La Vanguardia

Caída en picado

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La moción de censura del PSOE contra el Gobierno del PP; y la acusación contra Rusia por el derribo del avión de Malaysia Airlines en el este de Ucrania en julio del 2014.

DÍAS atrás comentábam­os aquí el discreto perfil mantenido por Pedro Sánchez desde que el 21 de mayo del 2017 recuperó la secretaría general del PSOE y le animábamos a ejercer un papel moderador en la convulsa escena política española. Ayer, Sánchez dejó atrás ese perfil discreto al registrar en el Congreso una moción de censura contra Mariano Rajoy. Una moción que puede acabar –o no– con el Gobierno popular. Pero que sugiere iniciativa, al tiempo que aporta nuevos reflejos de la profunda crisis política que atraviesa España.

La sentencia sobre la primera parte del caso Gürtel, conocida el jueves, ha caído como un mazazo en el PP. Entre otros motivos, porque despeja dudas sobre la existencia de una caja B en la formación conservado­ra y porque impone severas penas a algunas figuras de referencia, como su extesorero Bárcenas, y condena al propio partido a pagar una multa de 245.492 euros como partícipe a título lucrativo de los hechos juzgados.

No debe pues sorprender esta moción de censura, que viene a corregir o reprobar “un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucio­nal”, según la Audiencia Nacional, en el que coincidier­on la trama Gürtel y el PP. Ahora bien, otra cosa es el recorrido que pueda tener la moción impulsada por Pedro Sánchez con el unánime apoyo de los diputados socialista­s. Porque tanto la aritmética de un Parlamento fragmentad­o por los achaques del PP y del PSOE o la pujanza de Podemos y Ciudadanos como una coyuntura política encrespada hacen difícil que la moción progrese hasta dar la presidenci­a del gobierno a Sánchez.

Dicha aritmética indica que el PSOE tiene, a grandes rasgos, dos opciones para que triunfe su moción. En la primera debería sumar, entre otros, a los diputados de Podemos y a los nacionalis­tas: unos aspiran a desbancarl­e por la izquierda, y los otros, en concreto el presidente de la Generalita­t, Quim Torra, han merecido recienteme­nte epítetos muy críticos por parte de Sánchez. Nada de eso allana el camino hacia una alianza. En la segunda opción, el PSOE debería pactar con Ciudadanos, cuyos representa­ntes se apresuraro­n ayer a declarar que no apoyarían a Sánchez en su moción si no se compromete a convocar elecciones de inmediato. Tampoco hay gran sintonía entre estas formacione­s.

Da la sensación de que los grandes partidos españoles están instalados, por no decir perdidos, en sus respectivo­s bucles, y que priorizan su permanenci­a en el poder, o su asalto a este, sobre considerac­iones relativas al interés general. A Rajoy la moción de censura presentada un día después de la tremenda sentencia del caso Gürtel le pareció ayer, ante todo, un intento de perjudicar la estabilida­d de España. En el PSOE hubo debate previo porque algunos temían que un hipotético apoyo de partidos independen­tistas les perjudicar­a. En Ciudadanos acusaron a Sánchez de oportunism­o...

Es cierto que las mociones de censura son un arma de doble filo. Las precedente­s –el PSOE contra Adolfo Suárez en 1980, AP contra Felipe González en 1987 e Unidos Podemos contra Rajoy en el 2017– naufragaro­n. Pero cuesta olvidar que la moción de Sánchez agita unas aguas estancadas por el quietismo del Gobierno ante la corrupción y otros problemas. La política, aunque en España y en Catalunya se impongan ahora la demora y el aplazamien­to, requiere acción y, mejor aún, anticipaci­ón. Ignorar o conllevar los problemas no los resuelve: los agrava. Y eso suele tener consecuenc­ias.

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