y salvajes de Joan Miró, o incluso con Paul Klee y con Brassaï. En los años cuarenta mantuvo una excéntrica correspondencia con Dubuffet, y Chaissac alguna vez firmaba así: “Tu primo deprimido, Gaston”. Aunque formó parte de la exposición L’art brut preferé aux arts culturels que Dubuffet organizó en 1949, este no lo incluyó en el museo de Lausana dedicado al art brut. Pero es evidente que Chaissac se anticipó además a diversas propuestas igualmente liberadas y liberadoras, de artistas como Asger Jorn, Karel Appel o, más recientemente, Luis Gordillo. Puedo detectar ecos de Chaissac en obras tan dispares como las de Pierre Alechinsky, Eugenio Granell, Gary Panter y Manuel Rubiales. Por otra parte, fue pionero de una tendencia que ha tenido vigencia desde los años noventa hasta la actualidad y que he denominado “ultrapobre”, consistente en salvar materiales de desecho o poco valorados y reciclarlos en forma de expresión artística, generalmente figurativa y tan poética como irónica o crítica.
Es infrecuente que una galería de arte tenga ocasión de presentar una exposición tan necesaria y sorprendente como esta.
Galería Marc Domènech. Pj. Mercader, 12. Hasta el 15 de junio.
Ricardo Nomdedeu y Perico Pastor.
Tras el cierre de la galería Pèrgamon sus galeristas han mantenido una actividad de consultoría y de exposiciones temporales con horarios restringidos o cita previa. En su nuevo espacio Principal Obert proponen un interesante diálogo entre dos pintores y dos modos pictóricos. Por una parte una selección de cuadros de Perico Pastor donde predominan la línea fluida y los tonos del blanco y negro. Y por otra, una selección de pinturas de Ricardo Nomdedeu caracterizada por una riqueza cromática fluida y sensual, que se sitúa en una zona intermedia entre la abstracción expresionista puramente pictórica y la evocación de formas y substancias propias del mundo natural: una especie de mundo fluido y flotante, aéreo o quizá acuático, vegetal y a la vez casi carnal.
Principal Obert. Petritxol, 4, pral. (www.bcnartdiffusion.com) Hasta final de mayo.