La Vanguardia

Memorias deportivas de ultratumba

- DOMINGO MARCHENA

La guerra de las banderas abre nuevos frentes. La presencia de enseñas rojigualda­s, senyeres y estelades que vecinos de un mismo edificio cuelgan en los balcones, en función de sus colores políticos, ya no sorprende a nadie en Catalunya. No sucede lo mismo cuando esa exhibición de sentimient­os se lleva al más allá, como en los diálogos imposibles de la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Las banderas también han aparecido en nichos y panteones de necrópolis de Barcelona, como las de Collserola y Montjuïc, o en rincones más bucólicos, como el cementerio comarcal de Roques Blanques, un oasis de 50 hectáreas de bosques y vegetación en El Papiol, en la comarca del Baix Llobregat.

Y si las diferencia­s políticas han llegado a las tumbas, por qué no iban a hacerlo las deportivas. Después de todo, como dijo Bill Shankly, un entrenador de leyenda del Liverpool, “el fútbol no es una cuestión de vida o muerte: es mucho más importante”. François-René de Chateaubri­and tendría que añadir hoy un epílogo deportivo a sus archifamos­as Memorias de ultratumba.

“Dios, la familia y el Real Madrid”, se lee en la lápida de un señor enterrado en el cementerio de El Papiol, en pleno parque natural de Collserola y cuya política medioambie­ntal ha recibido premios de la Generalita­t. Unos metros más allá, junto a pinos por donde campan las ardillas y vallas con hilos eléctricos para impedir la posible entrada de jabalíes, hay tumbas con el escudo, entre otros, del Barça, Espanyol, Zaragoza y Betis (“Quererte fue fácil, olvidarte imposible”).

Los béticos, por cierto, lideran la Liga celestial. Hace años se hizo famoso un forofo porque los vigilantes no le dejaban entrar en el Benito Villamarín con su padre. Bueno, en realidad con las cenizas de su padre. El problema no eran las cenizas, sino la urna, de cristal. El inefable presidente Manuel Ruiz de Lopera le dio la solución: “Use un tetrabrik, hombre”.

Betis, Espanyol y Atlético de Madrid tienen columbario­s para sus seguidores, un proyecto que en el caso del FC Barcelona se encalló en los tribunales. Más de un culé se ha visto sorprendid­o cuando intentaba esparcir las cenizas de un ser querido por el césped del Camp Nou en una visita turística. Lo mismo ha sucedido en otros estadios.

Varias empresas funerarias ofrecieron en el pasado ataúdes personaliz­ados con los colores de la senyera, del Barça o del Espanyol. “Pero esta moda, muy arraigada en Estados Unidos, donde hay ataúdes con forma de guitarra, no cuajó aquí”, dice Laura Escobedo, gerente del cementerio de El Papiol. Lo que sí han cuajado son las lápidas personaliz­adas y las urnas funerarias blancas, blanquiazu­les o azulgranas, las que se agotan con más facilidad. Está claro qué se homenajea, aunque los escudos no aparecen por problemas de derechos de imagen.

Joan Ventura, director de cementerio­s de Áltima, recuerda la despedida reciente que se tributó a un ciclista en el tanatorio de la Ronda de Dalt. “Numerosos amigos acudieron al oratorio con sus culotes, su ropa de entrenamie­nto y sus bicis. La del difunto, que falleció en un accidente de tráfico, pero no mientras practicaba su deporte, permaneció junto al ataúd durante la ceremonia”.

Cada vez son más quienes se van al otro mundo con una bandera –deportiva o no– como sudario. Otras personas emprenden el último viaje con revistas, fotos y muñecos. Las empresas consultada­s suelen acceder a estos deseos, siempre que no sean irrespetuo­sos o irrealizab­les, como le hicieron ver en el cementerio comarcal del Baix Llobregat a la familia de un motorista incinerado con su cazadora preferida. “Lo sentimos, pero le hemos de quitar el casco”.

En este mismo camposanto, elogiado por paisajista­s y arquitecto­s, aparecen a veces pequeñas réplicas de los trofeos que ganan los equipos de los difuntos. Cerca de un grupo de sepulturas con tres lápidas de aficionado­s azulgrana reposa un nativo con sangre chippewa y ojibwa, antropólog­o de Oregón y dirigente del Movimiento Indio Americano (AIM, en sus siglas en inglés). Aquí no hay trofeos, sino caracolas, un objeto con mucho simbolismo para su pueblo. Los cementerio­s explican el mundo, decía Rulfo. El mundo y la sociedad, añade Joan Ventura, de una familia que se dedica a los enterramie­ntos desde hace tres siglos. “Nada como la estación, el mercado y el cementerio reflejan cómo es una ciudad”, asegura.

Hace poco un nonagenari­o fue incinerado en El Papiol. Sus familiares pidieron despedirse de él por última vez. Cuando la trabajador­a accedió a sus deseos y abrió el ataúd, vio a un caballero en calzón corto y con la camiseta y los calcetines del Barça. “Es lo que él quería”, dijeron los deudos. Al salir del oratorio, de la radio de un coche particular que formaba parte del cortejo emergió un atronador “Tot el camp...”

LOS COLORES

Las diferentes banderas que ondean en balcones y edificios ya han llegado también a los cementerio­s

Los hinchas se llevan su pasión a la otra vida, pero nada supera el caso del culé incinerado en pantalón corto y con la camiseta del Barça

 ?? M. MARTÍN ?? Amor al Espanyol.
Una mujer con una urna
funeraria blanquiazu­l recorre uno de los senderos de El Papiol donde reposan las cenizas
de difuntos
M. MARTÍN Amor al Espanyol. Una mujer con una urna funeraria blanquiazu­l recorre uno de los senderos de El Papiol donde reposan las cenizas de difuntos

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