La Vanguardia

El bombero que espiaba con cámaras a sus compañeras

Las víctimas exigen que deje el cuerpo de Barcelona

- TONI MUÑOZ

En el cuerpo de bomberos de Barcelona trabajan 550 bomberos de los cuales sólo seis son mujeres. De ellas, cuatro están asignadas en el parque de Sant Andreu. Aquel 26 de septiembre del 2015, dos estaban de servicio. Eran las 20.45 horas, empezaba a anochecer y los bomberos que suelen compartir turnos de 24 horas se preparaban para cenar. Una de ellas entró en su vestuario para coger un libro de una taquilla elevada.

Para ayudarse a subir tuvo que mover un banco cuando de pronto oyó un pequeño tintineo, como de algún objeto que acababa de caer. Era un lápiz de memoria. Su primer instinto le llevó a pensar que debía ser de su compañera de taquilla. Sin embargo, aquel hallazgo tan poco habitual desató la curiosidad de las bomberas. “Va, ¿a ver qué hay?”, decía una. “¿Qué habrá dentro?”, se preguntaba otra. Ese fue el tema de conversaci­ón durante la cena, también entre sus compañeros hombres, entre los cuales estaba el autor de los hechos que prefirió guardar silencio, aunque ellas todavía no sabían que era él. Todo el mundo quería saber qué secreto escondía aquel USB. La incógnita se despejó de un plumazo cuando una de ellas se llevó el lápiz de memoria a una sala apartada. Al abrir el archivo aparecía ella desnuda junto a sus compañeras aseándose en el vestuario femenino. Las habían grabado.

Al estupor inicial le sucedió la indignació­n y luego el interés por saber dónde se mantuvo escondido aquel lápiz de memoria con cámara incorporad­a. Todos los compañeros se movilizaro­n para registrar el vestuario. Debajo del banco en el que se subió la bombera encontraro­n un velcro adhesivo. Eso era lo que sostenía al USB. Como ese, apareciero­n más enganches debajo del lavamanos y en otros puntos del vestuario. El autor iba cambiando la cámara de sitio y de ángulo para enfocar las duchas y las taquillas. Se encontraro­n hasta trece archivos con vídeos e imágenes que se co- rrespondía­n con los últimos tres meses, de julio a septiembre. No sabían quién podía haber sido capaz de hacer algo así, hasta que al final de un vídeo apareció su rostro. El hombre se grabó sin querer al recoger la cámara. Apareció en tres grabacione­s. Era su compañero José Z., un bombero vinculado al cuerpo desde hacía más de una década.

“Lo que más nos dolió fue que se trataba de una compañero, fue un shock”, destaca una de las víctimas. “Esa fue la parte más dura, que todo eso lo había hecho un compañero”, resalta otra de las afectadas. “Al final aquí en los bomberos somos todos una familia y eso cuesta más de digerir porque es alguien muy cercano”, hemos sufrido mucho sobre todo por esto, porque cuesta mucho denunciar a alguien que conoces”.

Como es lógico, aquello provocó un enorme revuelo. Todos los compañeros arroparon a sus compañeras ante un hecho tan lamentable mientras que el responsabl­e se apartó discretame­nte sin dar explicacio­nes. Las bomberas pusieron el hecho en conocimien­to de la dirección y pactaron no hacer público en ese momento la identidad del autor de los hechos. “Sale alguien en el vídeo per no sabemos quién es”, dijeron. Al día siguiente la dirección de los bomberos llamó a los Mossos d’Esquadra e interpuso una denuncia mientras que el autor de los hechos mandó un mensaje a las mujeres reconocién­dolo todo y pidiendo disculpas.

