Donald Trump
El autor, estudiante de 17 años, iba armado con la escopeta y la pistola de su padre
Otro tiroteo en un instituto de Estados Unidos, que ayer acabó con la vida de 10 personas (9 alumnos y un profesor) en un centro de Texas, deja de nuevo en evidencia a Donald Trump, que se niega a abordar un grave problema que sufre el país.
El presidente Trump compareció ayer con gesto compungido. “Un día muy triste, muy, muy triste”.
Así cerró sus palabras tras un nuevo tiroteo, otra matanza en una escuela. Esta vez, en un instituto de Santa Fe (Texas), con al menos diez muertos –nueve colegiales y un profesor– y una decena de heridos, incluido un policía.
El pistolero fue uno de los estudiante, Dimitros Pagourtzis, detenido junto a “una o dos personas de interés”, por su posible ayuda, mientras sigue fresco el recuerdo de Parkland (Florida), donde hubo 17 defunciones, y el eco de las protestas por todo el país reclamando una legislación para regular la venta de armas.
Esta nueva masacre sucedió al inicio de las clases. Sobre las 7,45 horas sonó la alarma de incendio en la Santa Fe High School.
A algunos les sorprendió. Tuvieron un simulacro hace quince días. Pronto escucharon como les urgían a salir y ponerse a cubierto. Alguien pegaba tiros y no era una broma, como había ocurrido dos meses atrás al confundir fuegos artificiales con disparos.
Todo apunta que activar la emergencia formaba parte de un plan de larga elaboración para sacar a los estudiantes de las aulas.
Dimitrios Pagourtzis, de 17 años, cargó una escopeta y una pistola. Por ser menor de edad, no pudo comprarlas. El gobernador Gregg Abbott explicó que pertenecían a su padre, que las adquirió legalmente “y no sabemos si tenía conocimiento de que se las había cogido”. El presunto colocó, además, un par de explosivos caseros, uno dentro y otro fuera del recinto colegial. En su coche y en las dos residencias vinculadas a él hallaron más material.
Hubo estudiantes que señalaron el inicio del ataque en una clase de arte. Pagourtzis calzaba botas militares y vestía gabardina negra, con la que ocultó sus armas, y, según diversos testigos, una camiseta negra con la leyenda impresa en su pecho “Born to kill”, nacido para matar.
En un primer análisis de sus redes sociales, los investigadores no hallaron nada que levantara sospechas sobre adhesiones a grupos terroristas internacionales ni a grupos de odio. Definieron sus gustos de eclécticos. “A diferencia de otros pistoleros, como el de Parkland por ejemplo, no había nada que hiciera saltar las alarmas, no existían banderas rojas”, dijo Abbot. Salvo, incidió, el que el pasado 30 de abril colgó en Facebook una foto de su camiseta o de la gabardina, que lucía de habitual, con símbolos nazis.
Esto lo calificó de “señales imperceptibles”. Pero el gobernador desveló que en el registro encontraron un diario en el que Pagourtzis escribió que quería causar una matanza y suicidarse. “Ha confesado que no ha tenido coraje para matarse”, añadió.
Uno de los estudiantes, Dustin, subrayó que Pagourtzis era de carácter solitario, silencioso y tranquilo. Matizó, sin embargo, que sufría el acoso de los bullies, entre estos, de los entrenadores deportivos. Había sido integrante del equipo de fútbol americano.
“Nos decían huid, huid, esto no es un juego”, declaró Presley Lummus, una de las testigos de Santa Fe. “No me lo podía creer, la escuela es el lugar donde te has de sentir más segura, pensaba que eso no podía pasar aquí”, confesó. “Yo no vuelvo a esta escuela, ya no me siento protegida”, terció Dakota Shrader, de 16 años.
Hace un par de semanas, Trump visitó Texas (Dallas) para agasajar a la Asociación Nacional del Rifle (NRA). Ayer desapareció de su rostro la burla con la que se refirió a los atentados de París o los acuchillamientos de Londres. Su frivolidad le retrató. Ningún país occidental sufre una epidemia armada como Estados Unidos. Ni las aulas son tan peligrosas.
Dimitrios Pagourtzis no dejó alertas en las redes, salvo la foto de la camiseta con el lema “Nacido para matar”