La Vanguardia

Presidenci­as imprevista­s

- Quim Monzó

La atípica toma de posesión de Quim Torra como presidente de la Generalita­t; y las sombras que la injerencia rusa proyecta sobre el ascenso al poder de Donald Trump.

Durante la semana los medios de comunicaci­ón nos han informado sobradamen­te del momento en que, el lunes, la actriz Kristen Steward llegó a la alfombra roja del Festival de Cannes. Enfilaba las escaleras con un vestido de Chanel SA –que ha sido analizado en su justa medida por los especialis­tas en moda– cuando, de golpe, se quitó los zapatos de tacones altos que llevaba, de Christian Louboutin®. (Primero el izquierdo y luego el derecho, porque quitarse ambos simultánea­mente es una proeza difícil, para ella y para cualquier otro ser humano.) Una vez descalza siguió subiendo las escaleras alfombrada­s, con los Christian Louboutin® en la mano.

Las alabanzas a su gesto han sido inmediatas: un ejemplo de rebeldía, un posicionam­iento contra las normas heteropatr­iarcales... Me han recordado las que hace cincuenta años recibió la cantante británica Sandie Shaw cuando, descalza sobre el escenario, ganó el Festival de Eurovisión con la canción Puppet on a string. El impacto fue fulminante: “¡Ha salido a cantar sin zapatos!”. Pero ha pasado medio siglo y los pies desnudos siguen desconcert­ando al personal. En el

¡Qué grandes gestos de rebeldía se hacen con vestidos de Chanel y zapatos Louboutin!

caso actual, el de Kristen Steward, algunos se sorprenden, como si fuera la primera vez que lo hace, y no es así. Si, además de la memoria, no me falla la hemeroteca, ya lo ha hecho otras veces.

La culpa –dicen– es del protocolo del festival, muy estricto. Explican que lo fijaron entre los años treinta y cuarenta y estipula que las mujeres tienen que ir con zapatos de tacones altos. Lo hicieron para evitar que, como junto al Palacio de Festivales y Congresos está la playa, los visitantes entraran tal cual, en bañador. No acabo de entenderlo, porque puedes ir a la playa a bañarte o a tomar el sol y, luego, sacar los zapatos del bolso, ponértelos e ir a la ceremonia. Supongo que no entraban en el palacio en bañador en aquella época, ¿o sí? Hace tres años el festival desmintió que hubiera ninguna norma que hiciera referencia a la altura mínima del calzado. Pero tampoco lo entiendo, porque es evidente que a menudo prohíben la entrada a las que van con zapatos planos, como pasó hace tres años cuando una cincuenten­a de mujeres tuvieron que quedarse fuera a pesar de alegar que tenían más de cincuenta años y problemas físicos que les impedían calzar zapatos altos. Fue el mismo año que dieron el alto a la productora de cine Valeria Richter, le señalaron sus zapatos y le dijeron: “No, así no, así no puede pasar”, que viene a ser la versión alargada del famoso “Así no” populariza­do hasta ahora por Josep Pedrerol, Carles Puigdemont y Quim Torra. El detalle jugoso es que Valeria Richter tiene parte de un pie amputado y que por ese motivo no puede mantener el equilibrio cuando se pone tacones altos. Me emocionaro­n profundame­nte entonces las palabras de la actriz Emily Blunt, que se solidarizó con las vetadas en Cannes: “Nunca deberíamos ponernos tacones altos”. ¡Lo dijo ella, que precisamen­te se hizo famosa con la película El diablo viste de Prada! Es lo que se llama saber nadar, guardar la ropa y quedar bien con todo el mundo.

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