Contemporáneo y esotérico
Una exposición en el CCCB desvela la influencia de las tradiciones secretas en el arte más reciente
En 1968, el pintor Alberto Porta fue detenido por la policía bajo los efectos de las drogas en Eivissa, cuando la isla estaba invadida por los hippies, y trasladado a un hospital. Allí, un enfermo de esquizofrenia dijo que le conocía, que sabía que venía de otro planeta y se llamaba Zush. Y ese fue el nombre que el artista adoptó en aquel momento, creando incluso su propio Estado, el Evrugo Mental State. Sus primeras exposiciones se titularon Alucinaciones.
En Estados Unidos, Cameron, artista, poeta de la contracultura y seguidora de la religión Thelema, estuvo casada con Jack Parsons, ingeniero experto en explosivos que trabajó en el diseño de cohetes espaciales. Parsons, que incluso dio nombre a un cráter en la Luna como premio a sus trabajos, fue investigado por el FBI por sus actividades mágicas y murió en un extraño accidente. Cameron publicó entonces sus escritos ocultistas y se refugió en el desierto de México dibujando criaturas fantásticas.
Son retazos biográficos de algunos de los artistas cuyas obras se pueden ver en la exposición La luz negra. Tradiciones secretas en el arte desde los años cincuenta inaugurada en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), donde permanecerá hasta el 21 de octubre. La exposición reúne 350 obras, entre pinturas, dibujos, audiovisuales, esculturas, fotos, instalaciones, libros, música y otros documentos que reflejan la influencia de las tradiciones secretas. Aunque predominan los creadores norteamericanos, la muestra acoge desde artistas consagrados como Joseph Beuys, Antoni Tàpies, Agnes Martin, Henri Michaux o Alejandro Jodorowsky, hasta figuras menos conocidas del underground contracultural. Es el caso de Forrest Bess, un pescador que vivía aislado en Texas y por las noches pintaba y escribía. Mantenía correspondencia con el historiador Meyer Schapiro y a su muerte en 1977 dejó un centenar de cuadros visionarios y enigmáticos que se expusieron en el Whitney. También se supo entonces de su obsesión por el hermafroditismo y que él mismo llegó a operarse y se hizo un agujero en la base del pene, según un ritual de los aborígenes australianos. Otra figura llamativa es la de María Sabina, una curandera y chamán de la etnia mazateca en México, gran conocedora del uso ritual y curativo de los hongos psicotrópicos, que fue protagonista de documentales y libros, aunque al final se sintió utilizada.
Muchos de estos artistas llevaron al límite su propia existencia para experimentar sensaciones y reacciones corporales. El poeta y pintor belga Henri Michaux produjo series de dibujos bajo el influjo de la mescalina. William S. Burroughs narra en sus novelas experiencias con las drogas en la selva sudamericana y hoy se considera un clásico de la literatura psicodélica. Burroughs conoció a Brion Gysin, poeta, pintor, fotógrafo canadiense, conocido por su Dreamachine, un cilindro con luces parpadeantes en el interior. Según su creador, si el espectador cierra los ojos y concentra su mirada en esta máquina entrará en un trance místico. Por si acaso en el CCCB han colocado un asiento delante para poderse someter a la experiencia.
También se exponen obras pictóricas de Aleister Crowley, figura popular del ocultismo, y una película de Kenneth Anger, seguidor de Crowley. En su película Invocation of my demon brother participó Mick Jagger, que le puso música. La exposición explora también la traslación de esas ideas esotéricas a ámbitos de la cultura popular como el cómic, el rock, el cine o el jazz, aunque en ocasiones parece como si las biografías de esos personajes fuesen más interesantes que sus obras.
Según el comisario, Enrique Juncosa, existe un renovado interés por el esoterismo porque vivimos en “un mundo inquieto e insatisfecho” y porque “gran parte del arte dominante es sumamente aburrido al carecer de misterio alguno y negar la poetización e interpretación de su experiencia”. Por eso vuelve el interés por asuntos como la alquimia, las sociedades secretas, la teosofía y la antroposofía, las filosofías orientales, la magia, la psicodelia y la ingesta de drogas o las corrientes sectarias.
El ‘Dreamachine’ de Brion Gysin, con sus luces parpadeantes, permite entrar en un trance místico