El airbag vasco
Aitor Esteban colgó el teléfono a un diputado catalán después de transmitirle, hace unos días, cuál era la opinión del Partido Nacionalista Vasco sobre la situación política en Catalunya y su repercusión en el inminente debate de los presupuestos generales del Estado. Fue una comunicación intensa. Fue una conversación dura.
El portavoz del nacionalismo vasco en el Congreso estaba enfadado. Tan enfadado que casi dejó con la palabra en la boca a un interlocutor que podríamos situar en el sector más moderado del soberanismo catalán. Esteban sabía con quién estaba hablando, pero en algún momento seguramente imaginó que al otro lado de la línea telefónica tenía a Carles Puigdemont oa
Joaquim Torra, el nuevo presidente vicario de la Generalitat.
En pocas palabras: el PNV considera un error la manera cómo Puigdemont y su círculo de confianza están gestionando los resultados de las elecciones de diciembre en Catalunya. Creen equivocada la política de cuanto peor, mejor, y observan con mucha preocupación que esa estrategia de la tensión está teniendo como principal consecuencia una mayor proyección electoral de Ciudadanos en toda España. En Sabin Etxea temen un futuro gobierno de España controlado por el partido de Albert Rivera, en su formato actual: el formato Forza España, puesto en escena el pasado domingo en Madrid. Temen algo más que una política hostil al cupo vasco. Temen que esa hostilidad vuelva a dar alas a las corrientes más radicales del nacionalismo vasco. Temen un incendio político en Euskadi y Navarra dentro de dos o tres años.
Evidentemente, hay otros motivos más prosaicos para el enfado. El PNV había bordado la negociación y en el último minuto ha tenido que tragar quina 155. Una negociación sofisticada, efectivamente. Gracias al papel decisivo de sus cinco diputados en el actual Congreso, los jeltzales ha conseguido cuatro o cinco cosas muy importantes: una liquidación del cupo acorde con
El PNV obtiene muy buenos réditos, envía un mensaje de estabilidad a Europa y traga un poco de quina
los cálculos del Gobierno vasco, el compromiso de una mayor aceleración de las obras del AVE en Euskadi y políticas favorables a su industria. Inversiones por valor de 534 millones. Una subida de las pensiones acorde al IPC ha sido el gran golpe de efecto del acuerdo, que ha descolocado a la izquierda. (El PSOE, en su actual fase vacilante, se ha quedado perplejo).
Y de broche, un mensaje de estabilidad que esta semana vale su peso en oro en Bruselas, París y Berlín. A la misma hora que el Euskadi Buru Batzar (comité ejecutivo del PNV) anunciaba el voto favorable a los presupuestos españoles, el presidente de la República Italiana,
Sergio Mattarella,
encargaba la formación de gobierno a un jurista llamado Giuseppe Conte que en breve se pondrá al frente de un gabinete de línea euroescéptica, integrado por el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, partidos que han amagado con cuestionar la pertenencia de su país al euro. La prima de riesgo italiana ha subido en los últimos días a 190 puntos.
Los vascos cuidan su “estatuto europeo”. El estatuto europeo catalán se halla en estos momentos pendiente de un tribunal de justicia alemán.
El Partido Popular dispone ahora de dos años –quizás año y medio– para intentar levantar cabeza, si es que aún dispone de tiempo histórico para ello. Sabin Etxea ha conseguido sus principales objetivos estratégicos, tragando quina 155 en el último minuto. Rajoy no ha querido regalarles un visto bueno táctico al Govern de la Generalitat propuesto por Torra, ante la creciente presión de Ciudadanos.
Y en los pasillos del Congreso está naciendo una amistad. El PNV comienza a llevarse bien con Esquerra. “Os comprendemos”, le han dicho a Aitor Esteban algunos diputados de la novísima ERC pragmática.