La Vanguardia

Obcecación

- Pilar Rahola

En paralelo a la noticia de la negativa de Bélgica a extraditar a los tres consellers exiliados –con el varapalo pertinente a la justicia española–, Pedro Sánchez hacía una de las entrevista­s más penosas de un líder socialista que soy capaz de recordar. Decidido a no quedar fuera de la carrera desatada por Ciudadanos, para ser más español, más unitarista y más duro contra Catalunya que nadie, Sánchez ha sacado pecho, se ha puesto el yelmo del Mio Cid y ha liderado la nueva estrategia de la represión.

Y es así como un líder del partido fundado por Pablo Iglesias, nacido para regenerar España con valores de progreso y que, en su tiempo, incluso defendió el derecho de autodeterm­inación, ha pedido que se reforme el delito de rebelión en el Código Penal para hacerlo más efectivo. Ha añadido que esto de Catalunya durará años y que, por tanto, hay que blindarse penalmente para poder enviar a la cárcel, durante décadas, a los líderes catalanes que osen levantar la estelada.

Es decir, no sólo no ha planteado ninguna opción política, ni ha abierto la vía del diálogo ni ha mostrado ningún signo de criterio propio ante el conflicto catalán, sino que encima ha dado un paso adelante para que el PP o

Sánchez saca pecho, se pone el yelmo del Mio Cid y lidera la nueva estrategia de la represión

Ciudadanos no le superen por la derecha. En el concurso a represor del año, quiere optar a la primera plaza.

Sinceramen­te, creo que esta falta de personalid­ad, en un momento tan clave y ante un reto político de tanto calado, es un desastre. Pero no para Catalunya –aunque para Catalunya nunca es buena la opción represiva–, sino para España. Si ni el PSOE tiene capacidad para desmarcars­e de un relato intolerant­e, nacido al albur de una concepción regresiva y antimodern­a de España, que sólo entiende la fuerza ante un conflicto político democrátic­o, el futuro es muy triste y muy negro.

Primero, porque lo de Catalunya no es cosa “de años”, como dice Sánchez, sino de siglos, además de recordarle que muchos otros, antes que él, pensaron que acabarían con la cuestión catalana a golpe de porrazos, jueces y cárcel. Franco aseguró que lo había conseguido, y aquí estamos.

Cuando una causa dura tres siglos, y se revitaliza después de cada periodo represivo, es que es muy profunda y demanda una respuesta política. Además, si la necesaria regeneraci­ón de España pasa por un Estado más cerrado, más represivo y más aislado, la cosa pinta muy mal. ¿Realmente la carrera de Pedro Sánchez es con Rivera o el Partido Popular?

Eso parece, lo cual deja a Sánchez como un líder prescindib­le, sin otro papel que el de muleta del españolism­o más cerril y colaborado­r necesario de la represión. Será por ello que ha desapareci­do del Polònia, porque ha dejado de tener algún interés.

Hablaría de decepción, pero tampoco. Ya hace demasiado tiempo que el PSOE –y el PSC– dejaron de decepciona­rnos a muchos. Es lo que tiene degradarse, que llega un momento en que ya no importa.

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