Cuando los huéspedes llegaban en carruaje
Un libro repasa la evolución de los alojamientos de Girona desde la época medieval hasta la actualidad
Hubo un tiempo en que la calle Ciutadans de Girona, hoy concurrida a diario por centenares de turistas que transitan sin prisas en dirección a la catedral, era la auténtica estación de Girona, un lugar de parada de las diligencias y recogida de viajeros en carros y tartanas. Entre los siglos XVIII y XIX, esa céntrica vía se convirtió en una de las arterias principales de la oferta hostelera de la ciudad, y muchas casas señoriales se transformaron en espacios de reposo, fondas y hostales. La más conocida fue la Fontana de Oro, hoy sede del CaixaFòrum, bautizada con ese nombre a imagen y semejanza de un famoso local de Madrid, inmortalizado en la novela del mismo nombre por Benítez Pérez Galdós. Personajes como el barcelonés Rafael de Amat de Cortada, el barón de Maldà, uno de los precedentes del costumbrismo y del periodismo local, dejaban sus impresiones de su paso por la Fontana de Oro en su diario personal en 1780. “Dormimos cómodos, hasta las 4 horas del día siguiente, cuando nos despertaron los toques de las campanas de la Sede y otras iglesias para el rezo del ángelus…”, escribía en su diario. Esta y otras muchas anécdotas, testimonios y vivencias han sido recopiladas en el libro Hostals, fondes i hotels (colección La Gent de Girona”, editorial Gavarres), encabezado por Lluís Serrano, historiador de la Universitat de Girona (UdG). Una publicación que repasa la evolución de los alojamientos en la ciudad desde la época medieval hasta nuestros días.
Sus ubicaciones han ido variando en función de los cambios urbanísticos. Serrano explica que en la época medieval, los tres principales focos de fondas y posadas eran el burgo de Sant Feliu, el Mercadal y la actual plaza del Vi. Años después surgieron otras zonas como la plaza Independència, y a partir del siglo XX se empezaron a ubicar cerca de la carretera de Barcelona y de la estación del ferrocarril. Hoteles como El Centro, que alojó al rey Alfonso XIII durante su visita a la ciudad en 1921; el Comercio, lugar de bodas, bautizos, comuniones, reuniones y actos políticos; o el hotel Italians, donde después de la Guerra Civil se habían llegado a practicar operaciones de amígdalas, fueron los establecimientos referentes a partir de mediados del siglo XIX. Todos ellos ya han desaparecido.
Hasta bien entrado el siglo XX, los comerciantes, marchantes, carreteros, payeses o agricultores con origen o destino a lugares como Barcelona, Lloret de Mar o Figueres, así como algunos viajeros extranjeros, eran los principales clientes de aquellas fondas y hostales que a partir del siglo XVIII proliferaron en la calle Ciutadans y alrededores. Serrano explica que los días de mercado, los agricultores, aparte de vender e intercambiar productos, aprovechaban para hacer gestiones como ir al médico, al notario o al abogado. En 1848 salía a diario de la fonda de la Fontana de Oro para Figueres y Perpiñán una tartana a las 4 de la mañana y un coche a las 2 de la tarde. “Para ir a Barcelona se necesitaba un día completo, y para llegar a Figueres, media jornada”, afirma.
Aquellos viajeros que llenaban antaño las posadas y fondas nada tienen que ver con los visitantes que hoy inundan las calles del casco antiguo. Pero los turistas tardaron en llegar. Cuando llenaron masivamente la Costa Brava, entre las décadas de 1960 y 1970, Girona tenía la fama de ciudad gris. El historiador explica que no fue hasta principios de los años ochenta cuando el entonces alcalde Joaquim Nadal inició una serie de transformaciones urbanísticas como el plan especial de reforma interior del Barri Vell que revitalizó el casco antiguo y sentó las bases de la Girona turística. Unas actuaciones –explica Serrano– que se inspiraron en las ciudades turísticas y monumentales del norte de Italia.
Consolidada como un destacado destino, Girona cuenta hoy con más de 2.000 plazas hoteleras, prácticamente la mitad de cuatro estrellas, y la apuesta por la ciudad no cesa. Recientemente, la firma Bestprice ha informado de que invertirá en un hotel. El sector se ha recuperado de la crisis que obligó a cerrar en poco tiempo establecimientos históricos como el Fornells Park y el Girona Nord. La recesión, sumada a un cambio de hábitos de los turistas y a una mayor oferta hotelera, hizo caer la ocupación un 50%, y el precio medio de la habitación, un 60% según recuerda el dueño del hotel Europa y presidente de los hoteleros de Girona, Josep Carreras.
Entre los siglos XVIII y XIX, la calle Ciutadans fue una de las arterias de la oferta hotelera de la ciudad