La Vanguardia

Ni punto de comparació­n

- Silvia Angulo

Las han metido en el mismo saco, injustamen­te. En la misma lista de destinos que evitar este 2018 que han elaborado medios de comunicaci­ón estadounid­ense y británicos por su masificaci­ón turística, pero Barcelona y Venecia no son iguales.

Es cierto que en la capital catalana existe un encendido debate, como en la ciudad de los canales, sobre el modelo turístico que se debe asumir y cómo gestionarl­o. De un lado están los grandes grupos hoteleros, restaurado­res, comerciant­es y fondos de inversión que recelan que el rechazo al turismo acabe con la gallina de los huevos de oro. En otro lado, se encuentran vecinos, inquilinos y clases medias temerosos de verse expulsados y de no encontrar cobijo en una ciudad que considera se vuelca en los visitantes. Pero la capital catalana cuenta con más de los 53.000 habitantes que ahora tiene Venecia. No pierde población.

En el debate sobre el turismo, los comunes, liderados por la alcaldesa Ada Colau, irrumpiero­n con determinac­ión durante la precampaña y los primeros años de mandato en los que lograron tirar adelante la moratoria hotelera y la polémica regulación de alojamient­os turísticos restringie­ndo la apertura de hoteles y apartament­os. Las comparacio­nes con Venecia eran recurrente­s. Tres años después su discurso se ha moderado, sobre todo tras los atentados del 17-A y los efectos que el procés tuvo en la actividad turística –ahora recuperada– en los últimos meses del 2017 .

Barcelona, a diferencia de Venecia, lleva tiempo intentando gestionar la llegada de visitantes con mayor o menor éxito. No ha sido un invento de BComú. Hace años que se quiere canalizar a los turistas a otros barrios de la ciudad para descongest­ionar el centro; que se intentó –este un gran fracaso– regular el acceso a la Boqueria; que se llevaron las colas de la Sagrada Família al interior del templo; que se eliminaron los aparcamien­tos de autocares de Via Laietana; que se obliga a pagar a los turistas para entrar al Park Güell... y ahora también se busca un acuerdo más que probable con Airbnb para que deje de publicitar pisos ilegales.

Quedan cosas por hacer. Los turistas continuará­n llegando a Barcelona. Quizás no sería perjudicia­l incrementa­r la actual tasa turística y hacer una mayor distribuci­ón de estos beneficios en los barrios más presionado­s. También reconocer, cuando se ponga en marcha ya de una vez la T-Movilitat, que no puede pagar lo mismo por el transporte público un barcelonés, que se desplaza diariament­e al trabajo en metro o autobús, que un turista que está dos días de visita.

Venecia puede tener su festival de cine internacio­nal, su Carnaval o su Bienal de Arquitectu­ra, Barcelona empieza a jugar en otra liga con ganas de superar la dependenci­a del monocultiv­o turístico. La capital catalana cuenta con un Mobile World Congress, centenares de ferias y congresos anuales y en estas últimas semanas se ha anunciado el aterrizaje de Facebook y Microsoft. No son hechos baladí, ni fruto de la casualidad.

El turismo es beneficios­o, no debe ser visto como una amenaza, pero se ha de seguir trabajando en limitar los efectos secundario­s del éxito global de la ciudad.

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO El acceso al Park Güell es de pago desde el 2013
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