Un misil que apunta a Rusia
HOLANDA y Australia acusaron ayer formalmente a Rusia de ser responsable del derribo del avión MH17 de Malaysia Airlines el 17 de julio del 2014 en el este de Ucrania que causó la muerte de las 298 personas que viajaban a bordo, lo que abre la puerta a una acción legal internacional contra Moscú. Las acusaciones holandesa y australiana se derivan de que la mayoría de las víctimas eran de esas nacionalidades.
Es la consecuencia lógica tras conocerse las conclusiones del Grupo de Investigación Conjunto que ha analizado la tragedia y sus posibles causantes. Esa investigación ha aportado pruebas más que evidentes de que el misil que derribó el avión de Malaysia Airlines fue un Buk de la serie 9M38 que una brigada antiaérea rusa trasladó hasta las proximidades de la ciudad ucraniana de Donetsk desde la población rusa de Kursk, donde tiene su base. Con datos técnicos, vídeos, fotos y la identificación de más de un centenar de personas implicadas de un modo u otro en el traslado del misil, las conclusiones son difícilmente rebatibles.
Ayer el Gobierno holandés exigió a Moscú compensaciones para paliar el sufrimiento de los familiares de las víctimas, 270 de los cuales piensan demandar a Rusia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
También la Unión Europea, la OTAN y Estados Unidos han pedido a la Federación Rusa que asuma su responsabilidad.
Moscú ha rechazado el informe de la comisión investigadora alegando que no ha participado en su elaboración, que Rusia ya no usa esos misiles y desviando la responsabilidad hacia el ejército ucraniano. Sin embargo, el número y la contundencia de las pruebas hacen difícilmente defendible la posición rusa.
Estamos, pues, ante un nuevo episodio que añade más tensión a la crisis abierta por Moscú tras su intervención militar en el este de Ucrania en el año 2014 y su anexión de la península de Crimea y que ha derivado en sanciones políticas y económicas de la comunidad internacional a Rusia. Esta nueva escalada diplomática coincide con el punto más bajo en las relaciones entre Occidente y Rusia desde hace décadas. Hace pocas semanas, decenas de países occidentales expulsaron a diplomáticos rusos en solidaridad con el Reino Unido después de que este acusara a Moscú de estar detrás del envenenamiento de un exespía ruso y de su hija en suelo británico. Las acusaciones de Estados Unidos a Rusia de interferencias en la última campaña presidencial son otro elemento de esta nueva guerra fría no declarada entre Occidente y el régimen de Putin.