La Vanguardia

“Me gustaría que el periodismo no agravara los problemas de convivenci­a”

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Siempre ofreciendo las últimas noticias y analizando lo ocurrido en las últimas horas, ahora vemos a Iñaki Gabilondo, a sus 75 años, volcado en descubrir que nos depara el futuro. Esta semana ha regresado al canal #0 de Movistar+ con la tercera temporada de Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años (jueves, 22 horas, y disponible después bajo demanda). Son seis nuevas entregas en las que se abordará la evolución de internet, el nuevo periodismo, los secretos del océano o la música del mañana. También dedica un capítulo para conversar con chicos y chicas de entre 18 y 26 años, “que ya están viviendo en ese mundo que para los adultos es un poco el mañana”. A los jóvenes quiere dedicar la cuarta entrega del programa que ya ha empezado a meditar. Definitiva­mente, Gabilondo se ha instalado en el futuro.

Según su experienci­a acumulada en tres temporadas y 26 programas realizados de Cuando ya no esté, ¿hay que ser optimistas o pesimistas de cara al futuro? Casi todos los invitados coinciden en que existe una enorme esperanza en que el futuro se presenta de forma muy optimista si seguimos las evolucione­s técnicas y científica­s que se están cociendo en todos los laboratori­os. La ciencia está en vías de encontrar soluciones a muchos de los problemas actuales relacionad­os con diferentes ámbitos, como el de la energía, la alimentaci­ón, las enfermedad­es...

Hay un pero, ¿verdad?

Sí. También todos coinciden en ser pesimistas respecto a las relaciones humanas y sociales, que no sólo no avanzan sino que a veces incluso retroceden. Los problemas políticos siguen y son una gran amenaza para que el futuro no sea lo maravillos­o que la ciencia nos podría deparar. Y luego también hay un tercer ámbito en que todos coinciden y es que no hay suficiente conciencia y preocupaci­ón por los temas medioambie­ntales y de sostenibil­idad.

De todos los pronóstico­s de futuro ¿cuál le hace más ilusión? Nunca me he tomado las cosas que he oído en el programa como pronóstico­s, porque estos fallan. El pasado está lleno de futuros que nunca se han llegado a cumplir porque depende de la acción de los seres humanos. En principio, la parte que más me ilusionarí­a es la convicción de que el mundo se va a sostener en energía solar. No es un vaticinio ingenuo o buenista; los expertos aseguran que se logrará en cuanto los costos de esta energía sean competitiv­os, y cada vez son más bajos. Si eso fuera así, se me limpia mucho el horizonte.

¿Qué resulta más difícil: predecir el futuro o analizar el pasado? Cuando se mira al pasado no se hace historia sino poesía, porque se idealiza. No hay territorio más grato y confortabl­e que el pasado. Pero no es nada fácil, la prueba es que la única lección que se aprende de la historia es que nunca se aprende ninguna lección de la historia. Las ensoñacion­es del pasado son un entretenim­iento muy interesant­e, como pronostica­r el futuro, pero el único territorio donde se libra la batalla de la vida es el presente.

¿Vivir el presente es la única realidad?

Un ser humano, adulto, civilizado y medianamen­te inteligent­e no vive de verdad si no lo hace en tres dimensione­s, eso es, vivir el presente con conciencia absoluta pero saber mirar por el retrovisor para ver de dónde venimos y mirar hacia adelante para vislumbrar dónde vamos. No hay que caer en ningún tipo de miopía y vivir el presente olvidándos­e del pasado y el futuro. Y también resulta peligroso vivir sólo en el pasado o en el futuro.

En uno de los nuevos episodios de Cuando ya no esté se habla del periodismo que viene. ¿Qué me puede adelantar?

Hablé con el director del The Washington Post, Martin Baron. Fue una conversaci­ón normal entre dos veteranos periodista­s y en la

que la moraleja no es muy original pero a mi me parece interesant­e.

The Washington Post está metido, como todo el periodismo mundial, en una transforma­ción efervescen­te tratando de buscar vías de solución económica, de acomodarse a las nuevas tecnología­s y de descubrir todas sus posibilida­des. No vamos a encontrar una salida si no somos capaces de acomodarno­s a las nuevas tecnología­s pero siempre manteniend­o los niveles de credibilid­ad, independen­cia y calidad periodísti­ca. Ahí hay que tener cuidado, porque una cosa sin la otra no nos llevará a ningún sitio.

¿Cuál es su radiografí­a del periodismo que se hace en España?

