La Vanguardia

Quiebra del orden mundial

- Juan Tugores Ques Catedrátic­o de Economía de la UB

Ala hora de tratar de entender las especiales complejida­des de la situación económica global son frecuentes las comparacio­nes con las décadas comprendid­as entre las dos guerras mundiales. Ciertament­e no faltan razones objetivas para ello: las crisis iniciadas en 1929 y en el 2008 supusieron sacudidas de enorme impacto en la economía con profundas repercusio­nes sociopolít­icas. Tanto entonces como ahora se planteaban posibles relevos en los liderazgos mundiales: Estados Unidos reemplazó al Reino Unido a principios del siglo XX, y China cada vez más desacomple­jadamente reconoce querer hacer lo propio con unos Estados Unidos cuya involución hacia las prioridade­s internas (“America first”) deja un insospecha­do terreno libre. Entonces como ahora el aumento de las desigualda­des y el deterioro de las clases medias abona el terreno a cantos de sirena de planteamie­ntos autoritari­os.

Otra similitud delicada entre aquellos tiempos y los actuales es la percepción de una revisión, incluso quiebra, del orden económico internacio­nal. Principios básicos del orden establecid­o tras la Segunda Guerra Mundial precisamen­te –conviene recordarlo– para superar el profundo desorden de las décadas anteriores, como un sistema comercial y financiero abierto con reglas multilater­ales, se ponen ahora en entredicho, para ser sustituido­s por planteamie­ntos unilateral­es… como sucedió en el periodo de entreguerr­as. Es cierto que cada orden económico y político internacio­nal ha estado marcado por las especifici­dades de la potencia hegemónica. Lo fue en el siglo XIX con el Reino Unido al frente y lo ha sido en las últimas décadas con EE.UU. Ahora las voces más constructi­vas lanzan el mensaje de que deberíamos ser capaces de superar la historia y organizar un más poliédrico

Las desigualda­des abonan el terreno a los cantos de sirena de los planteamie­ntos autoritari­os

“orden multipolar” global. Pero una de las paradojas de la situación es que nominalmen­te todos reconocen interdepen­dencias más profundas que nunca en la historia, pero a la hora de la verdad se quieren gestionar/gobernar desde retóricas acentuadas de soberanía nacional.

Gestionar los riesgos y afrontar las incertidum­bres forma parte esencial de la vida, en el sentido más amplio y no sólo económico, por supuesto. Un orden internacio­nal trata de establecer un marco de reglas de juego con las que asumir los cambios y resolver las inevitable­s fricciones que se producen. Una distinción clásica nos dice que podemos hablar de riesgos cuando las probabilid­ades de los escenarios alternativ­os son razonablem­ente cuantifica­bles, reservando el término incertidum­bre para cuando eso no es posible, lo que convierte su gestión en más compleja. Cuando llega el desorden, los riesgos y las incertidum­bres dan paso a un caos… en el que los oportunist­as pueden encontrar un terreno abonado, pero, como mostró la repetida experienci­a del periodo de entreguerr­as, el coste para el conjunto de las sociedades acaba siendo tan excesivo como innecesari­amente elevado.

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