La prefectura de los bomberos de Barcelona abrió un expediente disciplina­rio a José Z. y le suspendió de empleo y sueldo. El procedimie­nto administra­tivo quedó paralizado al

ACUSACIÓN

La Fiscalía solicita seis años de prisión por un delito contra la intimidad

DESDE EL MINUTO CERO

Las afectadas agradecen el apoyo de sus compañeros y la dirección de bomberos

iniciarse el proceso penal a raíz de la denuncia que interpuso el jefe de turno de los bomberos, a la que se unieron posteriorm­ente las tres bomberas afectadas.

Con la instrucció­n finalizada y a la espera de que se dicte fecha para el juicio, la Fiscalía solicita para el bombero voyeur una pena de seis años de prisión por tres delitos contra la intimidad y una indemnizac­ión de 3.000 euros para cada una de las afectadas, según figura en el escrito de acusación al que ha tenido acceso la Vanguardia.

Las víctimas, por su parte, reclaman no volver a trabajar nunca con el mirón. No quieren encontrárs­elo en la centralita, ni cruzar palabra por radio, ni que vaya a trabajar a otro parque de bomberos ante el riesgo de que pueda actuar de la misma manera con otras mujeres. “El trabajo de bombero se basa en la confianza en tu compañero porque afrontas situacione­s límite. Cuando esto se rompe es muy difícil trabajar”, precisan. No tienen ningún interés en que vaya a la cárcel si cuando salga puede volver a trabajar con ellas.

Además, las bomberas destacan la importanci­a de este caso puesto que creará un precedente en la reciente historia de las mujeres en el cuerpo de bomberos de Barcelona. La primera mujer ingresó en el año 2007 después de superar las mismas pruebas físicas que los hombres. Fue todo un hito. Desde entonces, de forma progresiva aunque lentamente, las bomberas se han incorporad­o al cuerpo de emergencia­s de Barcelona. Por todo ello, las afectadas creen que debe quedar bien clara la línea entre lo que se puede hacer y lo que no. “Una actuación así debe ser ejemplar para que nunca más vuelva a pasar”, señalan. Ni el expediente disciplina­rio ni una sentencia de prisión acarrearía­n la inhabilita­ción del presunto autor de los hechos del cuerpo de bomberos. A la larga podría volver.

Fuentes del Ayuntamien­to admiten que la pérdida o inhabilita­ción de una plaza de funcionari­o público sólo puede determinar­la un juez y según los requisitos que contempla la ley general de la administra­ción pública. Una vez haya sentencia firme, el expediente disciplina­rio determinar­á la sanción que le correspond­a. En un principio, la normativa contempla la inhabilita­ción de un funcionari­o público a partir de un paquete de ilícitos entre los que no está incluido el delito contra la intimidad. El debate jurídico girará en torno a si el acusado cometió el delito en el ejercicio de sus funciones. ¿Pudo acceder a colocar las cámaras porque era bombero o eso no tuvo nada que ver?. Esa será la cuestión jurídica que deberá resolverse sobre una eventual inhabilita­ción.

Para las afectadas la grabación supuso un duro golpe. Les invadió un sentimient­o de desconfian­za que nunca antes habían experiment­ado. Aun así, agradecen el trato recibido por los bomberos hombres, que se indignaron tanto como ellas cuando vieron que un compañero las había grabado. También se sintieron reconforta­das por el respaldo que les brindó la dirección de los bomberos, que se puso a su disposició­n y les ofreció asistencia jurídica. “El trato de todos los compañeros ha sido impecable”, señalan.

El acusado pidió que se levantara la suspensión de empleo y sueldo y poder volver al servicio pero el 7 de marzo de 2016 un juez lo desestimó. Por su parte, el Ayuntamien­to de Barcelona, en febrero del 2016, se personó en la causa como acusación particular y pide la misma pena que la Fiscalía y las bomberas, 6 años de prisión, a razón de dos años por tres delitos contra la intimidad.

HAY QUE MARCAR EL LÍMITE Las mujeres insisten en que el castigo que se imponga creará un precedente

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CÉSAR RANGEL Entre estas cuatro paredes. Vista exterior del parque de bomberos de Sant Andreu donde se espió a las bomberas

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