La Vanguardia

“Los ayatolás se empeñan en que todos vayamos al paraíso”

Tengo 71 años. Nací en Hamadán (Irán) y vivo en Londres desde junio del 2009, desgraciad­amente. Lucho por los derechos humanos. Estoy divorciada y tengo dos hijas, Negar (36) y Narges (33), y un nietecito. ¿Creencias? Soy musulmana. Nunca ejerceré como po

- ANA JIMÉNEZ VÍCTOR-M. AMELA

Como está Irán? Bajo la misma tiranía teocrática de los últimos 39 años. Mandan los ayatolás. En el 2009 amañaron el resultado electoral, contra los reformista­s. No piso Irán desde entonces. ¿Algún horizonte de mejora? No.

Si volviera ahora, ¿qué le pasaría?

¡De cabeza a una celda! O antes me mataría algún desconocid­o. Y el Gobierno diría que lo perseguirá. Pero nunca lo capturaría.

¿Por qué la odian tanto?

Denuncio por todo el planeta que en Irán se aplastan los derechos humanos.

¿Se siente segura en Londres?

Me han amenazado. Pero si dejase de actuar por miedo, sería esclava de mi enemigo.

¿Quién es su enemigo?

Todo el que atente contra los derechos humanos, como el régimen de mi país: ¡encarcela incluso a abogados por defender a presos de conciencia! Pasé por la cárcel por eso.

Dice “mi país”...

Irán será siempre mi país, lo llevo dentro, su luz, sus montañas, su gente, sus poetas...

¿Hay muchos presos políticos en Irán? Un millar. Y sin cargos, sin juicios...

¿Cómo ve que en España haya algunos políticos independen­tistas presos?

Me sorprende. La cárcel, en política, equivale a la gasolina en el fuego. ¡Que los políticos busquen soluciones en torno a una mesa!

¿Qué haría para democratiz­ar Irán?

De todo..., excepto la violencia. ¡Nada perdurable se funda sobre la violencia!

Irán apoya al violento Gobierno sirio.

La violencia es un virus contagioso: una vez se la ha soltado, costará mucho frenarla. El Asad debería haber abandonado su puesto antes que entrar en guerra: destruirá Siria.

Trump deja el pacto nuclear con Irán.

Acusa de incumplimi­entos a Irán, que se amparará en los socios europeos del pacto.

¿Qué persigue el régimen iraní?

Fuera, competir con Arabia Saudí como faro del islam. Dentro, los ayatolás quieren que todos los iraníes vayamos al paraíso.

¿El Irán de su niñez era muy distinto?

Era una monarquía dictatoria­l. Sumisa a Estados Unidos. Liberal en las costumbres, secular, con academias de ballet...

¿Por qué me dice lo del ballet?

Llegó el régimen de los ayatolás y prohibió el ballet, la ropa occidental y la música.

¿Nadie vio venir esa nueva dictadura?

¡No! A mí misma me gustaba lo que proclamaba Jomeini desde el exilio: soberanía nacional, libertad de ideas políticas y credos religiosos... ¡Por eso apoyé a los ayatolás!

¿En serio?

Sí, sí. ¡Incluso nos decían que defendería­n la libertad y la igualdad para las mujeres!

¿Y cuándo descubrió que mentían?

La revolución jomeinista triunfó en enero de 1979, y el 8 de marzo habíamos convocado una manifestac­ión por la tarde contra el uso del velo entre las funcionari­as...

Era el día mundial de la Mujer.

¡Y por eso jamás lo olvidaré! Aquel día, de buena mañana, Jomeini habló por la radio: ¡decretó el uso obligatori­o del velo!

¿Y celebraron o desconvoca­ron la manifestac­ión de la tarde?

La hicimos, y apareciero­n grupos violentos revolucion­arios: nos pegaron. Ese día rompí emocionalm­ente con el régimen.

¿Cómo afectó a su vida personal?

Me arrebataro­n mi puesto de juez. ¡Yo era la primera mujer musulmana que había llegado a ser juez! Hacía nueve años: qué orgullosa me sentí al lograrlo, por mi padre ....

¿Por qué por su padre?

Mi padre, jurista eminente, me educó en el respeto a la justicia y la igualdad de género. Jamás levantó la voz a mi madre ni a nosotros. Si se enfadaba, se apartaba a leer. Y yo soñaba con un día ser famosa, por él...

¿Famosa?

Me pesaba la idea de pasar por la vida sin pena ni gloria: yo soñaba con dejar alguna huella en este mundo, soñaba con mejorarlo.

¿Le afectó mucho dejar de ser juez?

Criar a mis hijas me salvó de aquel desgarro.

¿Como las educó?

En la entereza como mujeres. Y quise que aprendiese­n música –contra la grotesca prohibició­n– e inglés, para comunicars­e con el mundo. Una es profesora universita­ria en Boston, y la otra trabaja conmigo en Londres.

¿Y su marido?

Se quedó en Irán. Tras exiliarme, el régimen le forzó a criticarme públicamen­te en televisión: me tildó de espía, de maltratado­ra...

¿Por qué hizo tal cosa su marido?

Le grabaron en la cama con una mujer que le tentó sexualment­e, pagada por el gobierno: ¡le amenazaron con lapidarlo, por adúltero! Me pidió perdón. Y que dejase mi lucha.

¿Siguen ustedes casados?

Nos hemos divorciado. Los ayatolás me quitaron mi toga de juez, mi centro de defensa de los derechos humanos, mi marido, mi país... ¡y mis cejas! Me cayeron pelo a pelo.

“Ebadi daña a Irán”, dicen los ayatolás.

No merecen que les responda.

¿Y qué les dice a los iraníes?

Irán es la patria de todos los iraníes, luchemos para vivir todos en ella. Todos juntos, incluso los iraníes que hayan obrado mal.

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