El club de los repatriados
El Marsella busca un sitio en la Champions en la final de la Liga Europa contra el Atlético
El Stade de Reims lo intentó en dos finales (1956 y 1959), el Saint Étienne lo hizo en 1976, pero ningún equipo francés ha conseguido la Copa de Europa salvo el sinuoso Olympique de Marsella. Diez días antes de que se cumplan 25 años de aquella victoria (1-0) en Munich contra el Milan de Capello, el miércoles el OM volverá a disputar una final europea, la de la Liga Europa, que para el Atlético suena a final de consolación. Con Rudi García en el banquillo y Andoni Zubizarreta en la secretaría técnica, el club francés rememora viejos tiempos convertido en el equipo de las segundas oportunidades. Una significativa fracción de sus futbolistas habían dado el salto a grandes ligas o clubs de primera línea antes de regresar o establecerse por primera vez en la capital provenzal.
Será la tercera final de la Europa League (o sus anteriores denominaciones) para el conjunto marsellés. Cayó en 1996 y 1999 contra el Parma y el Valencia, corriendo la misma suerte que los otros dos franceses que lo habían intentado con anterioridad: el Bastia perdió contra el PSV (1978) y el Girondins ante el Bayern (1996). A pesar de las fuertes inversiones del PSG, saldadas con frustraciones en el escenario continental, el orgullo del fútbol francés vuelve a estar en manos de su archirival mediterráneo.
El Atlético se enfrentará a un equipo de repatriados. El portero Mandanda, los defensas Amavi, y Diaby, los centrocampistas Payet y Thauvin y el delantero Clinton N’Jie probaron suerte en la Premier League, algunos de ellos en conjuntos de primera línea, antes de regresar a Francia. Otros, como los defensas Adil Rami (Valencia, Sevilla) y Abdennour (Valencia) han vuelto a los orígenes previo paso por la Liga. También ha pasado por un proceso de reciclaje el jugador que marcó el gol que clasificó al Olympique para la final en un partido dramático a falta de cinco minutos para la conclusión de la prórroga en el campo del Red Bull de Salzburgo. Después de haber permanecido la mayor parte de su carrera en el Nápoles y el Inter, el veterano Rolando Fonseca fue rescatado del Anderletch para volver a vivir grandes experiencias. Luiz Gustavo, que estuvo en el Bayern, Lucas Ocampos, en el Milan, o Mitroglou, en el Fulham y el Benfica son ejemplos de la tendencia del OM a acoger futbolistas con pasado en entidades importantes.
El mismo Andoni Zubizarreta ejerció como director deportivo durante tres temporadas en el Athletic y cuatro en el Barcelona antes de incorporarse al Marsella a finales de 2016. Da la impresión de que el club francés pretende crecer a base de la experiencia de sus empleados en clubs y competiciones de gran magnitud. Pero no es lo mismo. Para comparar su trabajo en el Barcelona con el del Olympique, Zubi explica gráficamente que es como entrar en un supermercado de jugadores. Antes, cuenta, se dirigía a las estanterías superiores; ahora se queda con las del medio, pero en ambos casos acechan los sobreprecios porque se trata de clubs con posibilidades económicas.
Una final es una final, pero si para el Atlético, el favorito, desprende cierto aroma de sucedáneo de la Champions, para el Marsella es una final en mayúsculas. El equipo de Rudi García empató (3-3) con el Guingamp en el último partido y ha dejado de depender de sí mismo para obtener una plaza en la Liga de Campeones –en disputa con el Olympique de Lyon– el próximo sábado en la última jornada de la liga francesa. Es decir, su vía más factible hacia la Champions consiste en ganar la Europa League en la final que –ironías del fútbol– se disputará en Lyon.
Es casi un deber histórico para un club singular, con un estadio monumental y de nombre sugerente –el Vélodrome– y una afición apasionada, a veces excesiva, que pretende conectar con sus mejores épocas. Es el objetivo del magnate norteamericano Frank McCourt, un experto en gestión deportiva que en 2016 adquirió el club por 45 millones.