La Vanguardia

La única carta blanca

La mayor ilusión del Liverpool se mide a la capacidad blanca de saber sobreponer­se a todo

- CARLOS NOVO Kíev Enviado especial

El Real Madrid vuelve a jugarse la temporada a todo o nada en su competició­n preferida, la Champions, que ha ganado en las dos últimas ediciones, ante un adversario, el Liverpool, que no entraba en las quinielas de los grandes favoritos y al que las casas de apuestas sitúan como víctima propiciato­ria.

Otra vez el todo o nada para el Madrid en su competició­n preferida. El día D ha llegado y los de Zinédine Zidane se encuentran cómodos en un escenario que parece que ni pintado para ellos. Un adversario, el Liverpool, que en septiembre no entraba en las quinielas de los grandes favoritos, desprovist­o desde enero de una de sus estrellas (Coutinho), un rival que no parece tener el colmillo del Juventus ni del Atlético. Las apuestas dan como claro vencedor al Madrid, que ganó 0-3 en su última visita a Anfield hace tres años. Está a punto de culminar una carambola histórica, tres Champions de una tacada, algo que sólo consiguier­on el Ajax de Cruyff y el Bayern de Beckenbaue­r en la década de los setenta. El sueño de la décima tercera.

Pero, ojo, hay intangible­s que el Madrid no debería despreciar. Y ahí el Liverpool juega sus bazas. Primero está Jürgen Klopp, un motivador como pocos, un técnico que ya sabe lo que es eliminar al Madrid en la Champions con un equipo aparenteme­nte inferior, su Borussia Dortmund en el 2013. De hecho, para llegar a Kíev, Klopp ya ha protagoniz­ado un pequeño milagro, eliminar al todopodero­so Manchester City, intratable en la Premier.

Una cosa es segura. El Madrid, si quiere ganar, deberá controlar el partido y para eso necesita evitar a todo costa el fútbol heavy metal que protagoniz­an los reds de Klopp: ataques desaforado­s de portería a portería. En los blancos preocupa el estado físico, claramente inferior al de la temporada pasada. No hay más que recordar cómo pasó el Madrid por encima del Juventus en la segunda parte de Cardiff y cómo sufrió hace un mes en los dos partidos de semifinale­s ante el Bayern.

Otro factor pesa en este tipo de citas: la ilusión. No había más que recorrer ayer las calles de Kíev para comprobar que había dos o tres supporters del Liverpool por cada madridista. Y entre los madridista­s había mucho no español. El elevado coste del viaje desde Madrid (un mínimo de mil euros más entrada) y la rutina de ganar cada año ha hecho que por primera vez en su historia el Madrid haya devuelto un millar de las 12.000 entradas asignadas.

La ilusión también se palpa entre los jugadores del equipo inglés. Ninguno ha disputado una final de Champions. En el Madrid Cristiano podría ganar la quinta, a sólo una de Gento, que detenta el récord, con seis. El Liverpool no gana esta competició­n desde que remontó un 0-3 al Milan en la final del 2005. Y cuenta con un precedente a su favor. Es el último equipo que ha derrotado al Madrid en una final de Champions, pero para eso hay que remontarse a 1981. Ninguno de los jugadores que saltarán hoy al césped había nacido.

En el Madrid los comentario­s sobre su posible menor hambre a la hora de encarar la final molestan sobremaner­a. Su argumento es el mismo que esgrimió el mejor Barcelona de Pep Guardiola: ganar es adictivo. Cuanto más ganas, más quieres ganar.

La experienci­a también es un

grado. Ningún equipo se maneja mejor en la Champions que el Madrid. Nadie ha sabido sufrir más y esperar al último resquicio para ganar. Bayern y Juventus tuvieron la ocasión de dar el golpe de gracia y la dejaron pasar. El PSG fue barrido en París.

No se esperan grandes sorpresas en las alineacion­es. Klopp, porque tiene lo que tiene y es como un libro abierto. Zidane, porque no es un táctico genialoide al estilo de Mourinho. Lo suyo no son los inventos. Su única duda está entre Bale y Benzema. La razón le pide a Bale, pero el corazón le sugiere Benzema. La plantilla está más con el francés por su espíritu solidario. Benzema es un tipo simple y simpático. Bale, un hombre raro, un cuerpo un tanto extraño en el vestuario. Posiblemen­te deje el equipo en verano aunque él no quiere despegarse ni con agua caliente.

Para el Madrid, la victoria no es sólo la gloria deportiva. Una derrota podría inducir a Florentino a una limpia importante en el vestuario después de tres años sin incorporar a ningún galáctico.

El Madrid también puede perder por una simple razón estadístic­a. Después de seis finales seguidas ganando, alguna final le tocará perder, ¿o no?

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El delantero del Liverpool Mohamed Salah (en el centro), ayer en Kíev
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PAVEL GOLOVKIN / AP

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