“Estamos fuera del límite”
demos pasear de la gente que hay”, protesta. Sandra y Peter, de Carolina del Norte (EE.UU.), vinieron a Venecia hace 17 años y vaya si ha cambiado. “Esto parece un parque temático”, se quejan. “No se lo recomendaremos a nuestros amigos”. Los cruceros que atracan en el canal de Giudecca, que el Ayuntamiento ahora quiere empezar a regular, sólo acrecientan el problema. Cada crucero lleva unos 5.000 tuahora ristas que llegan, comen y se van.
Al salir de la estación de Santa Lucía, pueden pasar nueve minutos hasta que se oye hablar italiano en este personalísimo acento. Entre la mezcla de chino, inglés y español, sólo se consigue entreoír el traqueteo de las maletas y los anuncios de unos hombres que se ofrecen a llevarlas a los hoteles por cinco euros. Federico y su socio, que trabajan porteando paquetes de provisiones, botellas de plástico, toallas y demás necesidades de los hoteles desde el Tronchetto, la isla-almacén del canal, hoy ya han llevado 300 paquetes. En Venecia no hay suficiente espacio para lavar la cantidad de toallas que gastan los hoteles al día, así que las lavanderías deben estar fuera y el intercambio se hace en Tronchetto.
La emergencia de la ciudad ha hecho que una parte de los venecianos se hayan organizado en asociaciones para defenderla con protestas dignas de películas de Hollywood. En el 2009, organizaron el llamado funeral de Venecia, portando ataúdes en góndolas. Luego, un año más tarde, daban la bienvenida a los turistas con mapas de Veniceland, como si se tratara de un parque de atracciones. En el 2016 simularon una mudanza colectiva con maletas. Detrás de todo esto se encuentra Matteo Secchi, fundador de Venessia.com, que hace de embajador a los periodistas que se acercan por aquí.
“Hace años que estamos fuera del límite –dice muy a su pesar– y puede ser que sea demasiado tarde”. Asegura que el turismo ya consume un 95% de los empleos, por lo que la vuelta atrás ya es más difícil. Él propone iniciativas para diversificar la economía veneciana, haciéndola un polo del mercado del arte, la cinematografía o la biotecnología. Una buena receta sería que los astilleros de los barcos volviesen a Venecia. “Ahora estamos obligados a comprar los vaporettos en Ancona, ¿te lo puedes creer?”, pregunta Secchi. “Hemos de salir ya de la monocultura del turismo”, avisa.
La Unesco ya ha dado su ultimátum: si Venecia sigue así, le retirará la categoría de patrimonio de la humanidad.
Cuando vayan a Venecia, no dejen de visitar el histórico edificio del Fondaco dei Tedeschi, en el Rialto. Es una construcción monumental, del siglo XVI. Primero fue un almacén para los mercaderes alemanes, luego, la sede de aduanas, y hasta acogió el servicio de correos durante la época de Benito Mussolini. Hoy parece un duty free de cualquier aeropuerto. Para poder llegar a su cuidado patio interior el visitante debe pasar obligatoriamente por tiendas de lujo y de recuerdos y abonar 10 euros por dos cafés expreso. Venecia ya ha avisado.
EL ULTIMÁTUM
La Unesco avisa que si esto sigue así, dejará de ser patrimonio de la humanidad
LA DECADENCIA
El histórico edificio de los mercaderes alemanes del siglo XVI parece un ‘duty free’