Contigo empezó todo
El enorme impacto de la sentencia de la Gürtel y sus posibles consecuencias ha dejado en segundo plano otra noticia. La detención de Eduardo Zaplana por blanquear presuntamente dinero de comisiones por obra pública era como el vestido nuevo del emperador, todos saben lo que pasa, pero nadie se atreve a decirlo. Desde hace años, demasiadas voces me contaban que era un político con las manos sucias, muchos con indignación por la presunta impunidad y otros con admiración por su habilidad. Se le acusaba, en voz baja, de haber iniciado la cleptocracia organizada en Valencia, una metodología seguida con devoción. Con todo, la detención de uno de los últimos hombres fuertes de José María Aznar que aún no habían caído no es por haber cobrado presuntamente comisiones, sino por el intento de blanquear este dinero negro escondido en paraísos fiscales. Por desgracia, la corrupción, si existió, ya ha prescrito.
La detención de Eduardo Zaplana ha sido el aperitivo de la esperada sentencia de la Gürtel. Aperitivo temporal, aperitivo ideológico. El “método Zaplana” llevado al
La detención de Zaplana ha sido el aperitivo de la esperada sentencia de la Gürtel; aperitivo temporal, aperitivo ideológico
paroxismo y exportado a Madrid está tras las condenas de esta semana. Y, como un jovencísimo Zaplana ya aparecía en el caso Naseiro, la primera investigación sobre financiación irregular del PP, quizá los antecedentes sean mucho más antiguos de lo que parece. Para los que se han perdido entre tanta corrupción, aquella investigación murió al anularse como prueba las escuchas telefónicas, piedra angular del caso. En ellas se escucha a Zaplana preguntar dónde podría “rascar” (sic) alguna cosa porque está sin blanca y se quiere comprar un coche de 16 válvulas (sic, también). Era 1990, y la conversación no le impediría ser presidente de la Generalitat Valenciana, primero, y ministro después.
El Gobierno español y el partido se afanan en decir que esto son “cosas del pasado” y que todos tienen casos de corrupción. El problema es que es un pasado sin interrupciones, con tantos casos seguidos uno tras otro que llevan a pensar que se trata de un comportamiento sistémico y sistemático. Y el otro problema es que su líder, Mariano Rajoy, es coetáneo y compañero de todas estas corruptelas. El presidente, fiel a su método, marca un distanciamiento sideral (“el PP es mucho más que 10 o 15 casos aislados”), pero el silencio más atronador viene de parte del hombre que escogió a tanta purria para acompañarle en el Consejo de Ministros. José María Aznar está ahora en otra guerra y desprecia al Partido Popular que refundó y presidió porque tiene un juguete que le hace más ilusión: Ciudadanos, que sí representa su España de las esencias, libre de pecado y culpa. Pues, precisamente…
Hay que estar atentos, porque muchos de los que han estado viviendo bajo esta sombra putrefacta ahora han encontrado cobijo en un barco, velas naranjas al viento, que necesita con urgencia rellenar listas y cuadros de dirigentes. Ha pasado en Valencia, donde Ciudadanos a acogido algunos herederos del zaplanismo, apartados por el actual PP por apestados, mientras invitaba al exministro a conferencias y homenajes. Quizá los que aspiran a echar a los populares deberían ir preparando alguna vacuna antiinfecciones.