La Vanguardia

La América a la que Trump traiciona

‘Lean on Pete’, de Andrew Haigh, retrata la emotiva travesía del adolescent­e Charley

- FERNANDO GARCÍA

Charley tiene 15 años aunque a veces su instinto le empuje a decir que ha cumplido 16 o 17. Su madre lo dejó plantado de pequeño junto a su padre, que es buena gente pero también un mujeriego borrachín y cantamañan­as. Padre e hijo acaban de mudarse a Portland y viven en condicione­s míseras. Un día, el chaval descubre un hipódromo cerca de casa. Allí encuentra un trabajo y se enamora de un caballo llamado Lean on Pete. Pero enseguida sobreviene una nueva y extrema desgracia familiar. Al mismo tiempo, su jefe, Del (Steve Buscemi), decide vender el corcel. Entonces Charley se fuga con el animal y emprende una verdadera travesía por el desierto. Es el relato de una aventura trágica pero conmovedor­a en la que el director británico Andrew Haigh cuenta con la baza impagable de un actor protagonis­ta, el joven Charlie Plummer, llamado a dar grandes satisfacci­ones por ésta y futuras películas.

Lean on Pete, estreno destacado de este viernes, se basa en la novela del mismo nombre que el también cantante y compositor Willy Vlautin escribió en el 2006, si bien la narración podría situarse casi “en cualquier época”, dice Haigh. “Al leer el libro me enamoré del personaje de Charley, de su sensibilid­ad y su resistenci­a frente a la adversidad. Me encantó el tono humano y compasivo de la novela, no sólo respecto con Charley sino con todos los personajes”, añade.

La historia transcurre en los Estados Unidos más alejados del mundo urbano de clases medias donde se ambientan la mayoría de filmes de Hollywood. El campo y la pobreza forman el entorno natural de lo que se cuece en el relato. Se trata de un niño que ha sido dejado de la mano de Dios, “no sólo por su familia sino por la sociedad”, explica el realizador. “Yo quería que la película hablara de esa gente abandonada

El joven actor Charlie Plummer parece llamado a dar grandes satisfacci­ones por esta y futuras películas

que sobrevive como pueden”. Es la América profunda a la que Donald Trump ha dado la espalda; la de las comunidade­s más humildes de EE.UU. y cuya existencia incluso pueden empeorar con las políticas del presidente. “Esa es la mayor ironía y la gran tragedia. Gran parte de las personas de las que hablamos en la cinta habrían votado por Trump creyendo ingenuamen­te que él mejoraría sus vidas”, señala Haigh. “Lo malo –puntualiza– es que tampoco la izquierda ha mejorado las condicione­s de esa gente”.

El viaje de Charley es duro, pero no del todo negro. “No quería que la película fuera completame­nte triste y sombría porque la vida, aunque muy difícil, tampoco es siempre tan terrible”. Y el niño protagonis­ta es un tipo resistente, así como especialme­nte sensible, que expresa esperanza.

Un momento casi mágico del largometra­je es el de los monólogos del chaval con su caballo, a quien convierte en confidente de secretos y reflexione­s. Honra al director el que no haber caído en la atentación de simular una relación sentimenta­l correspond­ida entre el niño y el animal, como tantas veces se ha hecho. “Era importante que Charley, tristement­e, apareciera abriéndose a un ser que no entiende y es mudo”, señala. Y, en efecto, la secuencia resulta descorazon­adora.

Haigh eligió para el papel a Charlie Plummer –ganador del premio Mastroiann­i en Venecia 2017– sin dudarlo demasiado al ver el vídeo y la carta que envió para el casting. “Había en él algo que le hacía diferente, con ese rostro que nos atraía al tiempo que nos mostraba un cierto rechazo; con su mirada que decía tanto y escondía tantas cosas”. Algo tiene, sin duda.

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