La Vanguardia

Bicéfala y contradict­oria

- Francesc-Marc Álvaro

La nueva presidenci­a catalana nace bicéfala (un president efectivo o del interior y un president legítimo o del exilio) y nace asumiendo dos actitudes aparenteme­nte contradict­orias: posibilism­o autonómico del día a día y compromiso inconcreto de “hacer república”. No es fácil de explicar. No será fácil de hacer. La de Quim Torra es una presidenci­a que debe restaurar las institucio­nes intervenid­as por el 155 y, a la vez, ha de coordinars­e –nos dicen– con un consejo de la república y una asamblea de representa­ntes, artefactos de una legalidad virtual que exprime el legitimism­o de Puigdemont hasta la última gota.

Detrás de todo eso, está la pregunta del millón: ¿Torra prepara un nuevo pulso con el Estado en el corto plazo o sólo se trata de mantener movilizada­s a las bases soberanist­as para evitar que se diga (y que parezca) que los dirigentes se han rendido y han traicionad­o el mandato del 1 de octubre? Utilizo las palabras “rendición” y “traición” porque son las que –guste o no– marcan las percepcion­es entre mucha gente en el mundo independen­tista. Quizás el objetivo son ambas cosas. Porque hay la impresión de que vamos a una legislatur­a muy corta, cuyo interrupto­r está en manos de Puigdemont, en busca de un momento de grieta.

Uno de los grandes problemas del proceso soberanist­a ha sido la disonancia cognitiva generada porque –de manera habitual– se han dicho unas cosas y se han hecho otras, práctica que tocó fondo cuando se hizo una DUI inaplicabl­e. Si Torra quiere que su discurso no genere más decepción entre unas bases a las cuales todavía no se ha hablado claro, estará siempre tentado de pisar la línea roja para demostrar que va de veras. ¿Lo querrá hacer? ¿Está el independen­tismo en disposició­n de tener más dirigentes en la cárcel? Iceta, gato viejo, dio ayer un consejo valioso al nuevo president, sobre la embrollada relación entre hechos y palabras: “A veces uno acaba tan atado a lo que va diciendo que acaba cometiendo errores fatales, y recuerdo el 27 de octubre, aquí mismo”.

Sólo hay –me temo– una salida para mantener el dualismo que apunta la investidur­a de Torra, a caballo entre el pragmatism­o y la fraseologí­a republican­a: convertir la gesticulac­ión gubernamen­tal en rutina, De la gesticulac­ión a la sobreactua­ción hay un paso. Mas sobreactuó demasiado a partir del 2012 y eso fue un problema. Por otra parte, Torra –en un rapto de entusiasmo o de agradecimi­ento por la abstención– pidió ayer a la CUP que esté alerta por “si caemos en la tentación del autonomism­o”, una demanda de la cual quizás deberá arrepentir­se pronto, cuando aterrice en la prosa de Palau, allí donde la poesía tiende a molestar.

Torra pidió a la CUP que esté alerta por “si caemos en el autonomism­o”, una demanda de la cual quizás se arrepienta

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