“La experiencia espacial empieza a la sombra de un árbol”
Yvonne Farrell y Shelley McNamara, comisarias de la Bienal
Cómo explicarían lo que es la experiencia espacial a alguien no avezado en arquitectura? Lo mejor es llevarle a un edificio cuyas calidades le permitan experimentarla. No es nada raro. Todos hemos sido niños sentados bajo la acogedora sombra de un árbol, o tenemos recuerdos de la casa de los abuelos, donde nos sentíamos particularmente bien. Ahí empiezan las experiencias espaciales. Eso se reproduce por ejemplo, a otra escala, en la catedral de Palma. Es emocionante y conmovedor estar en aquel espacio y sentirlo cuando la luz solar incide en el rosetón y cruza la nave…
¿La experiencia arquitectónica es sólo visual? Es más enriquecedora cuando es multisensorial. Son varios los elementos que la conforman. Son el espacio y el volumen, son las dimensiones y las proporciones. Son también los materiales, cuya terminación y disposición puede suscitar experiencias táctiles o auditivas, o incluso estimular el olfato.
Su intervención en el Arsenal y en el pabellón central resalta los valores de sus edificios y limita en cierta medida la extensión de las intervenciones de los invitados. Somos arquitectas antes que comisarias. Nuestra estrategia ha sido la misma que al intervenir en otros edificios preexistentes: hacerlos más presentes, rescatar sus valores. Esto es Venecia y estos edificios son magníficos. Muchas intervenciones arquitectónicas ocultan los valores originales. Nosotras hemos preferido resaltarlos, favoreciendo los ejes, las visuales que van de lado a lado del edificio, abriendo entradas de luz cenitales. E invitando a los participantes a entablar un diálogo con los edificios.
¿Se quejó alguno de ellos por disponer de poco espacio?
Alguno pidió si podía crecer en el Arsenal más allá de la columnata,
invadiendo el pasillo central. Al final, entendió nuestras razones.
¿Cuál es su idea del espacio público?
Suscribimos una definición habitual: es aquel que nos pertenece a todos y que no pertenece a nadie, porque todos estamos llamados a disfrutarlo, pero nadie debe apropiárselo.