Quiebra del orden mundial
Ala hora de tratar de entender las especiales complejidades de la situación económica global son frecuentes las comparaciones con las décadas comprendidas entre las dos guerras mundiales. Ciertamente no faltan razones objetivas para ello: las crisis iniciadas en 1929 y en el 2008 supusieron sacudidas de enorme impacto en la economía con profundas repercusiones sociopolíticas. Tanto entonces como ahora se planteaban posibles relevos en los liderazgos mundiales: Estados Unidos reemplazó al Reino Unido a principios del siglo XX, y China cada vez más desacomplejadamente reconoce querer hacer lo propio con unos Estados Unidos cuya involución hacia las prioridades internas (“America first”) deja un insospechado terreno libre. Entonces como ahora el aumento de las desigualdades y el deterioro de las clases medias abona el terreno a cantos de sirena de planteamientos autoritarios.
Otra similitud delicada entre aquellos tiempos y los actuales es la percepción de una revisión, incluso quiebra, del orden económico internacional. Principios básicos del orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial precisamente –conviene recordarlo– para superar el profundo desorden de las décadas anteriores, como un sistema comercial y financiero abierto con reglas multilaterales, se ponen ahora en entredicho, para ser sustituidos por planteamientos unilaterales… como sucedió en el periodo de entreguerras. Es cierto que cada orden económico y político internacional ha estado marcado por las especificidades de la potencia hegemónica. Lo fue en el siglo XIX con el Reino Unido al frente y lo ha sido en las últimas décadas con EE.UU. Ahora las voces más constructivas lanzan el mensaje de que deberíamos ser capaces de superar la historia y organizar un más poliédrico
Las desigualdades abonan el terreno a los cantos de sirena de los planteamientos autoritarios
“orden multipolar” global. Pero una de las paradojas de la situación es que nominalmente todos reconocen interdependencias más profundas que nunca en la historia, pero a la hora de la verdad se quieren gestionar/gobernar desde retóricas acentuadas de soberanía nacional.
Gestionar los riesgos y afrontar las incertidumbres forma parte esencial de la vida, en el sentido más amplio y no sólo económico, por supuesto. Un orden internacional trata de establecer un marco de reglas de juego con las que asumir los cambios y resolver las inevitables fricciones que se producen. Una distinción clásica nos dice que podemos hablar de riesgos cuando las probabilidades de los escenarios alternativos son razonablemente cuantificables, reservando el término incertidumbre para cuando eso no es posible, lo que convierte su gestión en más compleja. Cuando llega el desorden, los riesgos y las incertidumbres dan paso a un caos… en el que los oportunistas pueden encontrar un terreno abonado, pero, como mostró la repetida experiencia del periodo de entreguerras, el coste para el conjunto de las sociedades acaba siendo tan excesivo como innecesariamente elevado.