La Vanguardia

Principito, Barcelona espera

Griezmann se despide de su era rojiblanca con dos goles que valen su primer título grande

- TONI LÓPEZ JORDÀ

Es una locura odiar a todas las rosas sólo porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños sólo porque uno de ellos no se cumplió”. El Principito de Saint-Exupéry, en su sabia inocencia, sirvió la metáfora de su vida futbolísti­ca al otro Antoine, Griezmann (27), el pequeño mago, el Principito del fútbol. De niño frágil de similares parámetros messiánico­s a ser repudiado por los clubs franceses deseosos de músculo sólo hubo un paso para que emprendies­e el vuelo. El chavalín se mudó a Donostia, y entre chuletones, txipirones y goles de ensueño creció como el futuro heredero de la magia. Continuó su vuelo hacia las alturas, sólo que su avión se estrelló en el desierto futbolísti­co del Calderón. Cuatro años se ha pasado en la aridez del cholismo, brillando pese a las tormentas de arena, las piedras y la tierra seca regada con mucha motivación partido a partido.

Cuando parecía que sus 110 goles en 205 partidos de rojiblanco poco o casi nada habrían fecundado en el erial de Simeone –una solitaria Supercopa de España 2014–, el Principito, a punto de volar hacia el reino blaugrana donde hacer realidad los sueños no cumplidos, halló la justicia futbolísti­ca: dos goles enormes, fieles a su estilo exquisito que conjuga astucia, elegancia y veneno, que valen un título europeo. Una Liga Europa levantada, justicia divina, en la ciudad y el campo del club que le repudiaron, a 70 km de su ciudad natal de Mâcon. “Esto es una recompensa para mí después de dejar mi hogar a los 14 años”, dijo el francés al finalizar el encuentro, “por todo el esfuerzo y el sufrimient­o”.

Ironías del fútbol, Griezmann ha tenido que esperar al tiempo añadido de su era rojiblanca para hallar la gloria en el Atlético. La misma que se le negó dos veces en sendas finales de Champions contra el innombrabl­e vecino blanco.

En su tercera final continenta­l en cuatro años, Griezmann estuvo sublime. Pese a que empezó siendo transparen­te, ocultado por un tupido velo de humo que servía para disimular tanta fealdad futbolísti­ca, patadón al cielo y a correr, el francés se fue enchufando a la cholista manera: presionand­o a la retaguardi­a marsellesa como primer defensor, cual aguerrido trotón que esconde su arte para mejores momentos. Tras un par de recuperaci­ones y una pérdida, en el sexto balón que tocaba se inventó el 0-1 en un fogonazo de genio. Aprovechó una recuperaci­ón de Gabi a mal pase de Mandanda, y con la zurda batió por la izquierda al meta. Cinco goles en 8 partidos de la Liga Europa. La final estaba encarrilad­a.

Y la puso a dormir con otra genialidad, un cóctel explosivo de garra, de astucia, de velocidad, de distinción y de ese toque excelso que sólo tienen los elegidos. Colaboró en la recuperaci­ón típica de la casa, todos mordiendo como lobos, participó en la salida imparable, y la remató ejecutando la contra elevando el balón suavemente sobre el portero. 0-2 a los 49 minutos. 6 goles en 8 partidos. El 112.º con el Atlético, que ayer empezó a llorar su pérdida y a ovacionar su adiós. Lo añorarán, a Griezmann. Como nunca lo hizo la parroquia colchonera con los otros 8 que cogieron el puente aéreo. Valcárcel, Mendonça, Marcos, Julio Alberto, Eusebio, Julio Salinas, Juan Carlos y Arda Turan. Principito, Barcelona te espera.

EL DESEO DE JUANFRAN AL FRANCÉS “Antoine ha estado maravillos­o, le queremos mucho, se merece que le pasen cosas buenas”

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GONZALO FUENTES / REUTERS La celebració­n de Griezmann, inspirada en el videojuego Fortnite
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