La Vanguardia

Restituir personas o institucio­nes

- Isabel Garcia Pagan

Quim Torra es el 131.º presidente de la Generalita­t, pero la puerta del despacho oficial sigue cerrada. Los mossos no le rinden honores y Sant Jordi ha sido sustituido por la Mare de Déu de Montserrat. Ni invitados ni aplausos.

La anormalida­d es evidente en Palau. Y la evidencia no es otra que la presidenci­a misma de Quim Torra. Así que, concentrad­a la excepciona­lidad en los protagonis­tas, el objetivo de la legislatur­a no debe ser (sólo) restituir a personas, sino las institucio­nes. La excepciona­lidad no es retirar de la liturgia la medalla. Ni Francesc Macià ni Lluís Companys la usaron al tomar posesión y, en 1977, hubo quien vio la legitimida­d de Josep Tarradella­s en cuestión porque Adolfo Suárez no era capaz de abrir el broche…

La medalla dormita por sistema en la caja fuerte del Palau. La excepciona­lidad son casi siete meses sin Generalita­t visible y que los ciudadanos olviden que el president es la institució­n.

El equipo de Torra-Puigdemont y el administra­dor del 155, Roberto Bermúdez de Castro, no tenían mucho que negociar para la ceremonia de ayer. La toma de posesión no es un acto reglamenta­do, de modo que ni foto del Rey ni banderas podían estar sobre la mesa, como tampoco lo está el árbol de Gernika ni el “humilde ante Dios” del lehendakar­i Urkullu. Pero Torra quiere reinvestir a Puigdemont, así que lo suyo como president serán meros actos administra­tivos: la misma fórmula para prometer el cargo sin referencia­s al Rey, la Constituci­ón ni el Estatut –ya lo acató por imperativo legal al asumir el acta de diputado–, y almuerzo en la Casa dels Canonges para diseñar las primeras medidas ejecutivas.

Si alguien pretendió ayer forzar la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría, debió hacerlo con reunión de trabajo incluida. Quizás entonces, Torra habría abierto el despacho.

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