Shelley McNamara
ARQUITECTA
Las arquitectas dublinesas Shelley McNamara e Yvonne Farrell, fundadoras del estudio Grafton Architects, son las comisarias de la 16.ª Bienal de Arquitectura de Venecia, que se abre el sábado y se cierra el 25 de noviembre.
Bajo el lema Freespace –espacio libre o gratuito–, este sábado se inaugurará la 16ª Bienal de Arquitectura de Venecia, abierta hasta el 25 de noviembre. Si en la edición anterior el chileno Alejandro Aravena apostó por una arquitectura de combate ante las necesidades sociales, las dublinesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, comisarias de esta bienal, han querido enaltecer una arquitectura generosa y considerada, que da al usuario regalos espaciales porque, dicen, “todos tienen derecho a beneficiarse de la arquitectura”.
Predicando con el ejemplo, Farrell y McNamara –que fundaron su estudio, Grafton Architects, en 1977, y tienen obras en Dublín, Milán, Lima o Toulouse– han devuelto su esplendor a los edificios del Arsenal o el pabellón central, sedes de la Bienal, en anteriores ediciones desfigurados por los participantes. En la nave de la Cordelerie han restituido a la avenida central, de 300 metros de longitud, su magnificencia, colocando las aportaciones de sus invitados, 71 en total, tras las dos columnatas que sostienen las cerchas de madera, de modo que no obstruyan la perspectiva; y han abierto todas las ventanas cegadas. Entretanto, en el pabellón central han apostado por la iluminación cenital y han trazado ejes que permiten, desde su interior, ver por un lado el canal y por otro los jardines.
ARSENAL. El Arsenal recibe al visitante con una gran cortina de cuerdas, como las que hace siglos se fabricaron allí, y si bien los audiovisuales de la primera sala evocan el pasado de la arquitectura y la navegación venecianas, en las posteriores se suceden contribuciones actuales. Como la escuela de Takaharu Tezuka en Tokio, cuya maqueta, animada con proyecciones y sonidos, rompe esquemas estáticos. O Evasao, un montaje de Alvaro Siza donde unas pocas formas y luces definen un espacio esencial. O el pabellón del indonesio Andranatu, que tras su fachada de fibras naturales oculta una agradable “promenade architecturale” por escaleras. O el de Sejima y Nishizawa, donde con unos cilindros de metacrilato transparente dan otro paso hacia la desmaterialización.
En el Arsenal hay también aportaciones de autores españoles. La mayor y más lograda es la de Ricard Flores y Eva Prats, basada en su obra de la barcelonesa sala Beckett: con una fachada que revive uno de sus rincones más afortunados y, tras ella, una reproducción del taller de los arquitectos donde se desarrolló el proyecto. Paredes y Pedrosa presentan una revisión de secciones de sus obras, convirtiendo volúmenes interiores en macizos. Rafael Moneo evoca su trabajo para el ayuntamiento de Murcia; Carme Pinós, su torre Cube en Guadalajara (México) y Benedetta Tagliabue propone un espacio participativo.
PABELLÓN CENTRAL. En el pabellón central, las comisarias exploran conexiones entre la arquitectura del pasado, del presente y del futuro. Tras la sala inicial, donde dialogan la cúpula de frescos azulados con un pavimento cerámico de nueva factura, se llega al Close Encounter. En él, jóvenes arquitectos irlandeses recrean y sintetizan una docena de grandes edificios: la casa Barragán en México, la Fundación Oteiza de Sáenz de Oiza en Alzuza (Pamplona), la Maison du Peuple de Prouvé en Clichy, el edificio Girasol de Coderch en Madrid, el Centro Comunal Recreativo de Salmona en Santa Fe (Colombia), etcétera.
En una exposición que festeja el espacio regalado no podían faltar Lacaton y Vassal, tan hábiles a la hora de ampliarlo y hasta doblarlo en bloques de viviendas populares, reproducidos aquí con grandes fotos. Esta generosa contención contrasta con las impresionantes maquetas de Peter Zumthor. Son piezas de mármol, cera –que reproduce un mar azul verdoso–, madera (para el estupendo proyecto del hotel de montaña de Tschlin, Suiza), granito y agua (los materiales de las termas de Vals) o incluso ¡carbón!, en la maqueta de un museo minero en Noruega. También es de interés la sala dedicada a BIG y su proyecto Humanhattan 2050, para reverdecer, proteger y acomodar al cambio climático la costa sur de Nueva York (desde la calle W57 hasta la E42, pasando por Battery Park) con un coste global de 5.000 millones de dólares, que quizás demore su realización. O la sala de grandes proyectos que Venecia descartó de Le Corbusier, Wright, Kahn o Noguchi.
CATALUNYA Y ESPAÑA. Catalunya dedica su pabellón, incluido en la lista de los doce Eventos colaterales,
a RCR, premio Pritzker 2017, que presentan su sueño de La Vila, una propiedad rural en la Vall de Bianya, con molino y no pocas hectáreas, que convertirán en su laboratorio. Este pabellón, que por fuera parece una caja negra, revela al ingresar en él su tono onírico, mediante una envolvente plástica y 6.000 lupas Fresnel (como grandes gotas de rocío) colgadas del techo. Pati Núñez y Estel Ortega son las comisarias de este Somni i Natura
España, cuyo pabellón ganó en 2016 el premio al mejor pabellón extranjero, se vuelca este año en los jóvenes, bajo el lema Becoming .De los 1.200 que respondieron a un open call, se muestran 142 proyectos, clasificados por 55 conceptos, entre los que crítico, político y social
destacan. Atxu Amann, su enérgica comisaria, afirma que la selección acredita a una cantera joven arquitectónica.
VATICANO. El Vaticano debuta este año en la Bienal con pabellón nacional propio. Lo hace a lo grande, con diez capillas diseñadas por arquitectos actuales en el bosquecillo de la isla de San Giorgio Maggiore. Entre los invitados está lord Foster, que propone una obra cerrada con celosía de madera entreverada de jazmín; el paraguayo Javier Corvalán, que ha diseñado un cilindro suspendido e inclinado (como un enorme filtro de aire de coche, pero en madera), en cuyo interior se siente una agradable sensación, pese al grosor de la estructura; el portugués Souto de Moura, que exhibe una pieza hecha con bloques de piedra; o, de nuevo, los barceloneses Flores & Prats, con una capilla de color terroso, abierta al bosque, que relaciona la espiritualidad con la naturaleza, donde por cierto se han integrado muy bien todos los pabellones.
PABELLÓN CENTRAL
Busca establecer un dialogo entre la arquitectura de ayer, de hoy y de mañana
EL VATICANO
Debuta con pabellón nacional dedicado a diez capillas firmadas por grandes nombres
OTROS PAÍSES. Merece la pena visitar el pabellón del Reino Unido,
aunque está vacío, al objeto de reflexionar sobre el abandono y el Brexit. La intervención tangible consiste aquí en una gran altana veneciana sobre la cubierta del pabellón, a la que se accede por una escalinata metálica: un nuevo espacio para el diálogo… Y el pabellón de Alemania, donde se expone lo que se ha hecho allí donde el muro, derribado hace 28 años, la dividió durante, también, 28 años. La muestra da voz a personas que viven en Ceuta, Nicosia, Ciudad Juárez, Cheorwon, Belfast o Belén, donde perviven los muros…
O el pabellón de Holanda, comisariado por la española Marina Otero: parece una consigna de estación de trenes, pero cuando uno empieza a abrir puertas aparece incluso la cama en la que John Lennon y Yoko Ono yacieron por la paz.