La Vanguardia

‘Primera dama’, por sorpresa

carola miró

- SILVIA HINOJOSA

“Claro que me hace ilusión, pero no es una ilusión desbordada como debería ser, sino contenida porque es un momento difícil”, confiesa Carola Miró, la víspera de la toma de posesión de su marido, Quim Torra, como presidente de la Generalita­t. Miró (Barcelona, 1965), maestra de profesión, ha visto como en cuestión de días su vida daba un giro radical y su marido y su familia se situaban en el centro de atención de la opinión pública. A diferencia de los anteriores presidente­s, Torra no había tenido ningún cargo público antes de ser diputado en esta legislatur­a, no había hecho carrera política sino únicamente activismo. “No soy consciente todavía de lo que supondrá para nosotros. Me voy acostumbra­ndo a la vida de un político”, asegura, a la vez que lamenta la polémica por los tuits y escritos de hace años de Torra, que la oposición ha tachado de xenófobos y populistas. “Es duro. El lunes escuché en el Parlament a Inés Arrimadas (presidenta del grupo de Cs) que leyó unos fragmentos de Quim y pensé ‘no me encaja con él, no es su estilo’. Pero consideré que podía pedir perdón. Y lo ha hecho. No puede ser que aún le estén linchando por lo mismo, quizá deberían leer también sus libros”, plantea.

La cita con Carola Miró es en su casa, en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona. En la puerta de entrada, una corona de hojas recibe al visitante. En el comedor, libros y fotos familiares comparten espacio en las repisas con objetos decorativo­s hechos por ella. Coser y hacer manualidad­es es su pasatiempo desde hace años, pero desde el 2015 es también una forma de colaborar con la Fundació d’Oncologia Infantil Enriqueta Villavecch­ia. Va dos días por semana al local de la entidad y se lleva trabajo a casa. “Es algo que siempre había querido hacer y ahora es una manera de llenar el tiempo y me siento útil. Estar de baja y no tener nada que hacer es muy duro si estás habituado a trabajar”, valora.

Ha dado clases de primaria en la escuela Thau de Barcelona durante años, toda su carrera, pero ahora está de baja médica. En febrero del 2015 le detectaron un tumor en el colon, por el que tuvo que ser operada de urgencia y recibir quimiotera­pia. En mayo del 2017, un análisis dio de nuevo la alerta. “Los marcadores son altos, mañana tienes un TAC”, le comunicaro­n. El cáncer había vuelto a manifestar­se y en julio le extirparon el bazo y los ovarios. “Le dije a Quim que no quería decírselo a nadie, sólo la familia y los amigos –explica– porque lo más duro de la primera vez eran las caras de pánico de la gente y yo aún tenía que decir que no se preocupara­n. Me dije que no tenia tanta energía y que la quería para mí”.

En octubre, en los días convulsos tras el referéndum de independen­cia, Miró estaba recibiendo quimiotera­pia, pero no frenó su ritmo, asegura. “En marzo me hicieron un TAC y salió bien. Ahora vuelve a tocarme en julio, pero intento no angustiarm­e. Si algo he aprendido en estos tres años es que tengo que intentar vivir día a día, no quiero que Quim y mis hijos, mi familia, mis amigos, me vean triste y deprimida. Cuando tengo un momento de bajón, me digo ‘determinac­ión y coraje’, y si alguna vez me pasa algo ya sufriré cuando llegue”, asegura. Cuando reciba el alta, volverá a dar clases, pero no todo el día. “Media jornada es complicado siendo tutora, pero en el colegio los compañe- ros me hacen broma: ‘a ti ahora te darán lo que quieras...”, se ríe.

De niña, como sus cinco hermanos fue a una escuela alemana y a los Jesuitas de Sarrià. En casa nunca se habló de política, recuerda, pero con los años hizo una evolución de la ideología convergent­e más tradiciona­l con la que creció hacia el independen­tismo. “Quim lo es desde que tiene uso de razón –bromea–, pero en mi caso ha sido progresivo”. De forma simbólica, ella se presentó en el 2010 en las listas de Reagrupame­nt, pero nunca ha militado en ningún partido. Eso sí, hasta la semana pasada estaba en un CDR de su barrio, grupo con el que fue dos días a colgar lazos amarillos a colegios electorale­s. Ya se ha dado de baja; sus hijos no. “Mis hijos se poli- tizaron a raíz del 1 de octubre, quedaron muy tocados con la represión policial”, explica. La pequeña fue apoderada de la CUP en un colegio electoral el 21 de diciembre.

De filiación cristiana, Carola Miró asistió durante años a las charlas y catequesis para jóvenes que los jesuitas ofrecían en la congregaci­ón

Hasta la semana pasada estaba en un CDR del barrio y fue a colgar lazos amarillos; ya se ha dado de baja

“No quiero estar triste, sufriré si toca”, afirma, después de haber superado la segunda operación de cáncer

“Yo le digo: ‘Quim, a la cárcel no, antes nos vamos al exilio’”, señala, ante la causa judicial del proceso

Berchmans (hoy Casal Loiola). Las misas eran modernas para la época, con guitarras y sermones compartido­s, recuerda. Sigue yendo a misa, pero no lo siente como una obligación. El voluntaria­do es también una constante en su vida, desde que con veinte años fue un agosto a la leprosería de Fontilles. Por esa época, cuando ya estudiaba Magisterio, conoció a Quim Torra, que se estaba sacando la carrera de Derecho. Les presentó una amiga común. Habían coincidido un curso en los Jesuitas sin saberlo. Llevan tres décadas juntos y tienen tres hijos: Carola, de 25 años, que trabaja en una fundación de mujeres; Guillem, de 22, que estudia Educació Social y Helena, de 20, que cursa un grado de Políticas, Filosofía y Economía.

Le gusta leer novela, cuentos y biografías y en casa tienen un abono en el Liceu que les asegura unas funciones al año. Explica que en las últimas semanas han tenido muchas cenas en casa; los amigos querían saber qué estaba pasando y sometían a Torra a un tercer grado, bromea. Pero no esconde un cierto temor sobre las consecuenc­ias judiciales de sus actuacione­s, en el marco del proceso soberanist­a. “Una amiga me decía: ‘sobre todo, que no haga nada que pueda ir a la cárcel’. Yo le digo: ‘Quim, a la cárcel no, antes nos vamos al exilio. En el exilio eres una voz y en la cárcel eres invisible”, apunta. Por extremo que parezca, incluso tiene claro cuál sería el destino: Suiza, donde la familia vivió un año por el trabajo de Torra en la asegurador­a Winterthur.

Este fin de semana se quedan sin asistir a la cita que cada año por estas fechas tienen con un grupo de amigos a los que conocieron en una salida en bicicleta por el Delta de l’Ebre. Ella todavía se pellizca. “Han pasado tantas cosas que me cuesta resituarme”, admite.

De filiación cristiana, hace voluntaria­do desde joven; ahora para una fundación oncológica infantil

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MANÉ ESPINOSA
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Arriba, con Raquel Pla, dueña de la tienda de labores del barrio que frecuenta desde hace años y en la que ha hecho todo tipo de manualidad­es, tanto para ella o su familia como de voluntaria­do; a la izquierda, con Quim Torra, en una foto del álbum...
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MANÉ ESPINOSA
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