Mil y una noches en el valle del Pas
El escritor y cineasta Gutiérrez Aragón publica ‘El ojo del cielo’, novela en clave de realismo mágico septentrional
El relato transcurre entre cántaras de leche y smartphones. Entre vacas y ordenadores. Entre el valle del Pas, en la Cantabria más profunda, y una smart city no muy lejana cuyo nombre no se cita. Una madre y tres hermanas de muy diversos caracteres, abandonadas las cuatro por el excelente heladero pero chapucero estafador que era el padre de familia, bregan por salir adelante a la par que afrontan amores y desamores dentro y alrededor de lo que la hermana pequeña, Clara, de 10 años, llama “la cabaña del fin del mundo”.
Las idas y venidas de las cuatro mujeres son seguidas continuamente por un radar desde lo alto de un cercano cuartel de la OTAN; el artilugio de vigilancia da título a esta cuarta novela del también académico y cineasta Manuel Gutiérrez Aragón. Es El ojo del cielo (Anagrama), una ágil narración costumbrista pero con su intriga y su misterio –así como con su retranca- en clave de realismo mágico septentrional. En paralelo con una trama central llena de pequeñas historias, un hombre llamado Abderramán narra un cuento a la manera de Las mil y una noches, sólo que con personajes del siglo XX como Forbes, Liz Taylor, Chirac o Mick Jagger.
Clara y sus dos hermanas, la joven Valen y la adolescente Bel, son campesinas millennials, dice el autor; habitantes de un mundo rural hasta hace poco tan próximo como mentalmente remoto para los urbanitas, que sin embargo lo envidiamos y tendemos hacia él con fuerza creciente. “Las fronteras entre lo rural y lo urbano se han ido borrando. La gente de la ciudad quiere vivir en la periferia, como si estuviera en el campo. Y los del campo se pasan el día en la ciudad. Los artilugios digitales han acercado la vida de unos y otros”, apunta el escritor.
El valle del Pas, a una hora de Santander, es un caso extremo de modernización. Hace unos años era algo así como “el culo del mundo”, poblado por “una raza maldita” de gente desconfiada a la que se suponía un cierto atraso. La situación ha dado un vuelco y hoy los residentes se muestran orgullosos de ser pasiegos. Pues lo que antes era una forma de vida rústica en unas montañas lejanas hoy se tiene por “un modelo de explotación sostenible del territorio”, hasta el punto que “el ecosistema pasiego es objeto de tesis doctorales en Oxford y Yale”, añade Gutiérrez Aragón. Él es de Torrelavega, pero conoce perfectamente esa zona, donde no en vano transcurren asimismo sus películas La vida que te espera y La mitad del cielo.
Los pasiegos tienen fama en Cantabria de reservones, y cerrados, aunque también de linces. “De lo que no se habla no existe”, repiten los personajes del relato en lo que mejor define la idiosincrasia pasiega. “Es como si hubieran leído a Wittgenstein”, señala el novelista en alusión a esa otra famosa frase del filósofo austriaco: “De lo que no se puede hablar es mejor callarse”.
En la novela, de sólo 170 páginas, la narración corre a cargo de las tres hermanas protagonistas y del que es el amante de la mayor, Ludi Pelayo. Esta alternancia de perspectivas adquiere un mérito especial cuando el autor se pone en la piel de Bel cuando descubre el amor y el sexo.
“Para mí la elección del punto de vista es decisivo”, subraya el novelista. Se refiere tanto a la literatura como al cine. “La forma de rodar de ahora, con varias cámaras a la vez para luego elegir en el montaje cuál es el personaje que mira en cada escena, no me gusta. Tengo que decidir antes, y es en lo que más tardo siempre, desde dónde y con la voz de quién voy a contar lo que pasa”.
Gutiérrez Aragón asegura que se lo ha pasado de cine escribiendo El ojo del cielo. Pero desde que empezó con el proyecto tiene descartado llevar el libro a la gran pantalla, lo mismo que en el caso de sus anteriores relatos. “Yo ya lo he contado, así que no volveré a hacerlo. Si otro quisiera hacer una película, bueno,
El relato tiene como narradoras a las tres jóvenes protagonistas; el punto de vista resulta “esencial” para el autor
pero no seré yo”, asegura. Y confiesa que en sus primeras novelas incluso escribía de manera que fuera imposible convertir la historia en filme. Ya no es así, pero el escritor que antes fue realizador quiere mantener la distancia entre una y otra faceta. ¿Echa de menos el cine? “Sí, pero sobre todo los rodajes, por el trato con los actores y lo que físicamente no te dan las novelas”. ¿Volverá a hacer películas? “No lo sé”. Y ahí lo dejamos.