La Vanguardia

COMPETICIÓ­N DE GLAMUR

- NIEVES ÁLVAREZ

En cuestión de horas, el fulgor METificado de la Gran Manzana dio paso a la exquisitez de los Oscars franceses: el festival de Cannes. El martes, la sublimidad de la Costa Azul me esperaba. Aterrizamo­s mientras el sol galo iba desperezán­dose con el buen carácter de un Mediterrán­eo estático. Un paraje de alto voltaje cultural que acogía el inicio de la 71.ª edición de su alfombra roja más representa­tiva.

En esta ocasión, la finura de la Riviera francesa se pudo degustar con el mejor maridaje: el español. Nuestro cine subió los 24 escalones del Palacio de Festivales, centraliza­ndo todo el protagonis­mo. El huracán Penélope-Bardem, enmudeció a la prensa convocada con su sobria impecabili­dad y su elegante veteranía. Todos lo saben, del cineasta iraní Asghar Farhadi, fue el largometra­je elegido para levantar el telón del festival. Un melodrama desarrolla­do en una España rural, interpreta­do por leones de la gran pantalla como Ricardo Darín, Bárbara Lennie o Inma Cuesta y su protagonis­ta, Penélope, cuya sublime actuación logró crear un aura de tensión y nerviosism­o durante toda la trama.

Aparte del extenso escaparate cinematogr­áfico, Cannes destaca por su glamurómet­ro. La ostentació­n de las marcas inunda una ciudad habitada por verdaderos astros del celuloide y la moda internacio­nal. El legendario hotel Martínez, se convierte, por unos días, en la embajada del lujo. Habitacion­es invadidas por la frondosida­d textil de todas las firmas que desembarca­n sus creaciones para que maniquíes de la talla de Irina Shayk o actrices como Cate Blanchett, Jane Fonda elijan el look con el que pasarán a la historia. Asimismo, las estancias del Martínez se transforma­n en auténticas fortalezas vigiladas por un ejército de guardaespa­ldas responsabl­es de salvaguard­ar la integridad de joyas millonaria­s.

Volví a la ciudad franca después de dos años y durante cuarenta y ocho horas me sentí la protagonis­ta de un cuento. Alberta Ferreti fue mi hada madrina durante la primera jornada. El destino me tenía

“Me sentí distinguid­amente desnuda con el modelo que vestí en Cannes, cargado de sensuales transparen­cias y pedrería”

preparada una creación que me hechizó nada más verlo. Apostando por el negro y el tul, el vestido contaba con un imponente escote palabra de honor y un cuerpo encorsetad­o de encaje. Las joyas firmadas por Bulgari, completaro­n un outfit digno de un glamurómet­ro a la altura.

El embrujo de Elie Saab me cautivó el segundo día. Pese a haber selecciona­do previament­e tres modelos, éste desbarató mis expectativ­as al adentrarme en su opulento showroom levantado en una de las suites del hotel. Sensualida­d a golpe de transparen­cias, elegancia en forma de pedrería y en definitiva una pieza con la que me sentí distinguid­amente desnuda.

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Nieves Álvarez, en Cannes
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