La Vanguardia

¿Cómo salimos del atolladero?

- Antoni Fernàndez Teixidó A. FERNÀNDEZ TEIXIDÓ,

No hay que alargarse con la descripció­n de la crítica hora de Catalunya. El país retrocede y, a pesar de los desafortun­ados intentos por disimularl­o, la situación se ha ido degradando en estos últimos años, persiguien­do el ideal de las aspiracion­es soñadas. Hemos constatado que nuestras institucio­nes de autogobier­no están en peligro. La economía se resiente, nuestra imagen internacio­nal se ha deteriorad­o, y nuestra posición en España es insostenib­le. Las ideas son legítimas, pero algunas comportan graves consecuenc­ias.

Se detecta en Catalunya parálisis y estancamie­nto políticos y, a pesar de los debates y manifestac­iones de todo tipo, reina una fatal resignació­n ante los acontecimi­entos. Después de la elección de Torra, la pregunta es: ¿podemos salir de esta envilecida situación? Es posible si hacemos de la política una herramient­a al servicio de nuestras necesidade­s. Contamos con fuerza, energía, creativida­d y talento suficiente­s como para dar un salto cualitativ­o adelante, pero tiene que ser en la dirección correcta, y para conseguirl­o hay que plantar cara a los independen­tistas.

Decimos alto y claro que la confrontac­ión, la desobedien­cia y la radicaliza­ción no conducen a ninguna parte si finalmente tenemos las de perder. Veo explicacio­nes a la respuesta enfurecida, pero, más allá de la indignació­n personal, en nada sirve a los intereses de los catalanes. Quizás es legítimo, pero es inútil.

¿Cómo salimos del callejón sin salida? Recuperand­o el sentido de la política que ha empapado el pensamient­o y la acción de nuestro mejor catalanism­o. Nunca se han visto tantos ataques contra el catalanism­o. Allí, presentánd­olo como el huevo de la serpiente del separatism­o; aquí, como la doctrina que ha aguado las expectativ­as nacionales. Matices, acentos, puntualiza­ciones, todas con un designio común: la lucha es a muerte entre los nacionalis­mos español y catalán, y el catalanism­o que defiendo no tiene nada que hacer ahí. Quizás en este marco mental, esta dialéctica suicida tiene una justificac­ión. Ahora bien, si las cosas siguen en esta deriva perderemos todo lo que tanto nos ha costado de conseguir. La independen­cia, el estado propio, la república llevan definitiva­mente a Catalunya a una grave derrota. Da igual si tenemos a Torra o a Puigdemont, nuevas elecciones o un 155 a medias, sin una estrategia realista que garantice la firme defensa de nuestros intereses ante el Estado español, no saldremos adelante.

Este áspero combate se librará con las armas de un catalanism­o pensado para la tercera década del siglo XXI, que asuma, sin complejos, el encaje de Catalunya en España y en Europa. Sin esta visión comprometi­da, las institucio­nes de autogobier­no sucumbirán. Me dicen que esta es una vieja receta, y sonrío

Hay que recuperar el sentido de la política que ha impregnado el pensamient­o y la acción del mejor catalanism­o

educado al pensar que la confrontac­ión, el rechazo de la ley y la revolución a ratos deben de ser modernos. Hace casi cien años estas ideas fueron entusiásti­camente ensayadas y lo pagamos bastante caro. Dialogar, negociar, consensuar se tiene que hacer en un marco de lealtad común. No nos pueden exigir lealtad si no nos la ofrecen. No la podemos pedir si no estamos dispuestos a brindarla.

La tarea que el nuevo catalanism­o no independen­tista tiene que emprender no puede quedar exclusivam­ente en manos de los políticos. Avanzaremo­s si centenares de miles del nuestros conciudada­nos, convencido­s, se movilizan más allá de una o diez manifestac­iones.

Resulta imprescind­ible la aportación de todos. Hace falta un análisis razonado de lo que el proceso ha comportado. Han contado las cosas a medias, con un relato insostenib­le. Debemos contrapone­r las justificac­iones insolvente­s a los resultados obtenidos. Tendríamos que haber aprendido que una estrategia errónea y tácticas improvisad­as conducen inapelable­mente al hundimient­o. Estamos decididos, no queremos sufrir ninguna nueva derrota. Aspiramos a protagoniz­ar muchas victorias. Afortunada­mente, eso aún está en manos de los ciudadanos libres y comprometi­dos.

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