Piqué, Catalunya y el mundo
Reflexiona sobre el mundo, pero acaba hablando de Catalunya, porque si a Unamuno le dolía España, a él de duele ahora Catalunya, sobre todo. Josep Piqué, ministro de Exteriores y de Ciencia y Tecnología con
José María Aznar, compagina sus dos grandes preocupaciones, la geopolítica mundial, y el devenir de Catalunya. Acaba de publicar su segundo libro sobre la primera de sus ocupaciones El mundo que nos viene, editado por Deusto, que ayer presentó en el Real Instituto Elcano. El anterior versaba sobre su otro gran interés: Escucha, Catalunya, escucha, España: cuatro voces a favor del entendimiento y contra la secesión (Península, 2017).
Habla de Trump, del papel de China en el mundo, del retorno de la Rusia de Putin, de los conflictos de Oriente Medio y la naturaleza cambiante del yihadismo, de América Latina, de Europa, de la revolución digital, pero también de España y de Catalunya.
Lamenta que España haya tenido que estar ensimismada primero en la crisis y después en Catalunya, pero lo entiende. Considera que la diplomacia clásica que ha aplicado España con la cuestión catalana ha tenido éxito, porque ningún país se ha puesto de lado de los independentistas catalanes, pero si ha ganado en la diplomacia de los estados, no le parece que haya hecho lo mismo con la diplomacia de las opiniones públicas y por eso no entiende qué tipo de comunicación ha hecho el Gobierno en un asunto tan importante.
Reconoce que no sabía quién era Quim Torra hasta que fue designado por Puigdemont, pero no le extraña, dada la forma en la que a su juicio la política catalana devora a sus líderes. De hecho, de cuando él estaba en el Parlament sólo queda Iceta. Tanto ha cambiado la política catalana que no la reconoce, y le cuesta entender que una persona con el pensamiento de Torra haya podido llegar a ser president de la Generalitat.
Como el optimismo siempre ha sido una característica de Josep Piqué, considera que “no hay mal que por bien no venga”, y dada la gravedad de las ideas del ya president, espera una reacción de los catalanes, de los que han representado el catalanismo y por ende el europeísmo. “El hecho de que el nuevo president haya mostrado en su discurso político componentes profundamente antieuropeos, como la xenofobia o el racismo, puede servir para que los catalanes que somos profundamente europeos entendamos que lo más importante es que Catalunya debe seguir en España, porque si no, el futuro puede ser muy oscuro”.