La larga noche americana
Esta es una historia de negros. Arranca, sin embargo, en un colegio público de Nueva York en cuyas aulas, curiosamente, se echa de menos a adolescentes afroamericanos. No se olvide: colegio público.
Al poco de acceder al cargo, el nuevo superintendente de las escuelas neoyorquinas, Richard Carranza, de raíces mexicanas y mariachi vocacional, pensó que debía afrontar la cuestión de la discriminación en las aulas. La segregación por el color de la piel se disfraza hoy bajo los supuestos méritos curriculares y el poder financiero de unos padres blancos que hacen grandes “donaciones” para mantener la calidad –¿exclusividad?– de la educación “pública”.
De inmediato Carranza se percató de la oposición, aunque no se le ocurrió más que tuitear: “Padres blancos de Manhattan responden enfurecidos al plan de poner más niños negros en sus escuelas”, denunció.
Tuvo que pedir disculpas. Esto no quita que los adolescentes de ese citado colegio, de carácter progresista pese a la ausencia de diversidad –uno de los señalados por Carranza–, constaten el grave problema que perdura en Estados Unidos.
Cursan octavo (en junio se gradúan en la Middle School). Están en los 14 años, más o menos. Su profesora de Humanidades les ha hecho analizar el vídeo de Childish Gambino, sobre su canción This is America (Esto es América), para que se percaten de que la vida no es de color de rosa y que ser negro no es una amenaza para los demás, sino un peligro que se experimenta a diario en carne propia.
Gambino se ha colocado en la cumbre musical y su vídeo ha superado los 100 millones de visitas en YouTube. Empieza con el tiro a la cabeza de un negro al que ponen capucha. ¿Qué han visto esos escolares? Que ese hombre ejecutado se parece al padre de Trayvon Martin, que en el 2012, a los 17 años, se convirtió en víctima mortal de un justiciero blanco que lo vio llevando puesta la capucha de su sudadera. Este caso fue el preámbulo del Black Lives Matter (la vida de los negros importa), surgido un par de años después en Ferguson con la muerte de Michael Brown.
¿Qué más observan? Que el pop distrae de los asuntos reales, que los negros en esas imágenes imitan cómo los blancos se burlaban de sus bailes en la era de Jim Crow (negros agradecidos de las atenciones de los blancos esclavistas), que se cuida más a las armas que a las personas, que los coches destrozados simbolizan la persecución habitual a los negros y que esa escena en que se ve a un negro fumar marihuana y echar a correr es lo que sucede de habitual.
Esto es lo que han concluido, que el vídeo es una recreación de la realidad.
The New York Times publicó este lunes un estudio en el que, a partir de datos policiales y judiciales, se demuestra que si eres negro tienes quince veces más posibilidades de que te detengan por fumar canutos que si eres blanco.
No arden ciudades, como sucedió en Ferguson o Baltimore en respuesta a sus difuntos, pero no es el fin del racismo. Sucede algo más sutil. Dos negros fueron esposados en Filadelfia estando en un Starbucks sin consumir a la espera de otra persona. De ser blancos, y son muchos los que lo certificarían con su experiencia, jamás nadie habría llamado a los uniformados.
No es una excepción, sino rutina, como se refleja en los medios. Tres negros cargan un coche con maletas en Rialto (California). Un vecino sospecha de robo. Se presenta la policía, un helicóptero sobrevuela. Los tres eran turistas que habían estado en un piso alquilado por Airbnb. El empleado de un club de golf avisa a los agentes porque un grupo de negros está practicando. Una estudiante afroamericana de Yale se duerme en una sala mientras realiza un trabajo académico. Le despiertan los uniformados tras la denuncia de otro estudiante.
Lo cantó Gato Pérez: “De noche, todos los gatos son pardos”. Para algunos, siempre es de noche, la larga noche americana.
Humillaciones a negros por ir a un Starbucks, dormirse en una clase de Yale o alquilar
con Airbnb
El vídeo ‘This is America’ de Childish Gambino arrasa por el retrato de la segregación habitual