Milagros
A media tarde de ayer un televidente distraído se frotaba los ojos. Paul Gascoigne, que como es sabido se ha muerto unas cuantas veces, aparecía en el palco de Wembley bailando el swish swish (habrá que perdonárselo) para celebrar uno de los goles del Tottenham. Gascoigne aparenta 70 años aunque tiene 50, pero ahí está, moviendo el esqueleto, nunca mejor dicho. Tan consumido está.
Los milagros, por tanto, existen. En deporte, sobre todo. Que se lo digan al Leicester, rival ayer de los Spurs y campeón inverosímil entre inverosímiles de la Premier League hace dos temporadas. Que se lo digan también al Joventut de Badalona, equipo desahuciado y dado por descendido hace un par de meses antes de saber que, bajo la batuta de Carles Duran, se rebelaría contra su destino para salvarse ayer matemáticamente.
Levante y Barça han perseguido esta temporada sus propios milagros, de menor escala, si es que los milagros se pueden graduar. El Levante, en una situación parecida a la de la Penya, ha escapado del descenso de la mano de un entrenador de nombre y apellido comunes, Paco López, arrancado a tiempo del anonimato para levantar y transformar de arriba abajo un grupo agonizante. Ayer fue manteado por sus jugadores al acabar el partido. Debería ser ese el primer homenaje de muchos teniendo en cuenta que desde su llegada el Levante ha sumado 25 puntos de 30 posibles, un promedio que le pegaría más a un equipo campeón que a uno de su modestia.
Ayer la victoria del Levante tenía mucho más de milagro que la del Barça, dada por supuesta como siempre pese a la baja de Leo Messi, obrador de milagros a su vez, pero bajo la premisa de estar presente para lograrlos.
El partido fue una locura inclasificable. El Barça compareció en València justo de espíritu competitivo, fruto de la inevitable desgana que genera el salvar partidos sólo trascendentes para lograr un récord valioso, pero que no te da ni te quita el mérito de ser campeón.
La imagen de los blaugrana fue defectuosa, sobre todo en contraste con el entusiasmo de sus adversarios, con ganas de disfrutar después de muchos meses de malos ratos. La crítica más perezosa se centrará en Yerry Mina, pero fallaron en realidad todos los resortes de la presión, que o se ejecuta colectivamente o sencillamente no es presión. La facilidad con la que picoteaba el Levante, comandado en sus contragolpes por Bardhi, que ayer parecía Messi, y Boateng, que se parecía al mejor Eto’o, no pudo ser contrarrestada por la inspiración de Coutinho, que ayer se pareció a Deco, en su caso por aquello de los goles de rebote desde fuera del área (que siga así el brasileño, por cierto).
La derrota, aunque de mala digestión, no puede ni debe ensuciar la fenomenal Liga del Barça, conseguida cuatro jornadas antes de acabar y con 36 jornadas de imbatibilidad enlazadas desde el inicio. No es un milagro, pero casi.
La crítica más perezosa se centrará en Yerry Mina, pero fallaron todos y el Levante fue mejor