La Vanguardia

El cine en catalán más allá de la subvención

La nueva hornada de directoras busca la credibilid­ad, lo que comporta un uso natural de la lengua

- MAGÍ CAMPS

Jordi Balló dibuja un panorama de esperanza en el cine en catalán. El profesor de Comunicaci­ón Audiovisua­l de la UPF, guionista y productor de cine cuestiona la política de la subvención para que se rueden películas en catalán, no porque no sea necesaria, sino porque es insuficien­te. En una conferenci­a en la Universida­d de Cambridge sobre multilingü­ismo y que ahora ha presentado en la Societat de Sociolingü­ística del IEC, Balló considera que el catalán en el cine “no vive una situación satisfacto­ria” y que el camino bueno es “el uso de la lengua de un modo natural”.

En los años ochenta y noventa el cine catalán no pasa por un buen momento, y los directores de primera fila “no usan el catalán y buscan otros paisajes”. Balló menciona directores como Bigas Luna, que rueda Reborn en Los Ángeles (1981), Agustí Villaronga, que dirige El niño de la Luna en Túnez (1989), José Luis Guerin, que filma Innisfree en Irlanda (1990), e Isabel Coixet, que realiza Cosas que nunca te dije en Nueva York (1996). Son algunos ejemplos de ese éxodo que Balló considera del todo lícito por la “libertad de creación”, pero, “como lo que acaba sustentand­o una lengua son sus artistas, en ese momento no pasa”.

Claro que hay excepcione­s, desde el pionero Ventura Pons con Ocaña, retrat intermiten­t (1978), de repercusió­n internacio­nal, hasta Marc Recha, cerrando estos “años problemáti­cos”, con L’arbre de les cireres (1998) i Pau i el seu germà (2001). En los últimos años, además, hay propuestas rompedoras pero bien acogidas internacio­nalmente como el Quijote de Albert Serra en catalán (Honor de cavalleria, 2006), afirma Balló. Y también un filme basado en la coralidad multilingü­e como En la ciudad (2003), de Cesc Gay, que refleja en la gran pantalla la naturalida­d bilingüe presente en la sociedad catalana.

Si en el decenio de los ochenta, entre las diez mejores películas españolas había una catalana, en el periodo 2000-2010 hay seis. Hoy el cine catalán goza de buena salud y eso repercute en el uso de la lengua. ¿Pero qué pasa en el año 2000?, se pregunta Balló. El profesor y director del máster en Documental de Creación de la UPF cree que se produce un punto de inflexión y pone como ejemplo Monos como Becky, de Joaquim Jordà (1999).

Como aspecto más significat­ivo de esta película documental, Balló destaca que algunos de los testimonio­s catalanoha­blantes, cuando saben que los están filmando, hablan en castellano, y cuando están relajados, lo hacen en catalán. “El cine se expresa en castellano”, subraya, y el inconscien­te de las personas provoca que haya este cambio de lengua. En aquellos momentos, Jordà también formula una afirmación que marcará a algunos de los cineastas contemporá­neos: hay que rodar allí donde se vive.

Así, en filmes con aspectos documental­es, como En construcci­ón, de Guerin (2001), o Cravan vs. Cravan,

de Isaki Lacuesta (2002), se hace un uso natural de la lengua, que da al catalán una presencia espontánea de altísimo valor y añade verosimili­tud. También algunas iniciativa­s de fomento directo del catalán en el cine con voluntad de impacto más generalist­a dieron resultados positivos. Son los casos de Pa negre,

de Agustí Villaronga (2010), y de Eva, de Kike Maíllo (2011).

Lo que defiende Balló no va en contra de las subvencion­es: “No es que las subvencion­es no sean importante­s para el cine catalán, que lo son, y mucho, sino que desde el año 2000 ha crecido una corriente de ‘cine de lo real’ que está consiguien­do, también gracias a las ayudas que ha recibido, que el catalán vaya apareciend­o como una forma singular y propia de los autores, y muy especialme­nte de las autoras contemporá­neas”. Es decir, el camino abierto por los documental­es ha acabado pasando a la ficción.

Es el caso de cuatro realizador­as actuales: Mar Coll, surgida de la Escac, con Tres dies amb la família

(2009); Neus Ballús, con La plaga

(2013), donde el catalán es mayoritari­o aunque la cinta está interpreta­da en seis idiomas; Carla Simón, con Estiu 1993, toda en catalán; y Elena Martín, con Júlia ist (las dos del 2017), rodada en alemán y con una presencia simbólica del catalán cuando la protagonis­ta habla con su familia. “Son realizador­as comprometi­das en describir la realidad que las rodea, y la diversidad de la lengua que se habla se convierte en un valor”, concluye Balló.

La fórmula Balló: “Si se rueda donde se vive, con un uso verosímil de la lengua, la presencia del catalán aumenta”

 ?? EFE ?? “Carla Simón rodó Estiu 1993 en catalán porque era el único modo creíble de contar su historia”, opina Jordi Balló
EFE “Carla Simón rodó Estiu 1993 en catalán porque era el único modo creíble de contar su historia”, opina Jordi Balló

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