Traición a la República
Los agentes están en prisión preventiva por presunta traición
El Gobierno francés reconoce que dos de sus agentes secretos están en la cárcel desde diciembre bajo la acusación de haber suministrado a China informaciones que comprometen la seguridad nacional.
Francia y China mantienen estrechas relaciones comerciales y, en su condición de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, dialogan sin interrupción sobre todas las grandes crisis internacionales. Ello no impide, sin embargo, que bajo las cortesías diplomáticas de la superficie sigan fluyendo las alcantarillas del espionaje.
El Gobierno francés se vio obligado a reconocer ayer, después de que se filtrara a la prensa, que dos de sus agentes secretos –ya despedidos– están en la cárcel, desde el 22 de diciembre pasado, bajo la acusación de haber suministrado “a una potencia extranjera” informaciones sensibles para la seguridad nacional. Oficialmente no se desveló que esa potencia fuera China, pero fuentes conocedoras del caso confirmaron a varios medios franceses que Pekín se hallaba detrás del asunto. Uno de los agentes en prisión estaba destinado en la capital china.
Fue la propia ministra de Defensa, Florence Parly, quien acudió ayer por la mañana a los estudios de C-News, una de las cadenas de noticias, para informar del caso, reconocer su gravedad y adelantar que los implicados pueden haber incurrido en el delito de traición. La esposa de uno de los agentes también ha sido al parecer procesada, pero se halla en libertad. Los espías franceses trabajaban para la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE), que depende de Defensa.
“Practicamos una vigilancia extrema –se justificó Parly–. Vivimos en un mundo peligroso y, por desgracia, estas cosas pueden ocurrir”. Se desconoce durante cuánto tiempo los agentes franceses filtraron secretos y de qué información concreta se trataba.
En Pekín, un portavoz del Ministerio de Exteriores declinó hacer comentarios sobre la noticia. En París, un asesor del presidente Macron trató de relativizar los hechos. No confirmó que fuera China pero lo dejó entrever. “Somos dos grandes potencias que nos conocemos bien”, dijo. Horas después, el propio Macron fue preguntado, durante una rueda de prensa en San Petersburgo. Se limitó a decir que la justicia está investigando y evitó citar a China.
Ni a París ni a Pekín les interesa enturbiar sus relaciones. Macron estuvo de visita de Estado en China en enero de este año. El presidente regresó a París con suculentos contratos comerciales para empresas francesas, entre ellos el de una planta de procesamiento de combustible nuclear y la venta casi 200 aviones Airbus.
El espionaje es tan viejo como la historia, pero vivió su apogeo durante la guerra fría. En ese periodo los casos franceses que salieron a la luz fueron escasos comparados con los de Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros países. Sí hubo espías que trabajaron para el KGB soviético, como Georges Pâques, alto funcionario que en los años sesenta del siglo pasado, tras ser desenmascarado, fue condenado a perpetuidad y finalmente indultado por el presidente Georges Pompidou.
En la II Guerra Mundial hubo espías franceses que trabajaron para Alemania. Una agente célebre fue Violette Morris, deportista multifacética, reclutada por los nazis durante los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. Morris pasó a Berlín informaciones útiles para la invasión de Francia, en 1940. Esta espía fue acribillada a balazos por miembros de la resistencia en una carretera de Normandía, en abril de 1944.
Ni a Francia ni a China les interesa enturbiar unas relaciones que son muy estrechas en el ámbito comercial