De bucle en bucle

PAUL Valéry, más valorado como poeta que como filósofo, era en sus ensayos un personaje cargado de escepticismo e ironía, hasta el punto de permitirse empezar uno de sus escritos con la frase “la estupidez no es mi fuerte”. A Valéry le debemos una de las definiciones más duras de la política, al calificarla como el arte de mantener a la gente entretenida en las cosas que carecen de importancia, mientras otros deciden las cosas que realmente les afectan.

A la vista del tremendo embrollo en que vive la política española después de que la Audiencia Nacional condenara al PP por sacar provecho de la trama de corrupción conocida como Gürtel, es evidente que entretenidos nos tienen. El PSOE puso sobre la mesa una moción de censura para sacar a los populares del Gobierno. Podemos se apuntó a la iniciativa, pero también los independentistas catalanes, esperando obtener réditos en el empeño. Y Ciudadanos se quedó bloqueado porque una cosa es sacar a Rajoy para poner a Rivera y otra, situar en el cargo a Sánchez. Y en esas salió el presidente del Gobierno diciendo que el nuevo ejecutivo sería a todas luces inviable. Al final del día, la bolsa había caído un 2%, la prima de riesgo subió 15 puntos y el bono español se disparó hasta el 1,5%. El telediario merecía ayer cambiar su sintonía por la de la serie Enredo, que triunfó hace tres décadas.

Si la política catalana se ha instalado en un bucle, la española parece haber entrado en otro tirabuzón. Tiene razón Rajoy cuando califica de lío casi todo lo que ocurre de un tiempo a esta parte. Pero nadie hace nada para salir de él, tampoco el inquilino de la Moncloa. Las mociones de censura las carga el diablo, como tuvo ocasión de comprobar Sánchez. Pero también es cierto que este país se merece una sacudida, aunque la fórmula elegida no parece tener mucho recorrido.