La Vanguardia

Censura necesaria, quizá fallida

- Fernando Ónega

Ayer, después de leer la prensa, este cronista llegó a caer en una herejía: pensar que Mariano Rajoy podría no ser eterno. Pensamient­o tan heterodoxo venía forzado de origen, naturalmen­te, por la sentencia de la trama Gürtel, que describía sus relaciones con el poder como “un auténtico sistema de corrupción institucio­nal” y negaba que la declaració­n del presidente en el juicio fuese verosímil, es decir, que lo acusaba de mentir. Tales criterios, siendo la verdad judicial, condenaban al jefe del Ejecutivo a desalojar la Moncloa por iniciativa propia o por moción de censura que, a su vez, venía alentada por las primeras reacciones de Albert Rivera (“esto lo cambia todo”) y de Pedro Sánchez (“no hay mucho más margen”). Algo parecido debieron pensar los amos del dinero, que huyeron de forma preventiva de la bolsa e hicieron disparar la prima de riesgo.

Las dudas sobre la eternidad de Rajoy se desvanecie­ron pronto. El PSOE se apresuró a registrar la moción en el Congreso incluso antes de que la estudiara la ejecutiva. Empezaba a oler mal: no se había negociado con Ciudadanos, se cerraba la posibilida­d de que Rajoy se aviniera a convocar elecciones y demostraba un apresurami­ento poco compatible con la importanci­a de la ocasión. Siguió oliendo regular cuando el señor Sánchez hizo su presentaci­ón: en lo personal se le notaban demasiado las ganas de acceder a la presidenci­a; en lo estratégic­o se propone convocar elecciones, pero después de “limpiar y atender las urgencias sociales”, es decir, después de hacerse con vitola de gobernante, para lo cual necesita los dos años que faltan de legislatur­a; y en lo político prometía cumplir y hacer cumplir la Constituci­ón.

Esto último es lo menos que se puede exigir a quien aspira a gobernar España. Pero, ay, no acaba de encajar con los votos que el aspirante necesita. Al fallar Ciudadanos, que sigue sin querer ser el partido que regala el poder a la izquierda, se requiere tal alianza de siglas que, siendo posible, es de difícil digestión para el conjunto del país. No acabo de ver a Rufián votando sí a quien anuncie que su guía de gobierno será la Constituci­ón. La España templada, que todavía existe, no está por aceptar a un presidente del gobierno investido con los votos del independen­tismo y mucho menos con los de Bildu. Y este cronista, por no ver, casi no ve ni a Pablo Iglesias, aunque la posibilida­d de mandar al PP al desván merezca el sacrificio de algunas ideas.

A partir de esas constataci­ones, el cronista volvió a pensar en la inmortalid­ad de Rajoy, el especialis­ta en resistir. Puede ganar su segunda moción de censura. Apresurami­ento, falta de diálogo, contradicc­iones ideológica­s, reclamació­n de gobierno de partido con sólo 84 diputados y sombra de Frankenste­in se convertirá­n en sus principale­s aliados, capaces de pesar más que la mancha de la corrupción. Pedro Sánchez quizá tenga que centrarse más en hacer un discurso de alternativ­a futura, que lo afiance como líder de la izquierda, que en soñar con que pronto gobernará España. Quizá tenga que centrarse más en ganar a Rivera que en derrotar a Rajoy.

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GABRIEL BOUYS / AFP El líder del PSOE, Pedro Sánchez
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