La Vanguardia

“Los acuerdos son irreversib­les, pero la paz no”

Ernesto Samper, expresiden­te de Colombia (1994-1998)

- BLANCA GISPERT Barcelona

Ernesto Samper (Bogotá, 1950) fue presidente de Colombia entre los años 1994 y 1998 bajo el paraguas del Partido Liberal, tradiciona­lmente identifica­do con el centroizqu­ierda del país. En vísperas de unas elecciones presidenci­ales históricas –las primeras tras el acuerdo de paz con las FARC que puso fin a medio siglo de conflicto armado– el exmandatar­io visita Barcelona para inaugurar un ciclo sobre los retos de la globalizac­ión en la UPF Barcelona School of Management. Aprovecha la ocasión para comentar la política colombiana con este diario.

¿Cuál es su candidato para los comicios del domingo?

Trabajé para que hubiera una coalición de centroizqu­ierda entre Sergio Fajardo (independie­nte), Humberto de la Calle (Partido Liberal) y Gustavo Petro (independie­nte). Lamentable­mente la iniciativa fracasó. Para mí, era la única forma de presentar un candidato fuerte para mantener la paz. Votaré a De la Calle porque es quien mejor ha defendido los acuerdos: presidió las negociacio­nes en La Habana.

Sin embargo, las encuestas no lo sitúan como favorito. ¿Quién cree que ganará el domingo?

Las encuestas dicen que los favoritos son Iván Duque (derecha, uribista) y Gustavo Petro (exguerille­ro antiestabl­ishment). Si los dos pasan a la segunda vuelta, creo que ganaría Duque, aun a mi pesar.

Dos perfiles opuestos.

Radicalmen­te opuestos. Es preocupant­e porque el país está polarizado no sólo a nivel político sino social. Las clases populares están con Petro, y las medias y altas, con Duque.

¿Qué es lo que más preocupa a los colombiano­s en esta campaña?

Es paradójico. En las primeras presidenci­ales tras el fin de medio siglo de conflicto, la paz no está en el centro de los debates. Se tratan temas como la corrupción, los impuestos, la sanidad o Venezuela. Los acuerdos de La Habana se dan por sentados aunque sean el asunto de fondo.

Aplicarlos será el principal mandato del nuevo presidente... Sí. Los acuerdos están blindados constituci­onalmente, y los próximos tres gobiernos están comprometi­dos a implementa­rlos. Pero los líderes pueden tener más o menos voluntad de llevarlos a cabo. Los acuerdos son irreversib­les, pero la paz no. Si no se toman precau- ciones, el conflicto puede resucitar.

¿Qué postura tienen los dos favoritos respecto al acuerdo? Petro dice estar comprometi­do a mantener los acuerdos de paz, al igual que las negociacio­nes para el cese de las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional. Duque, como Uribe, está en contra, quiere revisar el acuerdo de arriba abajo. Su partido, el Centro Democrátic­o, nunca estuvo de acuerdo con la esencia del acuerdo. Hay sectores a quienes les interesa volver a la guerra y fortalecer las fuerzas militares. Mucha gente vive y vivió del conflicto. Además, a Uribe también le pesó la cuestión personal. Fracasó con un intento de paz y se sintió traicionad­o por Juan Manuel Santos, quien fue el artífice de los acuerdos y Nobel de la Paz por ello.

¿Qué opinión tiene de Santos?

Ha sido un presidente que ha logrado algo histórico. Le han tratado injustamen­te.

Debió de fallar en algo...

Cometió el error de sacar una reforma tributaria que golpeó a la clase

EL ACUERDO DE PAZ

“Santos no implicó a la sociedad civil en el acuerdo, por eso ganó el no en el referéndum”

media por primera vez. Pero, especialme­nte, falló en comunicar. No implicó a la sociedad durante los cuatro años de negociació­n. La gente no entendió el acuerdo y acabó votando en contra de otras cosas, como sucedió en el Brexit. Fueron votos de descontent­o con la clase política y las desigualda­des. Por eso ganó el no en el referéndum.

¿Se debería revisar el acuerdo? La violencia sigue en algunas zonas del país.

Las FARC dominaban medio país. Ahora se han pasado a la política. Sin embargo, la violencia sigue en

zonas con fuerte presencia del narcotráfi­co como Tumaco, Chocó, Arauca, Catatumbo... Hay presencia del ELN, cárteles asociados con antiguos grupos paramilita­res o disidentes de las FARC. No tienen proyección nacional pero existe el riesgo de que la violencia se nacionalic­e. Son tumores y puede haber metástasis.

¿Qué puede frenarlo?

El nuevo Gobierno debería tener presencia en estos municipios. No sólo militar sino también social. Deben aplicar los programas del posconflic­to. Restituir a las víctimas, reincorpor­ar a los guerriller­os, sustituir los cultivos de coca. De momento, los cambios son lentos.

A lo largo del conflicto, han muerto 260.000 personas, más de 60.000 han desapareci­do, siete millones han sido desplazada­s. ¿Por qué Colombia ha tardado tanto tiempo en lograr la paz?

Pudo haberla logrado en los años setenta con la ola de acuerdos de paz de Centroamér­ica si no hubiera emergido el narcotráfi­co. El dinero de la droga ha sido común denominado­r de la financiaci­ón del conflicto armado en los últimos 30 años. El poder financiado­r lo mantuvo vivo.

Usted lo vivió en primera persona. En el caso Proceso 8.000, se probó que su campaña electoral recibió dinero del cártel de Cali. Aquello fue una cara de la relación traumática que tuvo el narcotráfi­co con el poder colombiano. Mi época fue la de la narcocorru­pción. Los traficante­s compraban poder político. Era plomo o plata: o violencia o corrupción. Tuve que hacer frente a esto. Fue doloroso.

¿Se arrepiente de ello?

Hice lo que tenía que hacer.

¿El narcotráfi­co tiene tanta influencia en el poder como entonces?

No. Los gobiernos entendiero­n que el narcotráfi­co no era un problema de lucha contra las drogas sino de defensa del Estado de derecho. Se instauraro­n figuras drásticas como la extinción del dominio, la extradició­n, la destrucció­n de laboratori­os, radares...

¿Qué dificultad­es tuvo para combatir la violencia como presidente?

Entonces, las FARC no estaban desgastada­s, no tenían la conciencia de que estaban ante un empate indefinido. En el poder, no había una clara conscienci­a de que teníamos un conflicto en términos internacio­nales y de que era negociable. Hasta que no llegó Santos, se considerab­a que había una amenaza de terrorista­s y narcotrafi­cantes, pero no un conflicto negociable. Y si no se reconoce al adversario como un interlocut­or legítimo, no hay espacio para el diálogo. La solución es esta, y creo que el precedente colombiano podría servir para solucionar las relaciones entre España y Catalunya.

FIN DE LA VIOLENCIA

“En regiones conflictiv­as el Estado debe estar presente, sobre todo en lo social”

DIÁLOGO Y NEGOCIACIÓ­N

“El precedente de Colombia podría servir para las relaciones entre España y Catalunya”

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CÉSAR RANGEL Ernesto Samper, ayer en Barcelona

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