Los barceloneses atestan el nuevo mercado de Sant Antoni
El remozado recinto se perfila como un equipamiento de ciudad desde su primer día
Los vecinos del barrio entran en el remozado mercado de Sant Antoni y tratan de encontrar sus paradas de toda la vida, intentan repetir los pasos de su memoria... Ayer no fue únicamente un día de estreno. También se produjeron un montón de reencuentros muy íntimos. El gentío desborda los flamantes pasillos. Bocas abiertas por doquier, expresiones de estupefacción, ojos como platos. Una mujer ya mayor dice que le está rindiendo un homenaje a su marido. “Nosotros siempre veníamos aquí, siempre veníamos juntos”. La mujer se emociona, se compunge... “Y a mi marido le hacía muchísima ilusión visitar el nuevo mercado, pero no le dio tiempo, no pudo ser, falleció en diciembre...”. Tantas personas pasan a la vera de esta mujer que se tiene que apartar a un lado.
Ángel Farrés cruza la puerta del recinto que da a la calle Manso y trata de superponer sus recuerdos sobre la nueva realidad. “Mi abuela tenía una parada de pescado en los años sesenta. La Mariona era una mujer muy popular en el barrio... y para mí el mercado de Sant Antoni representa a mi abuela... Mi madre me traía y me ponían a cantar en la parada de mi abuela, canciones que yo me aprendía en la tele. Yo es que soy músico, yo es que siempre vine a este mercado...”.
“No, yo del mercado no me acuerdo de nada –dice un chaval–. Cuando empezaron las obras yo tendría cinco años... ¡Las obras han durado nueve años! Bueno, me acuerdo de la manga de mi padre, de caminar por aquí muy chico cogido de la manga de mi padre, pero de nada más...”.
“Quizás todavía se ve demasiado nuevo”. Los intercambios de impresiones son constantes. “Pues a mí lo que más me gusta es que terminaron las obras, porque llevo ya al menos tres o cuatro años harto de camiones, ruidos, polvo...”. “Es que el techo no tiene telarañas, ¡todo brilla tanto!”. “No te preocupes, ya están anidando las palomas... Muy pronto las palomas le darán otro toque al mercado, dejarán sus marcas... ya verás”. “Pues a mí no me gusta tan nuevo, y creo que algunos se han pasado de modernos”.
Todo, por ahora, muy de andar por casa, muy casero.
Maria Masclans, la representante de los puestos de productos frescos, dice que lo siente mucho, pero que en estos momentos no puede hacer declaraciones a la prensa. “¡Estamos desbordados!”, dice Masclans cruzando los dedos, con sonrisa de comerciante. Todo son buenos presagios.
Además, muchos comerciantes insisten en invitar a copas de cava a todo el mundo. Y el cava de buena mañana tiene efectos mucho más contundentes. Algunas observaciones sobre el resultado de las obras resultan demasiado entusiastas.
“¿Y el Lidl dónde está?”, tercia otro visitante con cierta impaciencia. Mientras que los vecinos del barrio tratan de reencontrarse con sus viejas costumbres, con algunos hábitos que tanto añoran, barceloneses de toda la ciudad sucumben al encanto de la muy esperada atracción. “El Lidl está en la planta de abajo”, le responden con alegría compartida. Sí, la gente compra en los puestos, no vino únicamente de visita, pero es en el supermercado donde llenan los carros como si un devastador huracán se aproximara a la ciudad. Los restos de la muralla del XVII no despiertan tanta expectación.
Al parecer, el nuevo supermercado del barrio regala helados a sus primeros clientes. Y los barceloneses nunca desaprovecharon un estreno, una inauguración, una jornada de puertas abiertas. “De Sant Andreu, nosotros venimos de Sant Andreu”. “Nunca había venido a este mercado, pero tenía que verlo...”.
A medida que avanza el día y no se produce ningún desastre, los nervios de la última semana parecen ahora disiparse. Únicamente tres paradas no llegaron a tiempo al estreno. Una vitrina se rompió en mil pedazos la tarde anterior. Más de un comerciante discutió airadamente con su electricista.
El pasado viernes por la noche Enric Bernaus se tomaba una caña en la bodega de Rafael. Acodado, confesaba que estaba harto de la interminable mudanza, que tenía el olor a pintura incrustado en la nariz, que todo este trajín tenía que haberle cogido mucho más joven, que... Ahora en cambio, repartiendo gominolas y nubes de azúcar tras el nuevo mostrador de su puesto de confecciones y menaje para el hogar, está exultante, más contento que unas castañuelas. Y en su caso el cava no tiene nada que ver.
“Sí –dice Bernaus–, todo el esfuerzo mereció la pena. Estoy muy ilusionado. Tengo guardado un carro de los antiguos, de los que empleábamos antes para llevar el género al mercado viejo. Porque en el mercado antiguo teníamos que montar y desmontar la parada cada día, llegar al puesto a las siete de la mañana, regresar a casa a las once de la noche .... ¡ahora puedo ver los partidos del Barça entre semana! Yo me acuerdo de las telarañas, de cuando me llamaba mi mujer y me decía que llevara cartones porque
EMOTIVOS REENCUENTROS Muchos vecinos del barrio se emocionan recuperando viejos recuerdos
COMERCIANTES EXULTANTES Tras los mostradores están convencidos de que serán el mejor mercado de la urbe
se estaba helando los pies en la parada...”.
Pero no se trata únicamente de que mejore la calidad de vida de la gente que trabaja en el mercado, prosigue Bernaus. “Es que a partir de ahora seremos mucho más competitivos. Estos puestos son otra cosa. Ahora ofrecemos muchos más artículos. Yo antes no tenía tanta corsetería. Y damos razones al resto de los vecinos de Barcelona para que vengan a visitarnos. Somos el mejor mercado de la ciudad. Yo creo que nos va ir muy bien a todos”.
La alcaldesa Ada Colau no se pudo resistir y visitó el reformado equipamiento por sorpresa. Se suponía que no vendría por el barrio hasta la gran fiesta ciudadana
VISITA SORPRESA La alcaldesa Colau no se pudo resistir y se acercó a Sant Antoni sin anunciarlo
de este fin de semana. Pero a la alcaldesa le gusta hablar con la gente. Una panadera de los alrededores del mercado quiso llevarle un croissant a Colau, pero una compañera se lo impidió. “¿Por qué no quieres que le dé un croissant?”. “Porque no, porque esa mujer lo estropea todo. Mira lo que han hecho con la supermanzana, ¡menuda chapuza!”.
En Sant Antoni los aires de estreno van más allá del mercado. También terminaron la mayor parte de los trabajos para restringir el tráfico en las calles Compte de Borrell y Tamarit. “Está siendo un gran día –dicen las hermanas Francesca y Chiara Pavolucci, en el Düal Café–. Los últimos cuatro meses de obras han sido muy duros, de obras del mercado, de obras de la supermanzana. Pero hoy está viniendo un montón de gente. Esperamos que siga así y que podamos contratar mucha gente. Hoy lo dejaron todo muy bonito. Esperemos que sigan así. Últimamente lo tenían todo mucho más dejado”.