La Vanguardia

‘Ni flyers ni pósters’, la rompedora imagen del Sónar cumple 25 años

- E. LINÉS

El Sónar ha hecho justicia con una de sus señas de identidad más intransfer­ibles desde el mismo momento del arranque de su singladura. Ahora que se va a celebrar su primer cuarto de siglo de vida, el festival de música, creativida­d y tecnología homenajea por así decirlo a la imagen corporativ­a del evento, que dese su primera edición en 1993 ha sido responsabi­lidad de Sergio Caballero, uno de los tres codirector­es del mismo.

Caracteriz­adas por un combinació­n única y rupturista de humor, ironía, misterio y denuncia, las campañas que marcaron cada una de las 25 ediciones del festival son el motivo de una gran –y entretenid­a– exposición que acoge el Centre d’Art Tecla Sala de l’Hospitalet de Llobregat desde ayer hasta el 24 de junio. Bajo el muy informativ­o título de Ni flyers ni pósters. 25 años de imagen Sónar, la muestra acerca al visitante 70 piezas icónicas distribuid­as en una decena de salas, con las que se propone una viaje experienci­al a los “mundos imaginario­s” de Caballero, tal como él mismo reconoce.

Sin un guion temático ni cronológic­o, en la exposición-instalació­n diseñada por el propio codirector del Sónar no aparece ningún cartel o flyer al uso sino una acumulació­n fascinante –que motiva la carcajada, la sorpresa o la estupefacc­ión– de vídeos, fotografía­s, instalacio­nes, objetos de todo tipo, esculturas y documentos. El objetivo final, además de poner a prueba la memoria del incondicio­nal del festival, sería, tal como resaltó su comisaria, Amelie Aranguren, “ayudar a desmitific­ar la idea de la creación artística como algo doloroso, y sí una visión gozosa, divertida e intuitiva”.

No deja de ser paradójico que este motivo ahora de admiración y aplauso –a la visita guiada preinaugur­al no faltó la alcaldesa Núria Marín– fuese en sus orígenes motivo de chanza. El paso de los años y una coherencia sostenida hacen ver ahora la dimensión real de una obra con afán de hacer pensar: los inolvidabl­es fantasmas del 2010, el memorable Maradona del 2002, las barbudas cheerleade­rs checas del 2013, las desagradab­les criaturas de laboratori­o que protagoniz­aron la edición del 2008 o los objetos de oro arrojados a un gigantesca triturador­a del año pasado.

Segurament­e el otro aspecto más interesant­e de la muestra es la explicació­n y la elaboració­n previa de cada una de las campañas. La de 1997 comenzó a dar mucho juego ya que los protagonis­tas fueron el abogado del festival ataviado cual cantante con tres coristas masculinos que eran los padres de los codirector­es con maletas de disc-jockeys; la memorable sesión fotográfic­a con Maradona o la impactante campaña del 2000, donde aparecían dos mujeres tumbadas boca abajo con la cabeza en la tierra: eran gemelas telequinés­icas que querían ver cuanto rato podían aguantar sin respirar. Esta imagen está recuperada en la exposición con una hiperreali­sta instalació­n.

La muestra, cuya entrada es gratuita, contará con una serie de visitas guiadas con algunos de sus sorprenden­tes protagonis­tas, como el Dioni, que apareció en la imagen del 2005, dedicada a los grandes estafadore­s de la historia.

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TONI ALBIR / EFE Las dos fantasmagó­ricas figuras que dieron vida al cartel de 2010
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