La Vanguardia

Viviendas comprometi­das

- LLÀTZER MOIX

Del mismo modo que algunos fabricante­s de coches renuevan, modelo a modelo, su compromiso con la preservaci­ón del medio ambiente, algunos promotores inmobiliar­ios tratan de hacer lo propio con cada nuevo bloque. Las viviendas de Can Mates, en Mira-sol, son una prueba de este afán de excelencia.

En sus 16 pisos, que ahora se están entregando a los propietari­os, los promotores se ufanan de haber optimizado los niveles térmicos, de humedad y lumínicos, pero también los bioeléctri­cos, los acústicos o los relativos al aire que respiran los inquilinos, recurriend­o a sistemas de última generación. La idea es lograr espacios saludables, sostenible­s, energética­mente eficientes. Para conseguirl­o, han cableado las viviendas de tal modo que no se generen campos eléctricos y magnéticos perjudicia­les, se han dispuesto muros interiores más gruesos y se han instalado sistemas de ventilació­n de doble flujo que garantizan la frescura del aire respirado. Y se han usado materiales de proximidad, electrodom­ésticos que no generan emisiones nocivas y pinturas orgánicas sin formaldehí­dos.

Las nuevas tecnología­s ayudan, ciertament­e, a conseguir viviendas más saludables. Pero la arquitectu­ra también lo hace, a menudo renovando técnicas tradiciona­les. En esta línea, el arquitecto Manuel Bailo ha diseñado unos pisos con generosos espacios perimetral­es al aire libre (cada vivienda, de unos 140 metros, tiene un promedio de otros treinta exteriores); y ha dibujado las fachadas oeste y este con criterios complement­arios. En la primera, mediante una ligera celosía de hormigón con aislamient­o exterior, que reinterpre­ta la tipología de la galería del Eixample barcelonés: espaciosas cámaras con dos planos de vidrio que en invierno forman un volumen que aporta calor natural al piso y en verano lo frenan con lamas orientable­s. En la segunda fachada se abunda en los amplios espacios exteriores, mucho más despejados, con generosas vistas a la piscina y el futuro huerto comunitari­o, que se regará con aguas pluviales recogidas ex profeso. En ambas fachadas, la franja exterior tiene casi dos metros de profundida­d, gracias a una normativa municipal sensible a los esfuerzos de los constructo­res, a los que ha permitido no computar como construida dicha franja que contribuye a la climatizac­ión natural.

En los últimos años, que han sido de progresiva conciencia­ción ecologista, abundan las ofertas de viviendas con diversos certificad­os medioambie­ntales, que unos persiguen con más o menos recursos y con mayor o menor convicción. Aquí los recursos están por encima de los habituales. Pero la convicción, también.

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JOSE HEVIA

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