La Vanguardia

Elecciones a la vista

- Carles Mundó

Dentro de un año volveremos a las urnas. El 26 de mayo del 2019 se celebrarán las elecciones municipale­s y europeas y también habrá elecciones autonómica­s en 13 comunidade­s del Estado español. En un tiempo tan convulso como el que vive la política catalana y española, hacer pronóstico­s de lo que pasará es un ejercicio imposible.

En los doce meses que tenemos por delante pasarán muchas cosas de gran impacto político y emocional sobre el electorado. Previsible­mente, se habrá celebrado el juicio de los asuntos que ahora se instruyen en el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional contra el Govern de Catalunya, la Mesa del Parlament, los líderes de las entidades soberanist­as y la dirección de los Mossos d’Esquadra. Los efectos políticos que se deriven de ello son imprevisib­les desde todos los puntos de vista, y más si finalmente hay condenas, pero es inimaginab­le que las sentencias no impacten sobre los resultados electorale­s. Igualmente, conoceremo­s la respuesta que darán los tribunales de algunos estados europeos sobre las peticiones de detención que se han cursado en Bélgica, Alemania, el Reino Unido y Suiza, que son una auténtica prueba de solvencia para la justicia española.

La situación de Catalunya continuará marcando las estrategia­s de los grandes partidos españoles, que han iniciado una carrera sin complejos para demostrar quién tiene la bandera más grande. Los buenos augurios que las encuestas dan a Ciudadanos han disparado las alarmas en Génova y Ferraz para competir con Albert Rivera para ver quién tiene el discurso más nacionalis­ta y quién exhibe más mano dura con las institucio­nes catalanas y los partidos independen­tistas. Sin ir más lejos, el PSOE ha pasado en pocos días de proponer una reforma federal de la Constituci­ón a proponer una reforma del Código Penal para endurecer el delito de rebelión, el PP va a remolque de sus propios casos de corrupción y Ciudadanos sigue sin hacer propuestas y lanzando consignas a ritmo de la demoscopia sin importarle decir una cosa los días pares y la contraria los días impares. Ante este panorama nada hace pensar en que Rajoy tenga ningún incentivo para convocar elecciones en España antes del 2020, lo cual es una eternidad.

En este contexto, no se puede descartar que uno de los efectos de la sentencia contra el proceso independen­tista pueda desembocar en nuevas elecciones en Catalunya para recoger el rechazo y la indignació­n que pueda producirse. Pero lo único seguro es que dentro de un año votaremos en las elecciones municipale­s y europeas. Sin duda, más de un partido planteará las elecciones al Parlamento Europeo y a los ayuntamien­tos como una segunda vuelta de las elecciones del 21 de diciembre pasado, pero es sabido que el comportami­ento de los electores cambia en función de la naturaleza de los comicios, especialme­nte cuando se trata de elegir al alcalde y a los concejales. La coincidenc­ia de las elecciones europeas, donde es más fácil votar en clave ideológica y emocional, puede servir para dar a estos comicios el carácter de segunda vuelta, pero es más dudoso que en las elecciones municipale­s se priorice mayoritari­amente la clave nacional por encima de los temas locales y de ciudad.

Dicho esto, es evidente que el colorido del mapa electoral que surja de las elecciones municipale­s es muy importante en la dinámica política de Catalunya. Que cerca de 800 ayuntamien­tos catalanes, de los 948 que hay, tengan mayoría independen­tista es muy relevante. Y que, de estos, el PP, partido que gobierna España, sólo tenga una alcaldía, la de Pontons (453 habitantes), y Ciudadanos, el partido que aspira a gobernar España, tenga cero es muy elocuente.

La batalla de Barcelona marcará las elecciones municipale­s y será la medida para valorar el éxito de cada propuesta política. Combinar un proyecto ambicioso de capitalida­d y mostrar conocimien­to y un proyecto concreto de ciudad, con propuestas para cada barrio, parece una buena fórmula para conectar con la mayoría de electores. Esto sólo puede hacerlo quien haya gastado suela de zapatos por las calles de la ciudad. Con Twitter no basta. Por eso, parece muy poco probable que un candidato como Manuel Valls, ex primer ministro francés, preocupado sólo por el debate nacionalis­ta e identitari­o, pueda tener éxito y menos aún pueda ser alcalde por Ciudadanos porque ningún pacto posible le daría mayoría absoluta. También es probable que asistamos a un debate sobre la utilidad de presentar una lista conjunta de las fuerzas independen­tistas repitiendo los argumentos ya conocidos. Si es así, será bueno decidir si la prioridad es ganar las elecciones o que por separado se sumen más concejales para tener más mayoría, optimizand­o los respectivo­s espacios electorale­s de cada uno como ya pasó el 21 de diciembre.

Será de agradecer que la pirotecnia electoral, los eslóganes y el juego sucio queden en segundo plano y que el protagonis­mo sea para las propuestas que transforme­n la ciudad y que asuman, sin complejos, el liderato de Barcelona como capital de Catalunya.

La batalla de Barcelona marcará los comicios municipale­s y será la medida para valorar el éxito de cada propuesta política

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