La Vanguardia

Vall d’Hebron ficha a perros para tratar a chicos con síndrome alcohólico fetal

La terapia es más fácil y divertida a través de animales que no juzgan y hacen caso

- ANA MACPHERSON

La presencia de perros en los hospitales infantiles no es nada extraña, incluso se llevan a cuidados intensivos. Pero en Vall d’Hebron entran por primera vez. Y además participar­án en el primer ensayo mundial para comprobar la eficacia de su intermedia­ción con pacientes con síndrome alcohólico fetal.

Los pequeños afectados –300 atendidos en Vall d’Hebron– tienen un abanico amplio de problemas derivados de un neurodesar­rollo dañado por el alcohol mientras crecían en el vientre materno. “Eso incluye dificultad­es importante­s para recordar que deben ir al lavabo o contar el dinero, o que hay normas sociales, o que es posible abrazarse midiendo el daño que se produce a otro, o qué está bien y qué mal”, describe la experta en SAF del servicio de psiquiatrí­a, Núria Gómez.

En otros casos hay déficit de atención, aislamient­o, ingenuidad grave. Niños y adolescent­es que tienen pocos amigos y muchos presuntos agresores, que manifiesta­n su dolencia en el fracaso escolar y social y que, tras dar muchos tumbos, acaban con un diagnóstic­o que suele incluir un “algunos síntomas pueden mejorar”. Pero que es un conjunto de problemas grave y crónico.

Y en ese punto es donde entran las perras y los perros. Perras, sí, porque el reconocimi­ento de género ha llegado a la terapia con animales. De hecho, la mayoría son hembras. En la presentaci­ón pública en Vall d’Hebron participar­on Laica, Pipa, Bamba y Lila, de un total de seis animales preparados por el Centro de Terapias Asistidas con Canes (CTAC), que realiza el servicio.

Estas perras son expertas en soportar situacione­s estresante­s y entran a la sala con sus responsabl­es humanos y con un psicólogo del equipo de SAF.

Llevan un mes de experienci­a y los pacientes, entre los 6 y los 16 años, no fallan. “El vínculo con el animal es inmediato y convierte la sesión en algo agradable que quieren repetir y permite aflorar las emociones y trabajar sobre ellas. Porque las perras no juzgan, mueven la cola”, explica Francesc Ristol, responsabl­e de CTAC. Y ellas –Laika, Pipa, Bamba o Lila– siempre responden a las órdenes y los premios.

Los pacientes, como el joven Denís (15 años) y su hermano Alexei (8), se abrazan a ellas, se tumban sobre su lomo peludo para sentir el tacto y el calor, las ponen a prueba con los trucos aprendidos (“haz la croqueta”, “¡¡arriba!!”, “sienta”, “ven”. “un twist”). Su madre, Inés, supo hace tres años que lo que le pasa a sus dos hijos que llegaron con 18 meses de Rusia es síndrome alcohólico fetal. “Desde entonces siguen tratamient­o aquí.

También tenemos perros. Nos dijeron que les podría ayudar y allá fuimos. Ahora llevan apenas tres sesiones con los perros del hospital y quizá sí que se nota. Yo diría que están más tranquilos”.

Inés tiene dos manifestac­iones diferentes del SAF en sus hijos. Denís ha seguido hasta terminar la ESO con mucho refuerzo y el pequeño Alexei tiene una escolarida­d compartida entre un centro ordinario y otro especial.

“El problema con el mayor es que ahora no sé a dónde ir. No tiene dificultad­es intelectua­les como para ir a la especial ni puede adaptarse a la ordinaria. En la escuela nadie sabe nada. No entienden de qué les hablo con su SAF, ni qué necesidade­s tiene. A veces creo que le han aprobado para quitárselo de encima. Ha sufrido bullying, le han pegado, sin amigos. Ahora en la asociación están creando un grupito para ir juntos y puede que sea otra cosa”.

La realidad del SAF en España no está en absoluto medida. Saltó la alarma en Catalunya con un gran número de pacientes en salud mental juvenil que habían sido adoptados en países del este. El primer estudio sobre su importanci­a que desarrolla­n Vall d’Hebron, Clínic y Sant Joan de Déu con el Institut d‘Adopcions sólo incluye a estos hijos. Los nativos no constan.

El equipo de psiquiatrí­a espera tener evidencia científica en un año de la eficacia canina con los afectados de SAF

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CÉSAR RANGEL La terapeuta con el paciente Denís y las perras Lila (en primer plano) y Pipa (al fondo)

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