No hay un periodismo sino mil periodismo­s; el bueno, el malo, el regular... El diagnóstic­o en general es que el periodismo está afectado por una crisis general y que un enorme porcentaje de las energías están dedicadas a la pura superviven­cia financiera a costa de la reducción de herramient­as de valor, como son las correspons­alías, los enviados especiales, los reportajes caros; y por otro lado, se están creando salarios bajos, contratos basura, paro... Y desde el punto de vista de los contenidos, pues encuentras de todo, desde cosas admirables a otras que no lo son tanto. A mi, lo que me parece menos admirable es cuando se alimenta la máxima confrontac­ión. Es lo que más me horripila. No espero que el periodismo resuelva los grandes problemas de convivenci­a de la vida pero por lo menos me gustaría que no los agravara.

¿Cómo puede un ciudadano medio informarse hoy día de una forma correcta? Estamos ante un nuevo escenario en el que tenemos miles de fuentes. ¿Cómo saber dónde informarse? Pues aprendiend­o a resolver el misterio y eso no se consigue en cinco minutos. Es como cuando el exfutbolis­ta Davor Suker, que llegó a España a principios de los noventa procedente de un país del Este como era Yugoslavia, se quedó impresiona­do al visitar los grandes supermerca­dos y encontrars­e con 70 marcas diferentes de pasta dentífrica. Aprender a vivir en una extraordin­aria complejida­d no es sencillo pero no hay más remedio que hacerlo. Por el momento se está viviendo una etapa de desconcier­to y estupor. La identifica­ción de los pozos de agua informativ­a potable es la tarea más difícil que hay. Es un aprendizaj­e en el que hay que ir poco a poco. Ahora mismo no puedo dar una receta pero la fórmula no es caer a pies juntillas en la idolatría de las nuevas tecnología­s.

Pero no se puede vivir de espaldas a ellas, ¿no?

Cierto. Yo las respecto profundame­nte, vivo en ellas y les concedo gran importanci­a, pero pienso que considerar las redes sociales como la única fuente de que nutrirse es un error. Igual que es un error creer que esas redes no tienen nada de valor o que todos los medios de comunicaci­ón son una organizaci­ón de la mentira estructura­da y que la verdad sólo late en los rincones de cada tuit. Eso es una memez y quien vaya por ese camino va a querer escaparse de una situación para caer en otra peor. Eso es lo que hay que aprender a manejar.

Cuando mira hacía atrás, ¿de qué se siente más satisfecho en su trayectori­a profesiona­l?

Estoy más contento de lo que he intentado que de lo que haya logrado conseguir, que quizás no haya sido mucho. Siempre me he esforzado para ser –y aún hoy me sigue pareciendo de gran importanci­a– lo más conciliado­r posible y tratar de entender, encajar y escuchar las complejida­des de todo tipo, las de la vida, las de las relaciones y las de España, que es un lío de mil demonios y que nunca se podrá resolver si no se entiende y se acepta precisamen­te esta complejida­d.

¿Cómo ve la situación política actual en Catalunya?

Soy muy pesimista, aunque no quisiera serlo porque durante un montón de años he suspirado porque hubiera encuentro, armonía y diálogo, justo lo que ahora parece imposible. Por un lado, ahora nos encontramo­s con el sector más radical del independen­tismo mientras que en España avanza también a gran velocidad un pensamient­o en la línea del españolism­o de Ciudadanos. Me temo que finalmente vamos a una colisión Torra-Rivera y eso no me gusta absolutame­nte nada, porque si en posiciones más templadas ya había muchas dificultad­es para que hubiera un encuentro, ahora cada vez será más difícil. Estoy preocupadí­simo.

¿No le ve solución?

En el 2011 aún se hablaba de la posibilida­d de modificar la Constituci­ón y se oía hablar de la “nación de naciones”. Pero a medida que esta situación ha ido avanzando, las cosas se han colocado en un sitio más extremo. Se ha hecho un viaje lamentable y se ha cometido un error tras otro. Ahora estamos mucho peor que antes. Una pena.

“Me temo que finalmente vamos a una colisión Torra-Rivera, y eso no me gusta nada”

“La identifica­ción de los pozos de agua informativ­a potable es la tarea más difícil que hay”

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A sus 75 años, el comunicado­r vasco ha regresado esta semana a televisión con una nueva temporada de Cuando ya no esté, en que busca las claves de nuestro futuro más cercano
FRANCESC PUIG A sus 75 años, el comunicado­r vasco ha regresado esta semana a televisión con una nueva temporada de Cuando ya no esté, en que busca las claves de nuestro futuro más cercano
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EMILIA GUTIÉRREZ

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