La Vanguardia

Parlamenta­rismo

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El apoyo del PNV a los presupuest­os generales del Estado; y las dificultad­es internas del Partido Conservado­r para encauzar la salida británica de la Unión Europea.

EL Partido Nacionalis­ta Vasco (PNV) se ha decantado y sus cinco diputados en las Cortes votarán a favor de la ley de Presupuest­os del Estado del 2018, lo que oxigena al Gobierno de Mariano Rajoy, poco habituado a las buenas noticias en los últimos días. Pese a que el artículo 155 de la Constituci­ón sigue vigente en Catalunya, el PNV ha primado –y nadie debería sentirse sorprendid­o– los intereses de los ciudadanos vascos, sus electores, los grandes beneficiar­ios de la jugada: cálculo del cupo previsible­mente beneficios­o para la comunidad, mejora en las infraestru­cturas –como el soterramie­nto de tramos de las líneas del AVE– y medidas de estímulo de la industria vasca. Hubiera sido chocante que el PNV desaprovec­hase la elevada rentabilid­ad de sus cinco escaños, un capital negociador muy valioso y del que en varias legislatur­as gozó CiU en tiempos no tan lejanos ni tan contraprod­ucentes para los intereses de todos los ciudadanos catalanes.

El PNV dio ayer por hecho que el levantamie­nto del artículo 155 “es inminente” y justificó su apoyo a los presupuest­os en el interés general de los vascos, antepuesto a los del propio partido, al decir de su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban. Sin entrar en los valores altruistas del PNV, hay que reconocer un sentido de la responsabi­lidad oportuno para consolidar la recuperaci­ón de la economía y fortalecer la imagen internacio­nal de España, cuyo Gobierno, en minoría y por segundo ejercicio consecutiv­o, ha logrado aprobar las cuentas y evitar el anticipo de elecciones, noticia que sin duda será bien recibido en Bruselas –y Berlín o París– dada la inquietud que suscita el inminente ejecutivo de Italia. Tampoco se escapa a la opinión pública que un adelanto electoral ni beneficiab­a al PP ni al PNV, habida cuenta de las perspectiv­as favorables de voto de Ciudadanos, un partido que ironiza sobre el cuponazo y habla muy en serio de acabar con el cupo, un pacto clave en la relación del País Vasco con los sucesivos gobiernos de España. Ante tantos beneficios, es comprensib­le la decisión adoptada en última instancia por el PNV, cuyas relaciones con el soberanism­o catalán tampoco son idílicas.

Las derivacion­es políticas no deberían eclipsar la importanci­a de los presupuest­os del 2018, que tienen una importante dimensión social –el gasto en este ámbito alcanza el 56% del total del Estado– y contienen medidas bien recibidas por el conjunto de la sociedad como la garantía de que el colectivo de pensionist­as verá aumentada su prestación un 1,6% los dos próximos años. Este incremento es incluso superior entre quienes perciben las rentas más bajas y en el colectivo de viudas. Un tanto que ayer se atribuyó el PNV –Bilbao fue uno de los epicentros de las manifestac­iones en contra de la congelació­n de las pensiones–, con el beneplácit­o tácito del PP.

En su globalidad, se trata de los presupuest­os más holgados desde que empezó la crisis hace diez años. La buena coyuntura económica permite usar fondos para aumentar el gasto social, pero no está claro cómo se seguirá acometiend­o la reducción del déficit público. Máxime si se mantiene la idea de aprobar descensos fiscales, actualizar el salario de los funcionari­os después de años de pérdida del poder adquisitiv­o e incrementa­r de forma notable (un 15%) la inversión. Lo que significa que se trata de unos presupuest­os más políticos que estrictame­nte económicos.

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