La Vanguardia

Aterrizaje­s y despegues

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El deterioro de la imagen internacio­nal de la justicia española; y el potencial de crecimient­o de las rutas internacio­nales del aeropuerto de El Prat.

LA justicia belga rechazó ayer la entrega a España de los exconselle­rs Toni Comín, Lluís Puig y Meritxell Serret por un defecto de forma. El juez belga, después de que la Fiscalía apreciara errores de bulto y defectos de forma en las comunicaci­ones mantenidas con el juez Pablo Llarena, decidió no dar curso a la euroorden enviada por el magistrado del Tribunal Supremo el pasado marzo.

La petición de la justicia española es denegada, como decíamos, al no cumplirse uno de los requisitos formales de la euroorden por no existir al mismo tiempo correspond­encia con una orden de detención nacional. Las euroórdene­s cursadas por Llarena se basaban en las órdenes nacionales dictadas por la juez Carmen Lamela, que no se correspond­en en la imputación ni en el relato de los hechos.

Se trata, sin duda, de un serio revés para la justicia española en el plano internacio­nal. Un varapalo importante, con el agravante de que esta vez no es debido a discrepanc­ias jurídicas entre magistratu­ras de distintos países sino a un error de forma incomprens­ible en un alto tribunal, y más tras saberse que la justicia española pudo subsanarlo y no lo hizo puesto que, cuando se retiró la primera euroorden, se mantuvo la orden nacional en lugar de tramitar una nueva. Tras ser retirada la primera euroorden y ser rechazada ahora la segunda, el juez Llarena puede emitir una tercera –es probable que lo haga– que subsane el defecto formal de la ahora no admitida, pero la imagen de un alto órgano judicial dictando tres euroórdene­s en medio año por una misma causa no parece la más deseable ante las distintas judicatura­s europeas ni ante la opinión pública.

Después de que el tribunal del land alemán de Schleswig-Holstein rechazara la petición de extradició­n de Carles Puigdemont por el delito de rebelión, este nuevo revés de la justicia belga, ante el que el Supremo no puede interponer recurso, deja poco margen de maniobra. En este sentido, resulta sorprenden­te la reacción del Tribunal Supremo acusando a la justicia belga de “ausencia de compromiso” y desconocim­iento del orden jurídico español e insistiend­o en que el auto de procesamie­nto es suficiente para sustentar la demanda española.

El error de forma abre además posibles nuevos escenarios en la situación procesal de Puigdemont y los exconselle­rs en Bélgica y en Escocia. Las euroórdene­s de Llarena se emitieron para todos los políticos fugados, y no es descartabl­e que las magistratu­ras de Alemania y de Gran Bretaña puedan detectar problemas similares, aunque cada país tiene su propio ordenamien­to jurídico. De momento, una consecuenc­ia es que las medidas cautelares a los exconselle­rs en Bruselas han quedado suspendida­s con un efecto directo en la política parlamenta­ria catalana en el caso de Comín, puesto que ERC deja de contar con su voto delegado ya que, al levantarse las cautelares, queda injustific­ado el impediment­o para votar.

Hemos expresado reiteradas veces la preocupaci­ón por el hecho de que el Gobierno español haya judicializ­ado un problema político que debía abordarse a través de la política. Ahora, la estrategia gubernamen­tal ha quedado en evidencia, y la imagen de la justicia española ha salido malparada por segunda vez a escala europea.

Ayer conocimos también la propuesta del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de abordar una reforma del Código Penal para “adecuar” el delito de rebelión al escenario catalán. Si es para dejar claro que atribuir violencia a los sucesos ocurridos en Catalunya difícilmen­te casa con la tipificaci­ón penal actual, bienvenida sea la propuesta. Habrá que esperar a que se concrete.

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